Areso y Aedo, de Manuel Fdez. de Córdoba

En octubre de 1987 en Atocha se rindió homenaje a diversos componentes de la selección de Euskadi formada durante la guerra civil. Entre ellos estaban dos ex jugadores del Betis que se proclamó Campeón de Liga en 1935: los defensas Pedro Areso y Serafín Aedo, residentes en Argentina y México desde esa época.
Enterada la directiva bética de su presencia en España hizo gestiones para que se desplazaran a Sevilla para ser homenajeados en el Benito Villamarín durante el Betis-Logroñés jugado el 25 de octubre de 1987. Se les impuso a ambos la insignia de oro del club y efectuaron el saque de honor antes del inicio del encuentro.
Ese día en ABC Manuel Fernández de Córdoba en su columna «Por la banda» escribió este sentido homenaje a dos mitos de la historia verdiblanca. Aunque en él hay algún que otro error histórico (Soladrero, Roberto o Enrique no formaron parte del equipo campeón, y Areso y Aedo no volvían a Heliópolis, pues ellos jugaban en el Patronato) merece mucho la pena por el sentimiento que siempre ponía en sus artículos.
Puede que hoy, sobre las cinco de la tarde, cuando otro Betis bien distinto esté listo para enfrentarse al Logroñés, dos hombres salgan a la yerba de Heliópolis y puede que entonces el viejo Stadium de la Exposición tiemble de emoción y de nostalgia, le dé marcha atrás, mucha marcha atrás al reloj del tiempo y se acuerde, Betis, de un año treinta y cinco en que estos dos hombres, Pedro Areso y Serafín Aedo, con Urquiaga bajo los palos, Peral, Soladrero y Roberto, en la media, y Timimi, Lecue, Unamuno, Enrique y Saro en la delantera, te hicieron, Betis, campeón de Liga.
Y quizás entonces, cuando el viejo Betis que siempre rondará la memoria de los aficionados al fútbol estalle en palmas, algo del corazón de estos dos hombres se le irá poquito a poquito al galope emocionante de toda una historia que ya tiene mucho de leyenda.
Hace ya mucho, mucho tiempo. No hubo otra cosa igual desde entonces. Desde entonces, y hasta que se trajo a las vitrinas la Copa Grande, la primera del Rey en el setenta y siete, no llegó por verdiblanco ninguna alegría más alegre que ésta del treintaycinco. Desde entonces pasó en verdiblanco de todo, y estos hombres, allá desde México, allá ahora cuando han vuelto a recaudar nostalgias con su selección de Euskadi, Honved a la española, en durísima posguerra, tendrán en su alma el recuerdo imborrable de su paso por el Betis.
Y habrá que decirles a ellos, a Pedro y a Serafín, qué fue de aquel su Betis, de qué forma aquel su Betis pagó como ningún otro equipo de fútbol aquella lucha fratricida que hizo dos Españas helando el corazón a todos los españoles. Y habrá que recordarle el manquepierda de los siete años de Tercera, cuando el bético cogía pancarta y era capaz de hacer andando los desplazamientos; y habrá que susurrarle qué sintió el Betis cuando, por fin, después de tantos años, volvía a Primera cuando se acercaba España al desarrollo y se tomaba la última curva de los cincuenta, y qué se sintió al enfrentarse con el rival de siempre.
Y habrá que traerle al recuerdo de su gloriosa y compartida vejez la noche grande, las lágrimas grandes, los triunfos grandes, las historias grandes de un equipo que tiene más de ochenta años y que conserva, en esencia, lo que ellos se llevaron cuando se fueron: ese no sé qué inexplicable que un día les hizo ser campeones.
Hoy, más de cincuenta años después, cuando, estoy seguro, más de un bético de los de entonces todavía esté yendo cada domingo al Villamarín a sufrir y a gozar con su Betis, Areso y Aedo volverán a la yerba de Heliópolis. Me imagino desde ya la ovación. Tronará aquello. Los viejos recordarán a los más jóvenes lo que éstos no pudieron ver nunca, y habrá abuelos, padres, hijos y nietos que unan sus palmas ante dos hombres, dos historias y dos preciosas leyendas: Pedro Areso y Serafín Aedo.
Una ovación que les dirá echando humo: Estáis en casa de nuevo; habéis vuelto al Betis, a vuestro Betis…
Fuente: Manuel Fernández de Córdoba ABC 25 de octubre de 1987