Amor al Club
En 1951, después de 4 temporadas ya en la Tercera División, el Betis se clasifica para jugar la liguilla de ascenso a Segunda. No se consigue el ascenso, que es para el Atlético Baleares con 13 puntos, mientras que en la segunda plaza empatan a 11 Alicante, Betis, Recreativo y Cacereño, siendo los alicantinos los clasificados para el ascenso por el goal average particular.
Cuando ya parece que el equipo está condenado a seguir una año más en la Tercera División, surge una nueva posibilidad ante la petición de garantías económicas por parte de la Federación Española de Fútbol a determinados clubs, so pena de perder la categoría.
Comienza así de nuevo la afición a ilusionarse ante la posibilidad de reingresar en la Segunda División, dado que el Betis era el primero en la lista para ocupar posibles bajas.
Pero en su reunión del 21 de agosto de 1951 el comité directivo de la Federación Española de Fútbol resolvió ampliar el plazo para liquidar las deudas pendientes hasta el 31 de diciembre, con lo que no habría descensos ni ascensos por causas administrativas
El club tendrá así que comenzar su quinta campaña en la Tercera División. Este artículo de Sevilla del 24 de agosto nos describe el estado de ánimo de la afición en todo este tiempo. Primero la ilusión ante la expectativa del ascenso, después el desengaño y la tristeza ante la dura realidad.
Aunque al final resurge «el entusiasmo y el cariño que siente a sus colores». Toda una declaración de fidelidad y lealtad en los años más duros que conoció el Beticismo.
A raíz de la terminación de la «liguilla» de ascenso a Segunda, se apoderó de los béticos un átomo de esperanza, que cada cual procuró transformar en ilusiones, inconmovibles ante los más duros desengaños.
Sobre esta ilusión en confiar en el futuro, ha vivido el verdiblanco largas semanas. Y confiado en sus suposiciones se ha dejado llevar por los nervios discutiendo aquí y allá, proclamándose él mismo militante de esta o aquella categoría. Pero siempre, y esto es lo magnífico, basado en esperanzas, ilusionado como un niño.
Desgraciadamente la realidad ha llegado, mostrándose tal y como es. En un minuto ha visto caer, desmoronados, aquellos castillos que creó, día tras día, semana tras semana con su imaginación. De pronto se ha visto cual es. Pequeño, sin recursos, expuesto a la burla, solo…
Y en su espíritu, pasado ese minuto de desaliento, ha surgido potente, con todas sus fuerzas, el entusiasmo y cariño que siente a sus colores. Acepta, como buen deportista, la realidad. Pero toma de nuevo en sus manos las armas necesarias para la lucha. Así, con ilusión, fé ciega en los mismos hombres que antes, con ese espíritu rebelde y magnífico que le caracteriza, reaparece con todo esplendor, se hace sitio entre los mejores y coloca su bandera, la bandera verdiblanca, proclamando a los cuatro vientos que, por encima de todo, en él perdura su amor al Club, su lealtad indestructible a los colores verdiblancos.
Viene la lucha. Pues a ella. Lo que no se consiguió el año anterior, ya se conseguirá en el próximo. Todos perdonados y todos amigos. Y bajo esa amistad, a luchar todos de nuevo por el Club.
Fuente: Sevilla 24 de agosto de 1951