Dani, el triunfo de la calle, de Xavier Muñoz
En la final de Copa del año 2005, de la que ayer hizo 11 años, hubo un futbolista que reivindicó su papel y que fue el máximo protagonista: el jugador bético Dani, autor del tanto que dio la victoria al equipo verdiblanco en la prórroga y que pasó a la mejor historia del club.
De él se acordó especialmente el periodista Xavier Muñoz quien en Mundo Deportivo le dedicó este artículo en los días posteriores a la final.
Controló, miró a Elía y conectó un zurdazo cruzado, seco, perfecto. Fue el remate de su vida. En un solo segundo, Daniel Martín (19-09-1981, Sevilla) se aseguró formar parte de los grandes nombres de casi un siglo de beticismo, como Aranda, Del Sol o Esnaola. Fue un tanto de una ejecución impecable, de una belleza que casi hubiera firmado su compañero Ricardo Oliveira. De hecho, también Dani hubiera podido marcar el gol con el que el brasileño inauguró el marcador de la final de Copa. Hubo quien vio en esa picardía de Oliveira, al colarse entre Cruchaga y el portero de Osasuna, la astucia del jugador de calle que caracteriza a Dani. Claro que de eso, ni en Brasil ni en Triana andan escasos. No hay escuela de fútbol que enseñe algo así. Ni Raúl Tamudo, cuando se inventó un gol de patio jamás visto en una final que le costó un disgusto con su amigo Toni, ni Hugo Sánchez cuando forzó un penalti en El Molinón tras darle una patadita imperceptible al meta Ablanedo que derivó en una agresión y en un penalti posterior, pudieron aprender tretas de ese género en un entrenamiento.
Dani pertenece a esa clase de futbolistas instintivos, que dominan «el otro fútbol», como diría Luis Aragonés. Lo confirmó en la final de Copa, momentos después de marcar el gol de su vida. Su tendencia a la actuación teatral dio pie a un epílogo con tangana que acabó desquiciando a Osasuna y, de paso, aniquilando una segunda remontada rojilla.
Su fútbol no deja indiferente a nadie. Los que juegan en su equipo le veneran. Toni Doblas le abrazó aún el túnel de vestuarios y le dijo: «tú, 20 años aquí», ante los rumores de una posible liquidación del ya histórico goleador. Sus adversarios, o muchos de ellos, no pueden ni verle. Quizás algo tenga que ver con ello el rosario de lesiones graves que le han perseguido. Rodilla, tobillo…Desde que el 14 de abril de 2001 se rompió por primera vez. «Se me pasó dejarlo todo este mismo año», confesó Dani.
Esa vida de contrastes, de cenizo y afortunado, se repite cíclicamente en su carrera. El sábado recordaba como un gol suyo ya le dio un «premio chico» con la Copa de juveniles. Las filias y fobias le resbalan. Van Gaal le felicitó una vez siendo cadete. De otros, mejor ni hablar. «Que digan lo que quieran de mí, pero ya no me quitan el haber conseguido el sueño de mi vida». Siente que Dios le ha recompensado después de tanto calvario. Lleva tatuado en el cuello las iniciales de sus padres en japonés. Pero tras la final, su final, se acordó sobre todo de él mismo.