Ángel Antonio BERNIT Gómez (a) «BERNI».-«Sevilla y Asunción»
Asunción (Paraguay), lunes 09 de Enero de 1933.
Centrocampista del Real Betis Balompié, Primera División 1959-1960, 26 años.
«UNO QUE VISTE DE VERDE Y BLANCO»: SEVILLA Y ASUNCIÓN.
Si en el terreno de juego BERNI sabe demostrar su valía, no lo es menos en ese terreno que los españoles inmortalizamos queriendo hacer que nadie muera sin haber plantado un árbol o escrito una poesía o una prosa.
Aunque prosa, esto es poesía. Berni acaba de enviarme unas líneas bellas, con acentos de amor, de cielo azul y mar salada. Berni ha sabido tomar la pluma, pensar en su Patria, soñar con Sevilla, añorar a su Betis…y plantar su árbol literario.
La revista de la Afición Bética «VERDE Y BLANCO», con laconismo, le expresa de todo corazón, su más sincera gratitud por esta colaboración.
» Y porqué tengo que hablar de fútbol… No. Para eso ya hay personas doctas. Mi misión en el deporte es la de cumplir honradamente. Nada más. Para escribir no es preciso que el tema circunscriba a la acción que yo desarrollo. ¿No les parece?… Y hay tantas cosas sobre las que escribir… Una, sobre todas, Sevilla.
Sevilla me ganó desde el primer momento. Y era difícil borrar de un simple manotazo la impresión de que mi tierra paraguaya traía grabada en el corazón. Asunción, la capital de mi Patria; el suelo que me vió nacer; donde yo correteé en mis primeros pasos; donde me fuí formando al lado de los míos, tiene tal encanto, tal embrujo, que solamente Sevilla podía conseguir el amplio milagro de mitigar mi nostalgia.
Y, sin embargo, lo consiguió. Ya en mi primera visita con el San Lorenzo de Almagro, en el año 1955, me había cautivado… Y soñaba con volver…
Dios quiso emborracharme de cielo y estrellas sevillanas. Dios quiso que conociera el misterio hecho embrujo de la Semana Santa de Sevilla. Dios quiso que en la Feria abrileña tocara mi cabeza con el sombrero cordobés y que marcara torpemente algunos pasos de sevillana… Dios quiso que en la mañana cuajada de bruma del Rocío, pudiera mostrarme ante la Blanca Paloma, para que en la Marisma un paraguayo evocara los difíciles momentos de su vida, en el nido blanco de su Ermita… Dios lo quiso así…
Y ahora, en esas noches suaves, azules con brillo de Sevilla, cuando las estrellas son puntitos rutilantes colgados en la techumbre de Dios; cuando la Luna, esa Luna que sólo aquí se encuentra tan nítida, pienso en la soledad de mis horas calladas en mi Paraguay… Y es igual, exactamente igual… Aquella es mi Patria… Y esta Sevilla es un trocito de la Madre… Mis padres pensaban en España… Y yo que vivo en ella, en ella quiero morir…
Pero eso sí, que en mi última hora, unidos con los ecos más briosos de una copla andaluza, sonaran en las alturas las notas candenciosas y melodiosas de las «guaranías», con fondos de arpas y unas voces de mujeres «indiecitas» repitieran una y otra vez… «Che reta ro juijú»… ¡¡ Tierra mía ¡¡ ¡¡ Cuánto te quiero ¡¡…
Sevilla y Asunción llenáis mi vida».