De aquellas rifas a este Estadio, de Emilio Vara.

El 19 de octubre de 1980 el Betis volvía a jugar en el Villamarín, donde no jugaba desde hacía 5 meses, concretamente desde el último partido de la temporada 79-80, el que se jugó el 18 de mayo frente al Valencia.
Las obras de las nuevas tribunas de Fondo y Preferencia y la remodelación del Villamarín para el Mundial de 1982, alargadas por la huelga de la construcción del verano de 1980, obligaron al club verdiblanco a no usar sus instalaciones, jugando en los inicios de esa temporada 2 partidos como local en el Sánchez Pizjuán, además de cambiar el orden del partido de la segunda jornada contra el Valencia, y disputar el partido de Copa como local ante el Rota en el Francisco Bono alcalareño.
Por fin en la séptima jornada de Liga el Betis volvió al Villamarín para enfrentarse al Hércules. Ese día se estrenó la nueva tribunas de Fondo, aún sin la visera que la tenía que cubrir. La nueva tribuna de Preferencia no se usó en este partido, recolocando a los socios de este espacio en Voladizo. Se estrenaron también nuevos vestuarios en la zona de Fondo, y se quitaron las vallas que desde 1977 cerraban los graderíos, siendo sustituidas por un foso. También se estrenaron nuevas porterías hechas por Antonio Tenorio y nuevo césped.
En las páginas de la Hoja del Lunes del 20 de octubre el periodista Emilio Vara evocaba los cambios que el club había vivido desde los años difíciles de la Tercera División, con la realización de rifas para ayudar a la difícil economía de la entidad, hasta el flamante presente del momento verdiblanco con el estreno de un remodelado Villamarín.
A la vista del nuevo estadio Benito Villamarín , casi terminado, digno escenario para un gran club y para un Mundial, como va a ser, a uno se le viene ahora a la memoria la estampa del viejo campo de Heliópolis, evocador de muchos recuerdos, unos alegres y otros amargos. Y son estos últimos los que el cronista recuerda con más fuerza como exaltación de un Betis y unos seguidores que, fieles a su historia, supieran luchar con tesón, con genio y con fe en las horas más bajas de la existencia del club verdiblanco para lograr que la entidad resurgiera de sus cenizas hasta volver a llegar, a fuerza de corazón y de coraje, a la plataforma de los mejores del fútbol español, donde estuvo y donde está, que es su sitio.
Uno tiene que recordar ahora, cuando el Villamarín es un gran estadio de rango internacional, que en ese mismo recinto, cuando era el modesto campo de Heliópolis, el Betis pasó por el trance de bajar al pozo de la Tercera División, después de haber sido, una década antes, nada más y nada menos que campeón de Liga. Y que sumido en el pozo de la Tercera, el Betis, en medio de una agobiante situación económica que dio la sensación de que el club podía llegar incluso a desaparecer, tuvo que recurrir a algunas rifas para poder sobrevivir. Rifas que, años más tarde, cuando el Betis ya había resurgido, han sido recordadas más de una vez a los béticos por quienes, en determinados momentos, han pretendido molestar a los seguidores verdiblancos, sin reparar que aquellas vicisitudes por las que atravesó la entidad blanquiverde no pueden ser motivo para que sus leales se sientan avergonzados por ello, sino todo lo contrario, ya que en esa época de rifas lo que demostró la familia bética fue su temple y sus agallas para luchar honesta y honradamente contra la adversidad y conseguir, con su esfuerzo, con su entrega y con su entusiasmo sin límites, que la pobreza, que no es ningún delito, fuera superada y que el Real Betis Balompié, paso a paso y con firmeza, volviera a escalar los peldaños que habían de devolverle a su puesto.
Y así, aquel Betis que en la década de los cuarenta parecía moribundo, gracias al pundonor y a la hombría de sus gentes, salió del pozo de la Tercera, cobró fuerzas en Segunda para llegar a Primera, volvió a su sitio en la División de Honor, y, ya en su categoría, fue de nuevo campeón nacional—conquistó la primera Copa del Rey, como ya sabemos—y obtuvo el rango de ser el Eurobetis, defendiendo con brillantez y con dignidad sus colores y el pabellón de nuestro fútbol por los campos de Europa. Y hoy, como club puntero del fútbol español, tiene un equipo que responde a su altura y acaba de abrir las puertas de su estadio Benito Villamarín profundamente remozado, ofreciendo un escenario a tono con su primerísima categoría.
Ante esta espléndida realidad, nada más lógico, en estos momentos, que se nos vengan a la memoria épocas amargas pasadas para testimoniar ahora el tributo de admiración y reconocimiento a cuantos supieron ser fieles a sus ideales béticos en las horas bajas y difíciles y fueron los artífices, con su meritorio y honrado esfuerzo de entonces, del resurgir de un club histórico que volvió a ser y es hoy el Real Betis Balompié.