Cómo ganan a nuestros equipos por esos pueblos, de Oreto
En la Sevilla del primer tercio del siglo XX proliferaron los clubs de fútbol. Además de los dos grandes equipos actuales que nacieron en la primera década del siglo hubo muchos otros que nacieron a un nivel mucho más modesto para desarrollar la práctica deportiva. Hay un primer escalón de equipos que llegaron a participar en el Campeonato de Andalucía al mismo nivel que Sevilla o Betis, por ejemplo el Nacional FC, un segundo escalón de aquellos equipos que compitieron en un escalafón inferior, el llamado Campeonato B, donde destacan equipos como el San Román FD, Deportivo Príncipe, Triaca FC, Fabié FC, Gimnástica de Triana, Industria FC, Iberia FC, AD Museo, etc.
Y luego hay un sinfín de equipos, los de tercera categoría, que compiten en campeonatos de carácter local como el Regina Athletic, Luchana FC, Balompédica Sevillana, Arco Iris FC, Osario FC, Calavera FC, Triana FC, CD Calasancio, Reina Regente FC, Rápid Andaluz, Carolinas FC, Unión FC, Sporting Club, Patronato FC, Sparta FC, etc
Adicionalmente en muchos de los pueblos de la provincia el fútbol se desarrolla a lo largo de los años 20, con lo que tenemos noticias de actividad futbolística y clubs en muchas localidades: Dos Hermanas, Coria, Marchena, Mairena, Osuna, Olivares, Carmona, Villanueva del Río y Minas, Ecija, Alcalá de Guadaira, etc
También será muy frecuente que los pequeños clubs sevillanos, en los que lógicamente imperaba el fútbol amateur, fuesen a disputar encuentros de carácter amistoso en pueblos cercanos o incluso de otras zonas cercanas como Extremadura. Este es el caso que traemos hoy, mediante un relato publicado en el diario sevillano El Liberal, el más importante de la época, correspondiente al 1 de agosto de 1926 y en el que firmado por Oreto, el periodista Juan Otero, se relata la experiencia y diversas peripecias que suponía por entonces para estos futbolistas aficionados ir a jugar un encuentro amistoso a una pueblo.
Nuestros equipos de segunda y tercera categoría y muchos no federados salen con frecuencia de excursión por los pueblos de Andalucía y de Extremadura, invitados para jugar con los equipos locales. A pesar de que la superioridad de nuestros equipos sobre los pueblerinos es casi siempre manifiesta, rara vez suelen ganar en estas excursiones, y es que la pasión de los públicos, la parcialidad de los árbitros y otras causas muy pintorescas contribuyen a este resultado adverso para nuestros futbolistas.
Hace unas noches, en la mesa de un café junto a otra en que nos encontrábamos nosotros, un grupo de muchachos comentaba las peripecias de una de estas excursiones, bien ajenos a que su conversación era para nosotros muy interesante.
Los reunidos pertenecían a una de las muchas sociedades modestas y casi desconocidas que existen en Sevilla, y acababan de regresar de una excursión deportiva a un importante pueblo de Extremadura, donde habían jugado dos partidos.
Nos enteramos que para jugar el domingo habían salido de Sevilla el sábado, en el mixto de la noche, llegando al término de su viaje a las seis de la mañana, después de una noche en tercera y sin dormir.
Al llegar al pueblo fueron recibidos por varios directivos, los que le tenían preparado un buen desayuno, que se sirvió después de un par de horas de espera, y cuando terminado el refrigerio los sevillanos se disponían a descansar en la fonda hasta la hora del almuerzo, les hicieron desistir de sus naturales deseos, invitándoles a un baile que precisamente se había organizado en su honor a las once de la mañana. A la una, terminada la fiesta, fueron llevado a visitar varias bodegas, donde no pudieron evitar los correspondientes convites, y a las dos y media de la tarde a la fonda, donde tenían preparado el almuerzo, que terminó después de las cuatro, y como el partido comenzaba a las seis poco o nada podían descansar del ajetreo de la noche y de las primeras horas del día.
Cuando saltaron al campo nuestros paisanos, el que menos estaba en los horrores de la digestión y con más deseos de tumbarse en el suelo que de impulsar el balón hacia la red enemiga.
Luego, durante el partido, el árbitro adoptaba las decisiones más pintorescas para favorecer a sus coterráneos y el público, francamente parcial a favor de los suyos, rara vez mostraba su complacencia hacia los sevillanos.
En estas condiciones, antideportivas y antihigiénicas por todos conceptos, lo natural es que el equipo visitante sucumba ante sus contrarios por mucha que sea su superioridad futbolística.
No comprendemos ese afán de los equipos pueblerinos por ganar a toda costa y a base de artimañas a los equipos sevillanos, ya que lo esencial al organizar estos partidos debía ser fomentar la afición y al mismo tiempo sacar enseñanzas y perfecciones de los encuentros con equipos de la capital, que generalmente poseen una técnica más depurada y un juego más eficaz y conjuntado.
Siguiendo por este camino, el fútbol en los pueblos concluirá por extinguirse, ya que los equipos de la capital irán sin otro fin que el de divertirse y pasar un día de juerga, importándole bien poco la cuestión deportiva, y cuando el público observe uno y otro día que los forasteros van a dejarse ganar, terminarán por no asomarse al campo de fútbol de su pueblo, aunque le anuncien el mejor equipo del mundo.
No es este el camino a seguir, ni el amor propio de un equipo consiste en ganar, sea como sea, al del pueblo próximo o al de la capital que le visite, el amor propio de un equipo consiste en jugar cada vez mejor y en depurar el conjunto a fuerza de entrenamientos y partidos con equipos superiores, que es lo que han hecho todos los Clubs para conseguir llegar a destacarse. Eso de ganar sea como sea no conduce más que a engañar al público y engañarse ellos mismos, destruyendo por completo la afición que en las primeras de cambio se pueda haber formado.
Claro que hay excepciones; que no en todos los pueblos se sigue el procedimiento relatado; pero hay que reconocer que desgraciadamente en la mayoría es una realidad lo que en su conversación comentaban varios muchachos en la mesa de un café, en el que también nos encontrábamos nosotros.