Entrevista Alfredo Megido 1977
La estancia de Alfredo Megido en el Betis durante el año y 2 meses que estuvo en su primera etapa verdiblanca, entre septiembre de 1976 y noviembre de 1977, fue muy polémica y llena de aristas.
Megido llegó al Betis con la fama de jugador díscolo y difícil, aunque nadie dudaba de la tremenda calidad técnica que tenía, y que de hecho demostró en su paso por el Betis. Pero sus frecuentes choques con el técnico verdiblanco Rafael Iriondo le condujeron en numerosas ocasiones a ser relegado, y todo pareció extremarse más durante la pretemporada en el verano de 1977. De hecho marchó a Holanda y Brasil acompañado del secretario técnico José María De la Concha con la intención de traspasarlo a algún club de estos países, lo que al final no se llevó a cabo.
Sorprendentemente Alfredo Megido volvió a contar para el entrenador a comienzos de noviembre y en esta entrevista publicada en el diario Suroeste, a cargo del periodista Luis Carlos Peris, se nos cuenta con detalle toda la trayectoria del futbolista desde sus inicios en el Sporting de Gijón, su posterior pase por el Granada y su fichaje por el Betis, además de darnos algunos jugosos detalles sobre su vida personal, como por ejemplo su faceta musical o su deseo de conocer nuevos países.
En la línea de sorpresa que comentábamos antes 6 días después de esta entrevista, el 24 de noviembre, el Betis y el Girondins de Burdeos llegaban a un acuerdo para la cesión de Megido al club francés hasta el 30 de junio de 1978.
Esa fenomenal emisión radiofónica que es Olimpiada soltaba en su emisión del Día de los Difuntos una primicia que hizo las delicias de la mayoría de los béticos. En el trascendental partido que los verdes disputarían por la noche con el “Lok” alemán, uno de los jugadores más controvertidos que han existido en la historia del fútbol español luciría en el listado verde y blanco el número nueve. Alfredo Megido recobraba su titularidad que sostuvo hasta el mismísimo día grande del 25 de junio. Atrás quedaba una serie de despropósitos que a nada bueno conducían. Pienso que la medida sirvió de aglutinante para una afición que andaba como queriéndose creer que su Eurobetis hubiera podido claudicar tres días antes en su propio terreno.
Pero demos marcha atrás en el recuerdo y, por el túnel del tiempo, situémonos en octubre del 71. El Sevilla de Dan Georgiadis disputaba en su terreno el compromiso liguero con el viejo Sporting de Gijón que, a la sazón, adiestraba Luis Cid. En aquel partido, que tendría a España por testigo, se fotografiaría por primera vez Alfredo Megido como jugador de Primera División. Antes había jugado un par de veces sustituyendo a un compañero cuando el encuentro terminaba. Y así fue como este asturiano de Peñaflor entraba a sus dieciocho años en la división de los mejores. Hacía nada que había colgado la guitarra baja del conjunto de amigos y ya se codeaba con los budas del balompié patrio. Dos años duró su aventura musical, que todavía recuerda cuando, a solas en su casa, la emprende con la guitarra nuestra o le saca notas al armonio. Con él estuvo a punto de cometerse un error irreparable por parte de una Federación que rige un fútbol huérfano de valores, al dejar emigrar a un hombre que con el balón en los pies es capaz de llegar del cero al infinito casi sin proponérselo. Pero este hombre que nació en tierras sureñas circunstancialmente—su padre era contramaestre de minas, destinado en Peñaflor—tiene muchas cosas que contar, muchas cosas que sucedieron entre aquel octubre del 71 y la noche festivamente europea del segundo día de este mes.
- Recuerdo aquel partido en el Sánchez Pizjuán. Ibamos ganando y faltando un cuarto de hora nos hicieron tres goles. Lo televisaban y también me acuerdo que Rafael De Diego nos marcó dos goles
- Pero tú habías debutado antes…
- Mi primera actuación fue en Sabadell, sustituyendo a un compañero cuando faltaba poco para terminar. Al domingo siguiente jugamos en casa y se repitió la historia, pero fue expulsado Churruca y por este motivo jugué aquí en Sevilla mi primer partido completo
- Y al poco tiempo completando un ataque de lujo
- Con Quini y Churruca formamos un ataque que la gente decía que era muy bueno, pero siempre pasábamos apuros por mantenernos. Durante dos o tres años seguidos estuvimos salvándonos en el último partido. Era horrorosa la tensión de los últimos partidos. Siempre luchando por la supervivencia
- Durante esos cuatro años que Alfredo Megido estuvo en el Sporting no le faltaron pretendientes. Cuando llegaba la época de traspasos su nombre siempre estaba en candelero…
- Es verdad. Yo siempre protagonizaba serpientes de verano, pero casi nada fue cierto. Sólo hubo una ocasión en que pensé que iba a ser verdad. Tenía preparadas las maletas para marchar…
- ¿A dónde?
- A Valencia. Estaba todo hecho, pero al final se estropeó todo. Una de las condiciones del traspaso era que Forment pasaría a formar parte del Sporting, pero en Gijón no le dieron el dinero que pedía. En aquella época se ganaba poco allí
- Y fuiste a Valencia, pero como internacional…
- Fue contra Escocia en partido correspondiente a la Copa de Europa de Naciones. Empatamos a uno y yo conseguí el gol. Antes ya había lucido el entorchado como olímpico y Sub-23 en varias ocasiones
- Termina aquella campaña y por fin eres traspasado…
- En aquel verano, faltaba poco para empezar la Liga o había empezado ya, no recuerdo, pasé al Granada
- Y allí, después de haber estado luchando cuatro años en Gijón por evitarlo, conociste un descenso de categoría…
- Aquello es un recuerdo amargo. Un descenso no diría que traumatiza, pero sí que deja una impresión muy rara. Lo que ocurrió fue debido a un exceso de confianza. En la primera vuelta estábamos con positivos y se hablaba de conseguir un puesto para la Uefa y fíjate lo que conseguimos. Incluso llegó a llamarme Kubala para la selección. Recuerdo que faltando varios partidos para terminar necesitábamos cuatro puntos para seguir en Primera. Todos veíamos que era fácil de conseguir, pero nos fueron comiendo los nervios y pasó lo que pasó. Aquella fue la decepción mayor que he tenido en fútbol.
- El Granada ya estaba en Segunda. ¿Hubieras tenido inconveniente en jugar en esa categoría?
- No es que tuviera inconveniente. Es que me negué rotundamente. Sin dármelas de nada, pienso que tengo algo de fama y que todo se me iba a volver en contra. No estaba dispuesto a que por esos campos un domingo sí y otro también, las defensas contrarias fuesen a la caza de Megido. Además, el club tenía unos gravísimos problemas económicos y veía mi dinero en el aire. Hablé con el presidente y me dijo que el Betis estaba interesado por mí, lo que acepté encantado
- Encantado, ¿de verdad, o porque se dice siempre?
- De verdad. Venía a un equipo que, desde hace algún tiempo, cada año daba un paso adelante, subía un peldaño
- Un Betis que tenía como entrenador a Ferenc Szusza, pero que se marchó…
- Sé lo que quieres decir, pero nunca se podrá saber lo que hubiera pasado si se queda
- Pero el que vino y tú…
- Todo lo que pasó está olvidado. Son cosas que pasan en todas las profesiones entre el que manda y el que tiene que obedecer. Fue un problema de falta de compresión por ambas partes, pero ahora nos conocemos mejor y no creo que vuelvan a surgir problemas. Sinceramente te digo que por mi parte nunca volverán los conflictos
- Comparando tu estancia aquí con la de Granada…
- En el orden del deportivo fue la otra cara de la moneda. Allí descendimos y aquí fuimos campeones de España, que es algo muy serio. Aquello fue inolvidable
- Inolvidable, pero ¿irrepetible?
- Más que irrepetible, dificilísimo. Ahora bien, lo que sí creo es que tenemos equipo para optar a la UEFA. La situación que atravesamos es totalmente engañosa
- Hasta hace poco tiempo nadie pensó que volvieras a vestir de verde, pero el día del “Lok” estabas otra vez conduciendo el ataque bético…
- Cuando llegué de Brasil, el equipo estuvo unos días fuera y me puse a entrenar con toda mi alma. Cuando regresó, el entrenador me encontró en buenas condiciones, se perdió aquí y llegó mi oportunidad. Cuando me vi en la hoja de citaciones me llevé un alegrón que para mí se queda
- Atrás quedaron unos viajes…
- Cuando regresamos de Mallorca me fui con José María De la Concha a Holanda, para firmar en el Feyenoord. El fichaje estaba solo a falta de la firma, pero llegó el famoso telegrama. Un telegrama remitido desde aquí y que me ponía de vuelta y media. Nunca supimos quién fue aquel “alma caritativa”. Rotas todas las negociaciones, nos pusimos en contacto con el PSV Eindhoven, pero el dinero que ofrecían y las cargas fiscales de Holanda me hicieron desistir
- De Holanda, a Brasil…
- Aquello me seducía más, porque hubiese sido el primer jugador español que jugaba en el fútbol carioca. Además me serviría para huir de una situación incómoda—no tenía sitio en el Betis—y de la violencia que hay en nuestro fútbol. Allí estuve en contacto con el Palmeiras, que fue el que pagó el viaje, y con Fluminense, pero los primeros no pudieron arreglar la situación con Mario Soto y los segundos desistieron para no enemistarse con el club que me llevó a Brasil
- En todo ese tiempo, la versión oficial del club era de que no había ningún club español que se interesara por tus servicios…
- Ya sé que se dijo eso. Es lógico el comportamiento del club, ya que no suena igual un triunfo en el extranjero que en otro club español. Pero ahora que ha pasado todo, te diré que un señor que, creo yo, está al corriente de los entresijos de nuestro fútbol—José María García—me comunicó que el Betis había recibido dos buenas ofertas por mis servicios. Pero ya te digo que comprendo perfectamente la postura de mi club
- Antes me hablabas de caza a Megido, de irte a Brasil huyendo de la violencia. Pareces como obsesionado ante esto…
- Es que mientras no erradiquen de nuestra nuestros campos la violencia, ni el fútbol será fútbol, ni nada que se le parezca. Me gustaría que subrayaras con especial interés lo que te estoy diciendo. Mientras haya gente que ordene ganar como sea, esto será una viña sin vallar. Además, es incomprensible cómo la violencia verbal está más perseguida por los árbitros que la de los defensas que no saben hacer otra cosa. Te están moliendo a patadas durante todo el partido y la primera vez que le dices al árbitro ¿qué pasa?, te saca la amarilla y el defensa que te está “asando”, mientras tan tranquilo
- Has dicho que hay gente que aconseja la violencia…
- Es que tengo pruebas. Ahora mismo te puedo poner el ejemplo de un jugador que fue compañero mío, Falito. Este tuvo problemas y fue sacado del equipo en cierta ocasión porque el entrenador que tenía entonces le obligaba a ser violento y él no aceptaba. Tuvo problemas por jugar limpio. Eso es tristísimo.
- Dejemos la violencia y hablemos de ti. Tú eres hombre que pasas con facilidad del cero al infinito. También tu carrera está llena de altibajos…
- Yo no soy conformista, pero estoy conforme con lo hecho aunque haya gente que piense que podía haber hecho más. Hay que tener en cuenta que en todos estos años he tenido diez o doce entrenadores, lo que significa que tuve que cambiar en diez o doce ocasiones mi forma de jugar. Hasta alguno hubo que me quiso convertir en guerrero. Contestando a eso que dices del cero al infinito, te diré que es humano. Hay días que ni me levantaría de la cama, otros en que quieres y no puedes y veces en que te salen las cosas bien sin saber cómo ni por qué.
- Tienes fama de “enfant terrible” con los informadores…
- Nunca negué nada a la prensa ni desmentí nada que dijeran del futbolista. Peo que, por favor, no entren en mi vida privada, que creo no le importa a nadie. Te voy a contar dos casos. El año pasado, en Barcelona, García Soriano fue a saludar a unos amigos a una discoteca—teníamos permiso hasta las doce—y le acompañamos Cardeñosa, Anzarda y yo; allí nos saludó de lejos un periodista y a las once y pico estábamos en el hotel. A los veinte días salió en una revista, famosa por el tipo de periodismo que hace, que los “cuatro mosqueteros del Betis estaban a altas horas de la madrugada con unas rubias despampanantes”. Cuando llegué a casa, después de entrenar, mi mujer me esperaba con la revista abierta por esa página. Otra es la de un informador que dijo que Attila y yo no habíamos dormido en el hotel la noche después de la final. Aquella noche nadie durmió, y además desde que Esnaola paró el penalti a Iríbar estábamos de vacaciones. Todo esto es mala intención y no periodismo.
Y hasta aquí mi conversación con este hombre con nombre de pelotero caro, que hace amigos con facilidad y que se aclimata de entrada donde quiera que vaya. Que se declara eminentemente liberal y que detesta la violencia en todos sus aspectos. Capaz de llegar de la cima a la sima con el mínimo esfuerzo y que, con toda la sinceridad del mundo, te mira cara a cara para decir que lleva vida de monje. Su sempiterno problema, que la gente se meta en una parcela que a él, sólo a él, le pertenece. Que piensa que los informadores no deben hurgar en cuestiones que pueden degenerar en conflicto familar y que los problemas que le incitaron a “huir” a Brasil prefiere obviarlos o tocarlos de pasada.
Fuente: Luis Carlos Peris en Suroeste 18 de noviembre de 1977