El Betis, ese amor, de Antonio Hernández.

El poeta y escritor Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943) es uno de los grandes referentes de la literatura española, con multitud de reconocimientos y premios por su actividad literaria, además de una prolífica producción en prensa.
Es el autor del libro La marcha verde (1978), una obra clásica en la definición y reivindicación del Betis literario . Desde siempre Antonio Hernández ha proclamado su acendrado beticismo a través de sus artículos de prensa, como el que hoy publicamos en Manquepierda y que se remonta a julio de 1994.
En el texto Antonio Hernández hace profesión de su beticismo a través de un relato basado en una carta recibida en su casa, y en la que el Real Betis Balompié le felicitaba por sus éxitos literarios, lo que es aprovechado por el autor para realizar un recorrido que termina con una profunda declaración de amor al Betis y a todo lo que éste representa, ese Betis «de los que todo lo ganaron y todo lo perdieron».
No hace mucho, a lo sumo dos semanas, mi mujer me trajo una sorpresa del buzón de correos, y en mi casa, que está acostumbrada a las sorpresas que suponen premios y recensiones periodísticas de mis últimos libros, se organizó un pequeño festival de alegría y de asombro porque en el membrete de la misiva se veía un escudo en blanquiverde y la leyenda gloriosa “Real Betis Balompié”.
La abrí con los nervios del entusiasmo que me abandonaron en mi adolescencia de olivares, río Guadalete, peña de Arcos y otros deslumbramientos permanentes a esa edad del corazón en que somos tan líricos como irresponsables y tan felices como desgraciados y, mientras abría el sobre, mi hija dijo: “Eso es que te van a invitar a dar el saque de honor en un partido”.
Mi hijo, dándolo por hecho, me aconsejó que “contra el Barcelona, porque a lo mejor lo televisan”, y vi en los ojos grandes y verdes de mi mujer cómo la emoción comenzaba a amenazarle el rímel.
Bueno, no se me invitaba a nada, pero el presidente del Betis me decía que en el club de mis amores se estaba orgulloso de mí y que gozaban tanto con mis triunfos como con los del equipo, lo que es más que suficiente para mi ego desmesurado y mi colección de medallas afectivas.
Y fue entonces cuando por primera vez pensé que no soy de ese club por capricho ni por destino más o menos azaroso, sino porque sus pasos de irregularidad son como las huellas de mis vaivenes, siempre amagando sin dar en tentativa lírica diversa al Cantar de los Cantares.
El Betis y yo somos así, señora, le dije a mi mujer, parafraseando a un autor teatral de una gesta flandina poco digna de encomio. Y añadí, ya subido a la parra, “de los que todo lo ganaron y todo lo perdieron”.
Ahora, bajo la parra, con la modestia que otorga saberse pasto de los años y reflexión medida de ellos, creo que la felicidad puede estar en no aspirar a demasiadas cosas, y que el quiero y no puedo suele ser la causa de las más grandes heridas, que tiene más que quien mucho desea el que no aspira sino a sentir, y que con gozos intermitentes se supera a los dioses, pletóricos pero de aburrimiento.
Lorca escribió que quien pretende arañar la luna se araña el corazón. El Betis y yo somos así, señora, le dije a mi mujer: de los que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Queda un susurro, una llovizna, una brisa por encima de todo: que cuando el amor es tan bello, no es necesaria que sea bella la mujer a quien se ama. ¿No es así lo del Betis?