Rogelio: Dios en el Betis y sueño imposible del Barcelona, por J. M. Navarro

Foto: ABC Sevilla
Rogelio Sosa es junto a Luis del Sol, Julio Cardeñosa y Rafael Gordillo, la nobleza del Real Betis Balompié. Quien haya tenido la fortuna de ver jugar a los cuatro puede decir, sin temor a equivocarse, que ha visto jugar a los mejores de la Historia verdiblanca.
El de San Jerónimo portó tres camisetas aparte de la tercibarrada (Real Madrid, Juve y Roma), el pucelano y el del Polígono una (Valladolid y Real Madrid). El coriano tuvo la gran fortuna de vestirse solo de menta y nata… en partido oficial, habría que añadir. Dieciséis temporadas si queremos ser rigurosos. Porque hubo una vez, en amistoso, donde el de la pata de caoba se enfundó la zamarra azulgrana.
¿Cómo? Sí, como leen. Esta es la Historia.
Domingo de Ramos del sesenta y seis. El Betis desciende en Málaga. Rogelio, expulsado una semana antes en el derby, no es de la partida. El encuentro se resuelve en el último minuto con gol de Otiñano. Es año de Mundial, el de Inglaterra. El año que don Benito se vio obligado a dimitir para dedicarse a luchar contra la enfermedad que se lo llevaría finalmente. La campaña, por esto mismo, finaliza muy pronto dejando paso a la Copa y ahí, precisamente ahí, metió mano a ganar el equipo y, tras eliminar al hexacampeón de Europa, por ejemplo, solo terminó sucumbiendo en semifinales, frente al Athletic de Bilbao.
¡Las cosas del Betis!
Como esta temporada, los de Heliópolis consumen el ejercicio en desafíos intrascendentes. En ese contexto, se recibe una curiosa petición en las oficinas del único que es Real y Balompié. El FC Barcelona va a realizar un homenaje a José Plana y aspira a contar con las estrellas de la Liga española. Vavá y Lico del Elche. Marcial del Español. Antón y Rogelio.
Los primeros son el Pichichi y el centrocampista por el que suspira medio país. Marcial sería un grande del Barça y del Atlético de Madrid años después. Anton, para los que no lo sepan, sería Marcos Senna en este tiempo.
La gerencia accedería y el 8 de junio de 1966 el Nou Camp, donde se iban a congregar 40.000 almas, va a ver salir por su túnel de vestuarios a los locales con el siguiente once: Sadurní; Benítez, Torrent y Antón; Lico y Torres; Zaballa, Muller, Vavá, Chus Pereda y Rogelio. ¡Casi ná! Enfrente el célebre Vasco de Gama brasileño. Con el silbato Pintado. El marcador final va a ser de empate a uno, con goles de Lico y de Wilson para los sudamericanos.
Esa tarde noche en el santuario culé, sobre el corazón del de la pata de caoba no estuvo el escudo del glorioso. Estuvo el de un grande que siempre suspiró por él. Estuvo el de una entidad que intentó hacerse con sus servicios varias veces a lo largo de su carrera y que, la única vez que recibió un sí de los béticos, fue esta.
Rogelio era ya entonces Dios con el diez a la espalda. Y a Dios, quien quería verlo, tenía que venir a hacerlo a su Parroquia, frente a su feligresía, porque antes, como hoy, había y hay cosas que el dinero no puede comprar.
José Miguel Navarro Barrera