El rostro de la catarsis
Mini-Estadi. Barcelona. Minuto 65 de partido. Iriney recupera un balón que antes había peleado Molina y se dirige como una flecha hacia el área blaugrana. Tiro seco, ajustado, golpeado con el alma y gol que sentencia el partido. 0-3.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras y la de la jugada y posterior celebración del centrocampista brasileño define a la perfección la temporada del Betis.
Un equipo valiente, entregado, con personalidad. Un plantel de profesionales que aún ganando 0-2 seguía presionando como si fuera el último balón, tocaba la pelota con criterio y entraba al rival como hacia años que no se veía en la defensa de las trece barras.
Hablamos de un cuerpo técnico y unos futbolistas que se han aislado de problemas económicos, institucionales y judiciales y van a poner, salvo catástrofe mayúscula, al Real Betis Balompié y a su afición en el lugar que le corresponde.
Cuántas cosas han cambiado en tan sólo unos meses. De la desesperanza, el maltrato y el bochorno, el Betis ha pasado a renacer de sus cenizas en uno de los peores momentos de su historia y recuperar su esencia. Una catarsis a base de fe, rabia y trabajo que, como el mismo Iriney en el gol, ha desembocado en una liberación triunfal y con ciertas dosis de locura. ¿O no es de locos que más de 5.000 béticos estuvieran en la ciudad condal animando al equipo tras 18 años de zancadillas? Bendita locura.
El amazoniano se metía el balón en el estómago haciendo alusión a lo que viene. Y lo que viene es un futuro verde esperanza. Con un Betis de béticos, en Primera y cada vez más limpio. Ahora si…