Grandeza bética
Que nadie malinterprete el título, la grandeza no es porque vayamos quintos, no es porque llevemos seis partidos seguidos ganados, los cinco últimos con la propia portería a cero. Tampoco es porque también seamos el quinto equipo tanto en puntuación como equipo local o como visitante. La grandeza es por meter 45.000 personas un jueves de feria por la noche y empujar al equipo hasta el 95 para marcar el gol del triunfo, esa es la grandeza bética, a las duras y a las maduras, y ya tocaban las maduras.
Normalmente son las aficiones quien empujan al equipo, y eso lo ha hecho casi siempre la afición del Betis, pero sin que sirva de precedente, esta temporada ha sido el equipo quien poco a poco ha ido tirando de la afición. No es que no haya estado con el equipo desde el principio, pero a estas alturas el Betis de Setién ha conseguido transmitirnos que en este equipo, con esta forma de jugar, se puede y se debe creer, no en vano es uno de los equipos que más goles mete en los últimos 15 minutos de partido. Es un equipo que sabe madurar la jugada hasta encontrar el pase ideal, y ya lo ha hecho en muchos partidos. La simbiosis entre el equipo y la afición es total, por primer vez en mucho tiempo y eso se transmite con una energía incontrolable. Esa grandeza que tiene per se la afición del Betis por fin es recompensada con un rendimiento de equipo competitivo.
Sigo diciendo lo mismo que hace semanas, aun no se ha conseguido nada en resultados, pero seguimos consiguiendo todo a nivel de comunión equipo-afición, y con eso, lo demás cae por su propio peso.
Sigamos con el partido a partido que tan bien se nos está dando, sigamos con la humildad de no creernos mejor que nadie, pero con el espíritu de no creernos inferiores a nadie, y así, se puede ganar al Atleti, no debemos renunciar a nada, ni dejar que nada nos desoriente. El ruido de fondo es insoportable, y pase lo que pase este sábado, irá en aumento o para ningunearnos o para desearnos el fracaso más absoluto. Nosotros a lo nuestro, partido a partido, siguiendo con nuestra grandeza y a palabras necias, oídos sordos.