Cómo le marean la perdiz al Betis, de Luis Carlos Peris.

El verano de 2008 fue pródigo en noticias institucionales en el Betis a cada cual más sorprendente, primero por la significación que en sí tenía la noticia, y segundo porque con el paso del tiempo se iba demostrando la falsedad en que estaban basadas.
Así en ese tiempo lo mismo se anunciaba la construcción inminente de una grandiosa ciudad deportiva en Benacazón, como se daba pábulo desde los medios oficiales a la negociación para vender el club. Una operación esta última reiteradamente anunciada, ya fuera a un jeque árabe, a un empresario inglés, a Luis Castel o a una sociedad denominada Bsport.
El 30 de julio en un comunicado oficial se anunciaba el acuerdo con Bsport, que había efectuado un pago de 10 millones de euros como opción de compra, que se concretaría definitivamente en la primera semana de octubre. Ruiz de Lopera indicaba que el hecho de que los rectores de Bsport le hubieran transmitido la intención de que colaborase de forma decidida mediante un puesto directivo, había influido en que ésta fuera la oferta elegida, en detrimento del acuerdo anteriormente alcanzado con Luis Castel el 17 de julio.
Todo este dislate finalmente quedaría absolutamente en nada.
Al día siguiente del comunicado del acuerdo con Bsport en las páginas de Diario de Sevilla el periodista Luis Carlos Peris denunciaba la situación en que se encontraba el club.
Haciéndole falta como le hace un equipo entero nuevo, resulta que con los fichajes Emana y de Aurelio, más la promesa de Chrétien, ya parece que el Betis es otro. Y es que el verano de 2008 puede pasar a la historia del Real Betis Balompié tan tintado en negro como ha pasado el 92, el dichoso y ya maldito año de desgracia de 1992. Cuando el Betis necesita una catarsis que le devuelva la imagen perdida, defenestración de impresentables personajes que lo degradan, ahí se va el verano entre promesas de refuerzos que no llegan y maniobras tan burdas como lo del chaparrón de ofertas por hacerse con el paquete de Lopera.
Paquete accionarial, por supuesto, no de ningún otro tipo. Sólo tiene interés el accionarial, sólo, y el beticismo contempla estupefacto cómo todo es un marear la perdiz, ora me reúno con Castel y la compaña, más tarde con unos señores que salen muertos de risa del castillete del Fontanal y, tatachín, al poco se lo vende a sí mismo. Y es que no se comprende que la última operación no sea una venta a sí mismo, pues ¿quién va a soltarle la pasta a Lopera y, a la misma vez, darle un puesto en la mesa del consejo? Eso no se lo cree ni esa pandilla de sicarios que son capaces de levantar los paños del altar por orden y satisfacción del gran empresario de Jabugo, calle.
Es una desgracia, pero resulta incontrovertible que el verano de 2008 lleva camino de originar tantos daños colaterales como causó aquél en que Sevilla hervía con su Expo y el Betis era arrancado de las garras del demonio merced a las obras y las pompas de dicho prócer. Y así están las cosas, con el periodismo achicharrándose bajo el sol de Jabugo, calle no pueblo, a ver qué es lo que se le ocurre a don Manuel Ruiz de Lopera. Mientras tanto, la Liga se acerca de forma inexorable, Chaparro se faja con la dura realidad que le toca vivir, el equipo es lo que es y lo único incuestionable es que el todavía Real Betis Balompié continúa como estaba, qué espanto.