Figuras del fútbol. Joaquín Sierra «Quino»
Con la de hoy ponemos punto y final a la publicación que hemos hecho a lo largo de más de ocho meses de la serie Figuras del Fútbol que se publicó en el diario deportivo Marca en los años 1973 y 1974.
Una serie de pequeñas autobiografías, escritas en primera persona, y por la que han desfilado diversos jugadores béticos del momento: Luis Del Sol, Rogelio Sosa, José Ramón Esnaola, Rodolfo Orife, Julio Iglesias, Juan Carlos Mameli, Eduardo Anzarda, Jaime Sabaté, Fernando Aramburu, Javier López y Jorge Olmedo.
Para poner fin a la serie traemos hoy la figura de Joaquín Sierra «Quino», que aunque no estaba en esa temporada ya en el Betis no por ello deja de ser una de las referencias históricas del momento. Quino jugó en el Betis durante 8 temporadas y en esta autobiografía recuerda sus inicios en el mundo del fútbol, su paso por las diversas categorías inferiores del Betis, y su debut y consolidación en el primer equipo verdiblanco, así como sus inicios en el terreno internacional y su pase al Valencia.
Se publicó en Marca el 8 de octubre de 1973
Mi padre, que fue funcionario de Hacienda, y que ahora, jubilado, se dedica a la literatura y a la poesía, nunca vio con malos ojos que mi dos hermanos mayores y yo diéramos en la tecla de jugar al fútbol. Porque ellos también fueron futbolistas, Su ejemplo y su afición me sirvieron de estímulo. El mayor se inició en los juveniles del Sevilla. El otro se incorporó, a la vez que yo, a la plantilla del Betis. Ellos no tuvieron suerte. Hubieron de abandonar prematuramente el deporte. El uno, porque no le salieron las cosas a pedir de boca. El otro, porque sufrió una lesión en una pierna. Así que, en la actualidad, el único futbolista de la familia es un servidor de ustedes.
Pienso que probablemente querrán saber mis lectores, si los tengo, cuándo y dónde comencé a patear la pelota. Ello ocurrió en Sevilla, en el colegio de los Salesianos, donde estudiaba. Se constituyó en este colegio un equipito y en él me enrolaron. Dada mi aventajada talla y mis condiciones físicas, me confiaron las funciones de defensa central. Creo que en este puesto no se me daba mal. Mi vocación era enorme. Lo que yo quería, ente todo y sobre todo, era jugar. Lo hacía con un entusiasmo extraordinario. Me entregaba de lleno al juego, sin suponer nunca en aquellas fechas que, al correr del tiempo, el fútbol sería mi profesión.
Un buen día, todos los chavales del equipito del colegio pasamos en bloque a los infantiles del Betis. Tenía entonces doce años de edad. Poco después me incorporaron al cuadro juvenil. Allí me alineaban unas veces de medio volante y otras de delantero. Puede cirse que he jugado en todos los puestos de un equipo si exceptuamos el de guardameta.
Al cumplir los dieciocho años me encuadraron en el Triana, equipo filial del Betis que militaba en Tercera División. En el Triana estuve poco tiempo. Tan sólo jugué ocho o diez partidos. Este es un detalle que no recuerdo bien. La cuestión fue que el Betis me reclamó y, siendo todavía juvenil, me trasladaron a la plantilla del primer equipo bético. No puedo describir la alegría que experimenté por este ascenso. Debuté frente al Pontevedra. No se me olvidará nunca. Jugaron conmigo aquella tarde Ansola, Pallarés y Molina. El entrenador me encargó que cubriera el puesto de extremo derecho. Sucedía esto en la temporada 1963-64.
No quiero que se quede en el tintero la nostálgica evocación de mi época estudiantil. Los libros no se me daban del todo mal, aunque no era precisamente un “empollón”. Tras los estudios primarios hice el bachillerato. A la hora de elegir carrera ingresé en la Escuela de Aparejadores. No llegué a terminar esta carrera. Sospecho que no la terminaré nunca, Todavía no he acertado a decirme a mí mismo si esa profesión me gustaba o no me gustaba. En la actualidad me atrae el Periodismo, pero no creo que llegue a cursarlo.
No divaguemos. Volvamos al meollo de la cuestión: al fútbol. La labor que más frecuentemente he realizado ha sido la de defensa y la de delantero centro. De delantero en punta ¿eh?. Es un sitio que, por sus características, le viene como anillo al dedo a mi temperamento. Entiendo que mi recurso fundamental es la rapidez.
Como ya he dicho antes, en principio no se me pasaba por la imaginación la idea de que, en un futuro más o menos próximo, me convertiría en un profesional del fútbol. Esta creencia comenzó a arraigar en mi ánimo cuando me llamaron por primera vez a la selección nacional de juveniles. Lo cierto es que hoy, volviendo la vista atrás, no me arrepiento de haber hecho de este deporte mi profesión. Si exceptuamos algunos pequeños disgustos y sinsabores, en el fútbol las cosas me han rodado bien y he tenido suerte. ¿Qué más puedo pedir?
Suele afirmarse que lo fundamental en un delantero centro es marcar goles. Quizá, y tal como se juega hoy día, haya que modificar esta definición, señalando que el ariete debe facilitar la incorporación al ataque de los de atrás, para que sean ellos quienes consigan las dianas. Por esto, cuando juego con el número nueve en el dorsal, tiendo a desplazarme a los extremos para atraerme a los defensas contrarios. Desde luego, siempre que me alinean trato de ser goleador. Lo intento con el mayor afán. Claro que, en la práctica, tanto da que los goles los cobre yo o mis compañeros.
Opino que el mejor, o uno de los mejores delanteros centros españoles, es Gárate. Le admiro. Posee unas cualidades excepcionales. Tiene todo cuanto se necesita para adquirir como ariete una relevante personalidad: habilidad, velocidad, técnica y buen remate. Uno procura asimilar las virtudes deportivas de Gárate y de otros grandes delanteros para infundir a su estilo una mayor perfección y una más depurada técnica.
Fue Ladislao Kubala quien, en el primer partido que dirigió como seleccionador, me hizo internacional A. ¿Cuáles eran mis méritos para tal honor? Yo militaba con el Betis en Segunda División. ¿Por qué se acordaron de mí? Supongo que fue porque la temporada anterior, la de 1968-69, me proclamé máximo goleador. Y el 15 de octubre de 1969, en La Línea de la Concepción, me enfrenté al equipo representativo de Finlandia, al que vencimos por un rotundo resultado de 6-0. Marqué uno de los seis tantos. Ya pueden figurar ustedes la ilusión que me hizo el figurar entre los representantes del fútbol español.
En la selección A mi partido más completo lo disputé el 16 de febrero de 1972 en Hull (Inglaterra) contra Irlanda del Norte. Formamos aquel día: Iríbar; Sol, Gallego, Costas; Tonono, Benito; Aguilar, Lora, yo, Quini y Rojo. Mi actuación personal me dejó muy satisfecho.
Permanecí siete temporadas en el Betis. Después estuve un año sin jugar. Todo ello a causa de un desacuerdo que surgió entre algunos directivos del club sevillano y yo. Perdonen que no me extienda más sobre este asunto. Es agua pasada. Y, como dice el refrán, agua pasada no mueve molino. El problema se resolvió cuando en 1971-72 fiché por el Valencia. Mi presentación oficial en el once valencianista tuvo lugar en el estadio Luis Casanova el 18 de septiembre ante el Gijón, en la tercera jornada liguera. Superamos a los asturianos por 1-0.
No sé qué haré cuando haya de colgar las botas. Todavía no he adoptado ninguna determinación. Preveo que aún puedo jugar algunos años más. Pero, desde luego, ya tengo que ir pensando en planificar mi futuro.