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Iker Casillas, nunca la amistad tuvo tanto castigo

Iker Casillas con el brazalete de la selección Foto: 20minutos.es
Iker Casillas con el brazalete de la selección
Foto: 20minutos.es

Se ha prolongado demasiado en el tiempo para no hablar de la polémica que ha rodeado y peor aún, está rodeando a Iker Casillas, capitán del Real Madrid y de la selección española. Una polémica que alejó al cancerbero de la titularidad en beneficio primero de Adán y más tarde de un Diego López recién llegado al Real Madrid por aquel momento. Hoy por hoy parte de la afición está dividida. Unos entienden que el guardameta es el capitán del Real Madrid, que lleva desde siempre viviendo al club, su cultura y su idiosincrasia. Un jugador que siempre es respetuoso con sus rivales, que en todas sus declaraciones actúa como un capitán. Y por si esto fuera poco, un portero de los que hay pocos en el planeta, para muchos, el mejor portero del mundo.

Otros, no obstante, entienden que sus declaraciones o sus silencios son perjudiciales para los blancos. Creen que es una falta de respeto por parte del capitán blanco algún gesto dentro de la era Mourinho, como ir al gimnasio a entrenar en lugar de hacerlo con los compañeros y entienden que eso es una falta de respeto a sus compañeros, especialmente a Diego López. La cuestión es que con opiniones divididas, la situación de Iker Casillas es una polémica constante y que día tras día, cada gesto, por ínfimo e insignificante que sea, es tomado como una guerra entre el madridismo, especialmente en redes sociales con argumentos para el #CasillasVeteYA o el #IkerQuedate. Una locura.

La cuestión es que, si analizamos el motivo por el que todo esto empezó, nos damos cuenta de que fue algo insignificante que el fanatismo de ciertos personajes -uno de ellos Mourinho-  convirtió en una bola de nieve que creció y creció hasta convertirlo en una de las grandes polémicas del fútbol español hoy por hoy. Y es que esta situación comenzó en los clásicos, esos partidos de los que a veces terminamos hartos porque parecen los únicos en los que los grandes tienen que esforzarse al 100% para ganar ante la desigualdad de una liga sin más alternativas al título.

FC Barcelona y Real Madrid se enfrentaban en el Camp Nou. Tensión, pasión, esfuerzo, sacrificio pero sobre todo dureza. Patadas a destiempo, entradas con el pie a l altura de la rodilla, tanganas y manotazos, empujones, dedos que vuelan hacia el ojo ajeno… En definitiva, un espectáculo que no se debería volver a dar. Dos equipos que si siempre habían estado enfrentados por la lógica rivalidad deportiva, ahora se encontraban peleados, tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. Jugadores que habían conquistado una Eurocopa y el histórico Mundial de Sudáfrica, vanagloriándose del gran grupo que formaban y destacando dicha relación como el secreto del éxito, ahora se citaban fuera del césped, se negaban la palabra y se agredían físicamente en lugar de apaciguar a sus compañeros de club como en otras tantas ocasiones.

Ante todo esto, un hombre estaba en su salsa. Mourinho, el hombre del dedo volador, que tantas veces intentó desestabilizar citando al rival, buscando la polémica, hablando de Champions pasadas que no se debían haber ganado por parte del otro club, hablando del entrenador rival para infravalorarlo, nadando como pez en el agua entre la polémica y el enfrentamiento con todo y todos. Un buen entrenador que, seamos realistas, no solo utiliza planteamientos en el césped y estudios del rival para ganar sus enfrentamientos, también la psicología y el desestabilizar mentalmente al contrario a través de la polémica. Algo lícito por otra parte. Cada uno entiende el fútbol a su manera.

En esta situación de polémica constante, de enfrentamiento con jugadores y por qué no decirlo, de amigos que se retiran la palabra, Iker Casillas actuó como capitán. Como capitán del Real Madrid y como capitán de la selección española. Llamó a Xavi Hernández, su homónimo en el FC Barcelona y zanjaron aquella polémica acordando que todo quedase en el césped, que no saliera perjudicada ni la amistad ni la selección española, uniones de ambos y de muchos otros de sus compañeros. Un gesto de deportista grande, un gesto que les valieron a ambos el premio Príncipe de Asturías. Un gesto que beneficiaba al deporte, a la selección española, a los clásicos ahora centrados en el fútbol y no en duras entradas y situaciones extradeportivas, un gesto que parecía beneficiar a todos menos a José Mourinho y a algún que otro aficionado merengue, de estos que a veces promulgan más odio hacia el rival que amor hacia tu propio equipo.

El técnico portugués se lo tomó como una traición. Primero relegó al banquillo a Iker ante Adán. Una «decisión técnica» que realmente parecía disfrazar un enfrentamiento aireado ya por la prensa. Con la llegada de Diego López, Adán quedó defenestrado y relegado en una controvertida decisión. Ahora, meses después, Ancelotti ha dado la alternativa a Diego López. Ha llegado con las aguas agitadas, con preguntas sobre Iker sí, Iker no, y no es ningún secreto el gusto por los porteros altos del técnico italiano, por lo que tirando de carácter y personalidad, ha decidido dar la oportunidad a Diego López en una, ya sí, clara decisión técnica.

La realidad es que Mourinho no se había cuestionado a Iker Casillas hasta la llamada de la polémica. Es curioso ver al técnico portugués empeñarse en disfrazar su decisión de decisión técnica, algo que se han creído muchos de sus fans, cuando a todas luces no ha sido así. Otra cosa es que Diego López rindiera bien. Ahora parece que Ancelotti confía en el ex de Villarreal y Sevilla y está respondiendo. Perjudicada España de cara al Mundial de Brasil 2014, pero así es el fútbol. No hay memoria. La afición debe apoyar a su portero, se llame Iker Casillas o Diego López, no dividirse en uno y otro, pero lo importante es el respeto al deportista. Al que se gana el puesto y al que ha dado tantísimas tardes de gloria al madridismo. Esperaremos acontecimientos pero todo apunta a que el héroe de Sudáfrica no estará al 100% en Brasil salvo giro de ciento ochenta grados en los acontecimientos y eso, para cualquier seguidor de la selección española, siempre es mala noticia.

 

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