Atención, béticos: con el número uno, don Rafael Gordillo.

Como vimos recientemente aquí, hace 15 años que Rafael Gordillo accedió a la presidencia del Real Betis Balompié en la junta de accionistas celebrada en diciembre de 2010.
Una decisión que supuso un cambio trascendental en el devenir de la institución bética, que comenzaba así a enderezar el camino torcido y difícil que atravesaba desde hacía varios años.
En las páginas de ABC el periodista Francisco Pérez recibía con este artículo la llegada del ex jugador verdiblanco al puesto de presidente.
Quién te iba a decir, Gordi, que, a los 53 años, cuando las canas ya te platean las sienes y te nievan los recuerdos, ibas a encabezar una alineación que rivalizara con la que siempre prologó José Ramón Esnaola. Ahí estás, el primero en la megafonía, esforzándote para que no le metan más goles a este Betis de tus entretelas que te formó como persona y como profesional, y para cumplir la promesa, aun caliente su cuerpo inerte, a un amigo, Juan Manuel Gómez Porrúa, que se dejó la vida defendiendo los intereses de tu casa. Atención, béticos: con el número 1, don Rafael Gordillo…
Ya sabemos todos que no te gusta el protagonismo. Que no quieres hoy ni triangulito de cemento en la fachada del Benito Villamarín, ni agasajos de las Peñas, ni otro espacio en negrita en la historia verdiblanca, que no sea el que te ganaste recorriendo la banda izquierda como vendaval de un sentimiento que tú ayudaste, y de qué manera, a germinar en miles y miles de personas en toda España.
Ese sentimiento, Gordi, que te llevó a esa aceptar la oferta de la jueza Mercedes Alaya de convertirte en administrador judicial para tratar de devolverle el club a todos los béticos.
Te han hecho entradas tan fuertes, tan bestiales, en el césped, que te sé curado de espanto, pero ten muy presente que las patadas más alevosas están por llegar.
Más que espinilleras, hazte con una armadura. No conviene que minusvalores a tus futuros agresores en la confianza de que el árbitro te protegerá. Hay tarjetas rojas que no expulsan a nadie del terreno de juego, como hay órdenes de alejamiento que no intimidan al maltratador.
No sé lo que vas a durar en el cargo, pero la gente está ilusionada. Han recuperado su club y lo han puesto en unas manos amigas, las tuyas. Qué razón tenían los que decían que aquel niño del Polígono prometía. Promesa cumplida.
