Era para Portu como seguir siendo del Betis
José Besteiro «Portu» jugó en el primer equipo del Real Betis Balompié entre los años 1952 y 1960. Antes, perteneciendo al filial bético de la época, el Juventud Balompié, ya había debutado con el primer equipo.
En sus años en el Betis jugó en Tercera, Segunda y Primera División, siendo uno de los 6 jugadores de la historia verdiblanca que participaron en las 3 categorías.
Tras abandonar el Betis en 1960 jugó dos temporadas más en Segunda División con el Cádiz, retirándose en 1962.
Hoy traemos un texto publicado en junio de 1963, en el diario Sevilla, en el que se hace mención a la boda del ya ex jugador, y en el que se nos relata el detalle que Benito Villamarín tuvo con él.
Hace unas fechas, escasas fechas, se casó Portu. No importa que haya abandonado el fútbol. No tiene importancia alguna que la inversión de las perras que ayer ganó en los terrenos de juego le hayan convertido en un hombre dedicado por entero al montaje de una granja cuya puesta en rendimiento garantizará su futuro.
No posee siquiera significación que don José Besteiro Fariñas no tenga más relación con el fútbol que el desfile de cada siete días por las taquillas para retirar su localidad. Portu, y es a lo que vamos, ha sido de esos jugadores que por obra y gracia de una trayectoria deportiva limpia y una simpatía personal arrolladora quedan definitivamente ligados a un club, permanentemente vinculados a la sociedad que los lanzó a un estrellato futbolístico, por y para siempre apretadamente enrolados a ese conjunto de factores que totalizan un club como son afición, equipo y directiva.
Portu sigue siendo uno más en el Betis. Ya hace tiempo que no es habitual en la calle Alemanes. Y en verdad que se le echa de menos. Como ocurre en cada sesión de entreno en Heliópolis y en cualquier viaje que el equipo realice. Tuvo siempre presta la alegría de su carácter para ser permanentemente un elemento revitalizador de la moral del grupo deportivo.
Portu vivió dos épocas distintas en el Betis. Surgió en aquel brillante Juventud de los Peñafuerte, Espina, Enriquito Román… Conoció del difícil peregrinar por los brevísimos recintos de Tercera donde el arrancar positivos casi garantizaba la tumultuosa despedida al autocar. Vivió la etapa recuperadora que inició Villamarín con su arribada al poder presidencial, el tiempo brillantísimo del ascenso a Primera y los iniciales años del Betis en la máxima División de nuestro fútbol. Por ello su carrera fue ascendente. Porque ascendente fue la andadura verdiblanca en la etapa que él defendió los históricos colores. Supo por igual del marcaje al “divo” del equipo de pueblo, cerca, muy cerca, del denuesto y el garrote, y también de la vigilancia deportiva de las máximas “estrellas”, Pelé, Puskas, Evaristo, Gento, Czibor.
También le llegó el turno. Y el viejo capitán se fue a gastar los últimos recursos de lo físico a la esquinita atlántica de Cádiz. Su carrera terminó modestamente. Él pudo buscar a cuatro periodistas y resumir su amplio y limpio historial deportivo. Prefirió callar y hacer recuento para pensar una nueva actividad. Él, que tomó en serio, muy en serio, su profesionalidad futbolística, no quiso llevar el balance demasiado lejos ni reconsiderar qué poca cosa le dejaba el fútbol después de haber sido figura.
Porque Portu fue figura. Sin grandes relumbrones. El brillo cegador es cosa efímera y solo los superclases son capaces de mantenerse en lo más alto. Ser figura es darlas todas un año y otro y otro. Jugar los veintitantos partidos cada temporada y demostrar al club tesoneramente que traer jugadores para determinado puesto es gastar dinero en balde.
Los clubs no olvidan, no pueden olvidar, a jugadores como Portu. Unos días antes de su boda, Portu fue a la calle Alemanes. Llevaba un puñado de sobres bajo el brazo. Nominalmente o por cartas, todos estaban invitados…
Y como los clubs no olvidan y hay presidentes que saben estar en los cargos y por los cargos, Villamarín hizo el regalo que Portu merecía. En dinero contante y sonante. Qué importa la cifra. Muchos billetes de los grandes. Lo mejor de todo ello no fue la cantidad, sino el gesto presidencial, que era demostrar al jugador que seguía siendo del Betis.
Como una “prima” última, como recompensa final de una gran victoria. Portu se debió llenar por dentro de una gratitud emocionada, cuando en realidad, con el cheque, era el Betis el que le daba a él las gracias.
Fuente: Sevilla 20 de junio de 1963