Aquellas tardes de fútbol, de Mariano Medina
Traemos hoy a esta sección de los relatos de fútbol de los domingos un bonito texto basado en la nostalgia que se publicó en el periódico deportivo AS el 25 de junio de 1993 a cargo del periodista Mariano Medina.
En él se rememora la infancia perdida alrededor del mundo del fútbol, basándose en la propia experiencia personal del autor, quien recuerda aquellas tardes de fútbol primero en el viejo y entrañable Metropolitano, en el que el Atlético de Madrid jugó hasta 1966, y posteriormente en el Vicente Calderón, otro lugar que hoy en día ya pertenece al pasado.
Siempre recordaré aquellas tardes de fútbol en el viejo y legendario Metropolitano, cuando yo era socio infantil del Atlético de Madrid. Había allí algo que ya no se ha vuelto a ver ni creo que se vuelva a ver nunca. Era una parte del césped, detrás de las porterías, cerca del córner, en la que nos sentábamos un nutrido grupo de chavales para presenciar el partido, sentados sobre la hierba cuando hacía buen tiempo. Seguíamos el juego de cerca, llegaban hasta nosotros con toda claridad los gritos de los jugadores. Y nosotros también gritábamos y les animábamos porque creíamos que de nuestro aliento dependía mucho el resultado del partido. Y sufríamos mucho cuando transcurrían los minutos y nuestro Atleti no marcaba el anhelado gol. Cuando terminaba el partido y el equipo había perdido uno o los dos puntos nos retirábamos todos mudos y con caras tristes para reunirnos en las gradas con nuestros padres.
Al salir del estadio emprendíamos el regreso a casa a través de los descampados en torno al campo de fútbol para tomar la calle Almansa. Oíamos la música y el jolgorio del baile que llegaba hasta la calle, y si estábamos contentos por la victoria de nuestro equipo, eso nos hacía sentirnos aún más felices. Luego, una caña de cerveza con nuestros padres y sus amigos, que comentaban animadamente el gol de Escudero, los pases de Silvao la gran parada de Domingo a tiro de Gaínza. Y al día siguiente, lunes, nos esperaban los compañeros del colegio para que les contásemos, a la hora del recreo, el partido que no habían podido ver. Entonces no había televisión y los relatos orales se escuchaban con el mayor interés.
Transcurrió el tiempo y las tardes de fútbol se fueron haciendo cada vez más entrañables, más insustituibles. Los amigos venían a buscarnos los domingos que jugaba el Atlético en casa para ir al partido y entonces apremiábamos a la madre o a la esposa para que preparase la comida rápidamente, sobre todo cuando el partido era importante. Luego, parada obligada para el café en algún bar cercano, lleno de hinchas que hablaban en voz alta, discutían y reían saboreando de antemano la victoria. Disfrutábamos del ritual del partido, pero añorábamos los tiempos de la infancia.
Sí, eran muy bonitas aquellas tardes de fútbol dominguero. Por eso cuando en los años 80 el Atlético de Madrid decidió celebrar partidos los domingos por la mañana sentimos que algo se derrumbaba. Los entusiastas de los cambios echaron las campanas al vuelo. Veríamos el partido por la mañana y tendríamos la tarde libre. Pero pronto se vio que la cosa no iba a funcionar. Primero había que levantarse más temprano en un día de fiesta. Y si el partido era importante había que salir de casa pronto para llegar por lo menos media hora antes del comienzo y a veces los amigos no podían acompañarnos porque tenían otras cosas que hacer. Para colmo, se perdía el café y la copa de sobremesa y la larga caminata de regreso, al ponerse el sol. No, no se podía romper así como así una norma, una costumbre tan arraigada.
Recuerdo un partido matutino que era bastante malo pero a mí me parecía que el público silbaba, protestaba e increpaba a los jugadores y árbitro más que en un partido vespertino. Y creo que esto era lógico. La gente estaba cabreada porque le habían hecho levantarse antes de tiempo. Además, el sol calentaba mucho al mediodía. Así que los partidos matutinos no tenían porvenir en el Estadio Vicente Calderón. Muy pronto las aguas volvieron a su cauce y las tardes de fútbol retornaron fortalecidas, triunfantes, gloriosas.