help with writing a book Dichosos cuarenta puntos
La plaza no era la idónea, aunque la forma de caer tampoco lo fue. Esperpéntica derrota, de las de antaño, o eso parecía. Quizás el hecho de tener ya 34 puntos y saber que, de momento, los de abajo ayudan, deja al bético algo más “tranquilo”. Aunque sólo eso, «tranquilo». Cuando todo parecía cambiar, de nuevo vuelven los objetivos conformistas. Y sí, es cierto que ya nadie piensa en nada más allá de sumar los dichosos 40 puntos y cerrar una nueva temporada gris, la temporada del regreso a Primera División, del regreso del niño pródigo, de la “estabilidad” y del no conformarse sólo con la permanecía.
Esos 40 puntos que son ya como una losa que, año tras años, no logra separarse de la Avenida de la Palmera cuando la verdiblanca pasea por la máxima categoría. Esperanzas en agosto que quedan en nada tras ver espectáculos como el ofrecido en el Vicente Calderón.
Se enlazaron dos victorias consecutivas y seis encuentros sin conocer la derrota. El equipo jugaba, creaba y hacia disfrutar a los suyos. Se impuso a Espanyol y Granada, y demasiado pronto se habló de objetivos más ambiciosos. Europa aparecía por Heliópolis. La afición se ilusionó, creyó en su equipo, se acomodó e incluso comenzó a disfrutar. De la noche a la mañana, se esfumó.
Tres derrotas consecutivas. Athletic, Málaga y Atlético de Madrid. Un global de 10-3 en contra. Cuanto menos, preocupante. Adiós a la mejora defensiva. Adiós a la verticalidad y al dinamismo en ataque. Pobre, sin ideas y sin esencia, el Betis vuelve a la tierra, a la de los 40 puntos.
La cara de Juan Merino en la sala de prensa del Vicente Calderón lo decía todo, aunque quizá le sondeaban sus palabras previas al encuentro ante los madrileños. Un tiro la piedra, pero escondo la mano. Conformismo en quien nunca demostró tenerlo. No firmaba el empate, aunque dio esa sensación: “Si se puntúa se estará contento, tocaríamos las palmas, pero si salimos a empatar seguro que perdemos”. Y perdieron de la peor forma.
Cargó contra los suyos. No tuvo pelos en la lengua para culpar a una plantilla que ha llegado al momento más importante de la temporada con dudas y con alguna situación extraña. Desapareció Bruno, pilar durante todo el año. En Sevilla quedaron Jorge Molina y Joaquín Sánchez. En cambio, entró Xavi Torres. Algo no cuadra.
“Un jugador del Betis jamás debe de bajar la cabeza, los brazos. Con el 2-0 hemos renunciado al partido. Tenemos un colchón, pero tenemos que apretar porque pasa. Todos tenemos que apretar, el primero el entrenador, con compromiso y carácter. El que quiera, que tire hacia adelante. El que no quiera, que se aparte o se entrene con el filial. No se puede morir de la manera que ha muerto hoy el equipo”.
Se desahogó el técnico linense, a pesar de que ha sumado peores números en los encuentros disputados en esta segunda vuelta, 14 puntos en 12 jornadas, uno menos que en el primer tramo del campeonato.
Llega al Levante al Benito Villamarín y, de nuevo, se antoja una final. Pese a que los verdiblancos siguen a 6 puntos del descenso, con 34 en su casillero, al menos quedan dos victorias más, tirando por lo bajo, para cerrar la permanencia. Las necesidades llegan y los 3 puntos en un Villamarín que volverá a presentar un lleno absoluto serán claves para olvidar la segunda peor racha de la temporada y alcanzar eso, los dichosos 40 puntos.