El triunfo de un yugoslavo, de Manolo Rodríguez.

Faruk Hadzibegic llegó al Betis en el mes de agosto de 1985 desde el Sarajevo de su ciudad natal. Defensa experimentado que desde el primer momento dejó patente su categoría técnica y su visión de juego, mucho más allá de las tareas defensivas que se le suponían como integrante habitual de la selección yugoslava.
A comienzos de diciembre de 1985 este artículo del periodista Manolo Rodríguez, en su sección El balón cuadrado, en las páginas de Diario 16 Andalucía, ponía en claro el valor que el defensor bosnio había cogido dentro de una plantilla verdiblanca en clara renovación , tras la salida ese verano de Cardeñosa, Esnaola y Gordillo, y que estaba necesitada de valores sobre las que reconstruir un equipo en transición.
Dos días antes del artículo, como ya vimos aquí, Faruk salió a hombros en las puertas del Villamarín tras ser el autor del gol con el que el Betis se impuso al Hércules.
Silenciosamente, Faruk Hadzibegic se ha convertido en el jugador más importante del Betis de la transición. Sin aspavientos, sin entrar jamás en batallitas ridículas, yendo a lo suyo, el yugoslavo de Sarajevo recibió el pasado domingo la definitiva muestra de aprecio por parte de su afición al ser izado a hombros en las puertas del estadio. Pero no solo eso. A Faruk, como gusta llamarlo Carriega, le otorgó la hinchada la definitiva credencial al obligarlo a bailar unas sevillanas. Era un modo de reconvertirlo a los usos y costumbres de una ciudad donde ya se le aprecia notablemente. Era su confirmación.
Y no fue todo porque él hubiese materializado el triunfo. No. La cuestión va mucho más lejos. La grada de Heliópolis, en apenas tres meses, se ha dado cuenta de que el Betis cuenta con un futbolista entero. Un jugador que nunca se descompone, que domina con suficiencia todas las técnicas del juego, y que, además, tiene suficientes agallas como para ponerse al frente de la tropa cuando es necesario el combate cuerpo a cuerpo.
Desde esta dimensión no resulta extraño que Luis Carriega y todos los que rodean al Betis, estén ya deseosos de entregarle a Hadzibegic mayores responsabilidades organizativas en el conjunto. El yugoslavo, en el conjunto actual, es mucho jugador como para tenerlo por detrás de la defensa. Por eso, un día u otro, tendrá que tomar el timón en la zona ancha y convertirse en ese eje sobre el que rote toda la estructura verdiblanca. No puede ser de otra manera. Ahora mismo, y sin que esto suponga un demérito para nadie, el Betis no puede encontrar más referencias y más liderazgo que el que provenga de Hadzibegic.
Por qué el yugoslavo es un futbolista espléndido dentro de la cancha y un modelo de profesionalidad y camaradería lejos de los estadios. Sin esfuerzos aparentes, ha conseguido hacer amistad con toda la plantilla, pero eso no le condiciona a la hora de vivir su vida. Se cuida minuciosamente, ayuda siempre a los compañeros en el campo, es disciplinado y obediente con las decisiones del técnico, y jamás vuelve la cara cuando pintan bastos. Con enorme tesón ha conseguido hablar español de un modo más que aceptable, se desenvuelve en un ambiente familiar modélico, y, sobre todo, no olvida los suyos, lo cual dice mucho de sus lealtades.
El domingo, cuando llevó el balón a las mallas y se abalanzó hacia el graderío, no pensaba ni en las primas ni en las posibilidades de fichar mañana por ningún grande. Pensaba solo en el equipo que le paga. Y en lo satisfecho que estarían hoy en Yugoslavia cuando supieran que lo habían sacado a hombros del Villamarín.
