Betis-Sevilla, la gran injusticia, de José Rodríguez de la Borbolla.

El texto que hoy traemos se publicó en Diario 16 Andalucía un 30 de septiembre de 1990, el mismo día en que en el Villamarín se disputó un derbi en el que el equipo rival se impuso claramente 0-3. La autoría del texto es de José Rodríguez de la Borbolla, conocido militante de la fe verdiblanca que alertaba en él de la injusticia que se estaba cometiendo en ese tiempo.
La recalificación urbanística de los terrenos aledaños al estadio del eterno rival, en una operación impulsada por un destacado representante del mismo grupo político del autor de este texto, condujo a un importante desequilibrio económico entre los dos clubs de la ciudad.
En el texto se reclamaba que por parte del Ayuntamiento de la ciudad se tuviera el mismo trato de favor en las intenciones de la sociedad verdiblanca, que en ese tiempo deseaba también la recalificación de los terrenos que ocupaba el Villamarín con la intención de trasladarse al futuro estadio que se iba a construir en La Cartuja.
Nada de esto se produjo, y la manga ancha que se tuvo en la primera operación no se tuvo en la segunda.
Quiero hacer una llamada de atención a los béticos: el resultado del partido de hoy tiene muy poca importancia. Animemos a nuestro equipo, sí; empujémoslo con nuestro aliento hacia las ondas del triunfo sobre el adversario eterno, claro; regocijémonos, llegado el momento, sorbiendo hasta los fondos de los néctares de la crátera portadora del jugo de la victoria posible, por supuesto.
Pero no pensemos que nos jugamos hoy algo especialmente importante, no desviemos nuestra atención de lo que debe ocuparnos a todos sobre todas las cosas, no dejemos que ni alegrías pasajeras ni lágrimas coyunturales nos distraigan de lo que tiene que ser nuestra meta irrenunciable: los béticos tenemos que movilizarnos para impedir, por todos los medios a nuestro alcance, que se consolide la enorme injusticia que está a punto de cometerse con nuestro club y, de rechazo, con nuestra ciudad.
La gran confrontación que se está desarrollando en los últimos tiempos no se produce entre dos equipos de fútbol, entre dos escuadras de hombres, entre dos conjuntos deportivos, con mayor o menos calidad cada uno de ellos, pero que a la postre tienen que medir sus fuerzas sobre el rectángulo de juego. Como sabemos, en fútbol, cualquier resultado es posible, de donde deriva la grandeza y la capacidad de atracción del deporte rey.
A lo que estamos asistiendo, de verdad, es a una batalla cruel y despiadada entre dos sociedades, dos modos de vida, dos maneras de entender el mundo en nuestra ciudad. Una batalla, además, en la que una de las partes, el Sevilla, ha sido colocado desde fuera en posición de clara ventaja frente a nosotros. Así hay que decirlo: el Sevilla es hoy más fuerte no por méritos deportivos, sino porque ha sido ayudado a ser más fuerte gracias a una operación inmobiliaria autorizada por los representantes municipales y que le ha permitido allegar los recursos económicos necesarios para el relanzamiento.
En efecto, las diferencias que hoy pueden existir no tienen base en lo deportivo. Durante los últimos quince años, por ejemplo, los resultados deportivos de ambos clubs no han sido tan diferentes. Creo que se puede afirmar, incluso, que ha sido mayor el número de triunfos nacionales conseguidos por los distintos escalafones del Betis. Tan productiva, por lo menos, tiene que ser una cantera como otra, si los resultados son, como son, tan comparables.
Tampoco las directivas ni los cuerpos sociales de una y otra entidad deben ser considerados como la causa de una diferencia sustancial. Las directivas son representativas de unos mismos sectores sociales—capas medias urbanas—y las masas de socios y seguidores no admiten hoy, creo, una diferenciación tajante.
La única diferencia estriba en que el Sevilla tiene dinero y el Betis no. Con dinero se fichan entrenadores de calidad, se contratan, por diversas vías, jugadores de dentro y de fuera, se puede actuar con cierta prepotencia y con seguridad en el destino, se puede ir diseñando el futuro con tranquilidad y sin estar permanentemente agobiado por el resultado inmediato. Con dinero se pueden cometer, incluso, pifias como la de Dassaev o se puede sufrir una derrota por 4 a 0 ante un equipo dirigido por Francisco, sin que nada grave suceda.
Sin dinero, las cosas cambian. Sin dinero, y sin perspectivas de tenerlo pronto, se sobrevive en la penuria y la poquedad y se vive en el día a día, por muy buena voluntad que se ponga y por recta que sea la intención que tenga un equipo directivo cualquiera, y por mucho que puedan perder el pellejo los jugadores en cada partido.
Con dinero, y sin dinero. Lo digo como bético, como lo pienso: el Sevilla tiene hoy dinero porque el Ayuntamiento de Sevilla ha permitido que se concretara una operación urbanística muy importante. Una operación urbanística que le ha proporcionado alas para su futuro deportivo. Y el Betis no tiene dinero porque hasta ahora no ha podido ejecutar una operación equivalente. Algo grave: no existe la impresión de que por parte de los munícipes se esté actuando con la suficiente diligencia como para dar satisfacción cumplida a esa otra mitad de sevillanos que somos los béticos. Más grave aún: muchos béticos tienen la sensación de que están siendo tratados discriminatoriamente, sin cariño, por parte de los responsables municipales.
Es posible, lo reconozco, que las soluciones no puedan ser las mismas. Pero es cierto que existen soluciones factibles y satisfactorias. Lo que se precisa es voluntad para encontrarlas. Los béticos no podemos asistir indiferentes a la consumación de una gran injusticia para con nuestra sociedad. Como no queremos, tampoco, que Sevilla entera sufra las consecuencias de la imprevisión y la cortedad de miras.
Defendemos al Betis y defendemos a Sevilla como ciudad europea de primera dimensión. Son pocas, todo el mundo lo sabe, las ciudades de Europa capaces de mantener más de un equipo de fútbol en la primera categoría nacional respectiva. En un mundo en que el deporte y el ocio son cada vez más importantes, éste es un hecho de enorme trascendencia, que contribuye a situar a las distintas ciudades en un lugar de privilegio en la atención de millones y millones de ciudadanos de nuestro continente. Ahí están los casos de Milán, Liverpool, Londres y pocas más. En España sólo Madrid, Barcelona y Sevilla con ciudades cada una con dos equipos en Primera. Conviene que ello siga siendo así, para la proyección exterior y para la riqueza de la propia vida ciudadana de Sevilla. Es por ello por lo que, reclamando una exigible, pero igualitaria, colaboración pública para la consolidación del futuro deportivo del Betis, los béticos nos convertimos, en realidad, en defensores de los intereses permanentes de la ciudad de Sevilla.
Espero que la ambición y altruismo de nuestros objetivos no choquen con la cortedad de miras de los requisitos administrativos. Porque en el caso del Sevilla no ha sido así