La metamorfosis de Álvaro Vadillo
Dos señores, abonados del Real Betis Balompié, entran a consumir, en el bar de su barrio, el más que típico café con leche mañanero, acompañado de una buena tostada con jamón. Ambos acudieron, anoche, a ver a su Betis. Mañana de caras sonrientes, mientras que Juan y Jesús, los dos abonados béticos, se cachondean de Federico, del otro equipo de la ciudad y poco sonriente desde hace un par semanas. Juan y Jesús hablan sin parangón del encuentro, mientras que Federico se resigna a esperanzarse en que su equipo no prosiga con su pésima trayectoria.
-Hay que ver, Juan, el partidazo que se marcó el niño ese. Hacía tiempo que no lo veía.
-Cómo lo sabes. Fue saltar al campo y revolucionar el partido. Si fuera Mel, no le daría más bola al Campbell ese, Jesús, y apostaría por los chavales nuestros.
-Despacito y con buena letra. A jugadores así, hay que saber gestionarlos correctamente. Si no, pueden desaparecer tan rápido como aparecen.
El diálogo anterior podría ser el ejemplo de cualquier cafetería en el día de hoy, típica de dos señores jubilados, de esos que han visto a gente como Rogelio o Gordillo salir ‘desde abajo’. La unanimidad de la prensa en ensalzar a un jugador se complementa con el halago del pueblo bético.
El fútbol tiene fe de que vuelva ese imberbe dieciseañero, sorprendiendo a propios y a extraños. Esa actitud, ese pundonor por coronarse como algo grande en esto del balompié. Desde aquel fatídico choque en un templo del fútbol, el Santiago Bernabéu, el gaditano no había vuelto a ser el mismo.
En el momento más inesperado, una lesión jodida. Bajón anímico. Incertidumbre. Volvió a Alemania con el primer equipo, pero las sensaciones no eran las mismas. «La condición física aún no estaba al cien por cien», decían, cuando el problema arrastrado se agravó más de la cuenta.
La esperanza yacía intacta, mientras que el rendimiento se empeñaba en afirmar lo contrario. En el filial, donde está disputando la mayoría de los partidos, la temporada no está siendo brillante, a la par que el rendimiento del diecisiete (o veintisiete, en el primer equipo) puertorrealeño. Es uno de los puntales, llamado a marcar las diferencias en una categoría híbrida como la Segunda ‘B’: mitad veteranía, mitad juventud.
A día de hoy, inmerso en la confusión del que sigue al filial verdiblanco habitualmente, he vuelto a vislumbrar un aura de luz alrededor del extremo. El futbolista debe ser consciente de que se le necesita en el Villamarín y en la Ciudad Deportiva Luis del Sol. Tal vez, más en el segundo lugar, donde el rendimiento está siendo pésimo, incluso llegando a partir como suplente en el último encuentro.
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Noticia por Antonio Fernández Ocaña
Nací una gélida noche de diciembre del 1993. Desde entonces, tuve claro que quería dedicarme al tan romántico como complicado oficio del periodismo deportivo. Estudio el Grado de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. Por aquí, dicen que soy el encargado de la Sección de Cantera.