La zona de confort
Es crucial que el Betis salga de su zona de confort. Esta zona es una especie de abrigo que nos hace sentir seguros, y que abarca todo aquello que dominamos, son los ambientes de los que nos sentimos parte y en donde estamos totalmente a gusto. En el último partido de esta prolija liga, que por cierto, para abandonarla para siempre, como es intención común del beticismo, el equipo se ha lucido, entregando la cuchara de forma tan horrenda, perdiendo por goleada en su propia casa, parece que se justifica esta teoría. Cuesta entenderlo, pues parece que se ha argumentado esa idea fatalista del conformismo, apoyada en la necesidad absurda de intentar caer bien a los demás no por tu propia honestidad y sí por tus acciones, dañando más que menos tu propio nombre más allá de tu propia condición.
Tan difícil como eso, abandonar esa zona de confort, es romper con los estereotipos mentales, con el amiguismo exacerbado. Lo del partido último de esta liga tan larga e ingrata nos deja un poco descolocados. Hacia dónde va el equipo, ¿baja o sube las escaleras? hemos de preguntarle a la directiva y al equipo técnico, claro. Los mismos que abogan por un plantel con exigencias que esté a la altura de sus aficionados, ¿y la afición, qué dice?, que a la mínima oportunidad muestra una respuesta tan sibilina contra sí misma, tan conformista que parece antideportiva: aplaudir tácitamente el ascenso del equipo rival. La auténtica deportividad está en intentar ganarle a todos los rivales, bajo cualquier circunstancia, eso te engrandece a ti mismo y al propio rival.
¿No debería también la afición, en cierto modo, contar hasta cien antes de manifestarse? pues es evidente que no, esta maraña de sentimiento encontrados que es el Betis, demuestra una y otra vez que es propensa a repetir los mismos errores, los mismo que no le conducen a nada productivo.
No hay término medio en el bético, en su ideario, en su forma de entender la realidad, se pasa del blanco al negro o del cero al infinito en menos que venga un sporting.
Así no se despide una temporada tan sufrida y trabajada, todo sea dicho, la última en segunda división, según la conjura. Si el entrenador ve al equipo muerto no debería ser una excusa sino una irresponsabilidad. Eran más los aficionados béticos que querían una última victoria a los que no.
