Un, dos, tres…¡despierta!
Así fue, como al que lo despiertan tras una sesión de hipnosis. El Betis veía la salvación a cinco puntos y en diez minutos la volvía a tener a ocho tras recibir dos goles. El que no lo haya hecho aun, debería asumir con prontitud el inevitable destino del club verdiblanco.
Y es que el conjunto de Calderón se ha empeñado a lo largo del curso actual en no dar el golpe sobre la mesa cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Dejó pasar la ocasión histórica de eliminar al Sevilla en la Europa League cuando tenía una ventaja muy favorable y, en la Liga, cada vez que tiene la posibilidad de acercarse a los puestos de salvación, desaprovecha la oportunidad. Lo viene haciendo durante toda la Liga. La diferencia de las otras veces con la desperdiciada frente al Málaga es que, esta vez, parece definitiva. Los motivos puntuales en este partido fueron el fallo de las oportunidades de gol que le impidieron sentenciar el encuentro y el enésimo error de Chica. El lateral catalán fue incapaz de parar a Amrabat haciéndole una falta que todo el mundo veía necesaria. Con lo fácil que es agarrar a un jugador de la camiseta. Con lo fácil que en otros partidos ha hecho Chica faltas absurdas e innecesarias, ayer, cuando tenía la obligación de hacerla, no la hizo. Lo que pasó luego no coge de sorpresa. El equipo se hundió moralmente, más aun cuando N´Diaye tuvo la victoria en la jugada siguiente al gol malaguista. La tragedia se consumó minutos después, haciéndose más dramática con el lanzamiento de Rubén Castro al larguero desde el punto de penalti, que bien le pudo haber dado al Betis un (insuficiente) empate.
Bien harían desde el club en ponerse manos a la obra y confeccionar un equipo que, cuando llegue el mes de abril del año que viene, tenga el ascenso a Primera División encarrilado. No dejen correr el tiempo, porque lo estarán perdiendo.