Agustín Gaínza, un jugador listo de Basauri, de Manuel Sarmiento
La visita de hoy del Athletic al Villamarín nos sirve para recordar la figura de Agustín Gaínza, conocido como Piru Gaínza, quien fuera jugador del Athletic durante nada menos que 19 temporadas, entre 1940 y 1959. Integrante de la famosa delantera (Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza) que lució su fútbol durante los años 40, está considerado uno de los mejores extremos del fútbol español de todos los tiempos.
Es el jugador que más títulos de Copa ha obtenido: 7 ( los de 1943, 1944, 1945, 1950, 1955, 1956 y 1958) además de 2 Liga (1942-43 y 1955-56). Tiene el récord de goles en un partido de Copa: los 8 que le marcó al Celta en San Mamés en 1947. Fue internacional con la selección en 33 ocasiones, participando en el Mundial de Brasil en 1950, y recibiendo el apodo de «El gamo de Dublín», tras una brillante partido contra la selección irlandesa.
El periodista deportivo Manuel Sarmiento le dedicó este artículo en AS en febrero de 1982, en el que rememora su brillante carrera.
Fue en el lejano año de 1939. Bilbao estaba recién salido de la guerra civil, y ruinas y cascotes se veían por muchos lados. El Athletic reanudaba sus actividades deportivas con algunos hombres de 1936, pero con muchísimos alevines pescados en la cantera vasca. Gorostiza aún continuaba en el club. Un año más tarde se iría al Valencia. Y eran nuevos como extremos Iriondo y un chavalete de Basauri llamado Agustín Gaínza. También estaba, de 1936, donde fuera campeón de Liga, Elices.
Todas las mañanas aquel chaval de Basauri, que respondía por Agustín Gaínza Vicandi, se acercaba a San Mamés. Tenía aspecto de niño pillo, mechón revuelto sobre la frente, andares seguros y saltarines, carácter seco, pillete, listo avispado. Tuvo paciencia unos meses y acabó siendo titular. Luego, Mesa le rompería una pierna en un choque entre el Athletic de Bilbao y el Atlético Aviación, de Madrid, que era el nombre que llevaba el Atlético de la capital. Se sobrepuso y siguió adelante. Gaínza estaba llamado a ser uno de los mejores extremos del mundo y el camino emprendido era bueno.
Aparte títulos nacionales, Jacinto Quincoces un día le hizo debutar en la selección española. Fue en marzo de 1945. Portugal, al adversario; el escenario, el estadio nacional de Jamor, y la capital, Lisboa. Gaínza entraba por la puerta grande del fútbol en un duelo peninsular. Con él llevaba a su compañero de equipo Zarra. España y Portugal empataron a dos goles y Gaínza inició un periplo de internacionalidades que iban a llevarle a jugar treinta y tres partidos por España y a ser capitán vitalicio del cuadro nacional.
Gaínza dice, y creo que dice bien, que “nunca hubo un futbolista como Gento ni lo volverá a haber”. Gaínza sabe de extremos más que nadie. Porque él fue internacional y figura cuando aún Gorostiza actuaba a tope y cuando Emilín García, en Oviedo, daba clases de fútbol cada domingo. Gaínza escaló el peldaño con autoridad, con conocimiento de que llegaría lejos. Era aquel niño del mechón de pelo revuelto sobre la frente que iba a San Mamés cada mañana saltando entre los cascotes que se apilaban en las aceras de la villa de don Diego López de Haro. Venía desde Dos Caminos, en Basauri, y llevaba los ojos encendidos camino de su San Mamés anhelado.
Agustín Gaínza estuvo en Madrid con motivo de los premios de AS. Y estuvo con todos sus compañeros de la gesta de Brasil. Y recibió el homenaje de tanto joven que ahora vive alrededor del fútbol. Le miraban con admiración porque apenas han visto nada. Y Gaínza es un ser mitológico para ellos. Gaínza fue el capitán ante Inglaterra, en aquel 2 de julio de 1950, en el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, cuando los nuestros se proclamaron campeones de grupo y le dieron “puerta” a ingleses, chilenos y norteamericanos. A Gaínza, en aquel partido de Maracaná, le intentó marcar Alf Ramsey, que años más tarde llevaría a Inglaterra a la conquista de la Copa del Mundo en 1966. Gaínza con Ramsey hizo diabluras, lo trajo por la calle de la amargura y Ramsey pidió árnica. Gaínza recibió el pase cruzado de Gabriel Alonso y centró para que Igoa lo intentase todo, pero fue Zarra el que en última instancia marcó el gol victorioso ante una Inglaterra que se jugó el ser o no ser en el fútbol de la posguerra mundial.
Gaínza era listo, pegaba muy bien con la izquierda, centraba de maravilla, recortaba al adversario con claridad meridiana y fue un goleador de primerísimo orden. Recortaba en las esquinas como pocos y en “el Gol de la Misericordia”, vieja zona de un viejo San Mamés, armó un verdadero taco a los adversarios.
Un día le dieron la medalla de oro al mérito futbolístico y nunca el barrillo de San Mamés brilló más ni tuvo unos reflejos más áureos. Era la medalla de Gaínza, que era recogida en el solar donde Gorostiza, antes Acedo y Aguirrezabala corrieron balones hacia los marcos de los adversarios del Athletic.
Estuve con él hasta la madrugada, en un lunes de Madrid, hablando de fútbol. Cada día sabe más el jugador listo de Basauri, el llamado “gano de Dublín”.
Fuente: Manuel Sarmiento en AS 24 de febrero de 1982