Butanito, de Montero Glez.
José María García fue el periodista estrella de los 70 y 80. Creó un estilo característico tanto en su manera de expresarse como en los contenidos que comunicaba en sus programas radiofónicos. Este relato de Montero Glez. homenajea al popular Butanito, durante muchos años número uno en la audiencia de la radio española.
Butanito
Hubo un tiempo en que España entera se acostaba con él. Dando la hora veinticinco arrimaban una oreja a la almohada y la otra al aparato de radio. Y hala, a escuchar al Butanito, a ver qué se cuenta. Y como en el ritual de una religión que busca dioses nuevos, de los transistores de la noche salía una voz tan propia que era ya de todo el mundo.
Una voz que denunciaba las sombras con el tremendismo de la crónica negra, del reportaje más audaz adobado con el pimentón ibérico que echan a las plazas de toros. Y puritos con vitolas que no falten. Y con el primer plato mediado, Butanito adelantaba los postres, para que nadie se durmiese sin haber probado antes una bilis preparada como el mismísimo Demonio. Con su terroncito de hígado crudo envuelto en hilos de enojo. Hummm.
Cuando los entrantes estaban ya servidos, llegaba el plato especial de la casa. Al centro la cabeza de ese tal Pablo, Pablito, Pablete que nuestro amigo trituraba con el puente de sus molares, reduciéndolo a excremento. Pablo Porta era el presidente de la Federación y una de las bestias negras de Butanito. Otra era un ministro de Suárez al que Butanito se jaló con buen saque, no dejando del excelentísimo ni la cartera. Hasta sus cuentas salieron a relucir en los transistores de la noche.
Pero lo mejor vino cuando lo de Tejero, todo el mundo al suelo, se sienten coño, el bigotón y La Zarzuela en pleno. Butanito, que igual vale para un roto que un descosido, se plantó en la puerta del Congreso y retransmitió la noche del golpe con aire de crónica pugilística y la mano sabia del que ordeña con tiento vaca de mala leche.
Aquella noche Butanito fue el tercer hombre. De los dos primeros aún no se sabe nada.
Más chulo que un ocho y más echao p´alante que el mango una sartén, Butanito pasará a la historia del periodismo radiofónico por crear una entonación y una sintaxis novedosa para los tiempos. Y una adjetivación que, aunque forma parte de la memoria, en su momento fue rompedora. Descalificativos tales como abrazafarolas, chupóptero o cantamañanas se convirtieron en moneda de cambio a la hora de la tapa, o de la caña. Pues si Butanito ganó dinero, más dinero ganaron los que le contrataban. Qué coño. Ahora que otros le imitan se echa de menos el original, poder volver a los tiempos en que España entera se acostaba con él y se desayunaba con la chica del As.