Entrevista Juan Belmonte 1926
Ya hemos señalado en diversas ocasiones las múltiples líneas y conexiones que unen al fútbol con el mundo taurino en la Sevilla de la primera parte del siglo XX. Desde que el fútbol comienza a desarrollarse con unos inicios puramente aficionados y deportivos hasta que poco a poco va convirtiéndose en un espectáculo de masas profesionalizado, tendrá que convivir con los toros, que por entonces son la pasión que arrastra multitudes entre todas las clases sociales.
Pero aunque hay excepciones que confirman la regla, lo general es que ambas pasiones convivan de forma bastante complementaria. Un ejemplo es el que hoy traemos aquí, de la mano de Juan Belmonte, el «Pasmo de Triana», el torero más importante de la historia, y el fundador del toreo moderno en el siglo XX. Se trata de una entrevista publicada en el diario sevillano El Liberal en diciembre de 1926 en el campo sevillista de la Avenida de la Reina Victoria, en la que el diestro sevillano da muchas de las claves de su pasión por el mundo del fútbol, que además practicó con asiduidad como él mismo cuenta. En la entrevista confirma claramente que ante la dualidad entre los dos equipos sevillanos no se inclina por ninguno de ellos, a pesar de que frecuentase con frecuencia a diversos jugadores del equipo blanco, como en la misma entrevista se narra.
Penetramos en el campo de la Avenida Reina Victoria para presenciar uno de los últimos encuentros celebrados en aquel terreno, y cuando nos disponíamos a tomar las notas necesarias para nuestra acostumbrada labor informativa, notamos que a nuestro lado, acompañado de su hermano Manolo y varios amigos, Juan Belmonte, el más alto e indiscutible valor taurino actual, seguía con interés las fases de la lucha futbolística que se desarrollaba en el terreno de juego.
¿Qué opinión tendrán nuestros más famosos toreros acerca del deporte?—pensamos. Sería curioso conocerla y referirla al público. Y tras el correspondiente saludo, abordamos al famoso lidiador, quien después de ligera resistencia se allanó a nuestros deseos.
– ¿Usted cree que pueden interesar al público mis declaraciones deportivas?
– ¡Naturalmente¡–contestamos.
– Pues venga ahí, pregunte, que estoy dispuesto a contestar—agregó el trianero.
Y sin más preámbulos lanzamos la siguiente pregunta a don Juan Belmonte y García, “el amo del toreo”, como diría “Don Criterio”, nuestro popularísimo compañero de redacción.
– ¿Qué deporte le gusta más?
– Torear a pie y a caballo—nos contesta Juan instantáneamente. La lidia del toro bravo es el deporte por excelencia. Para practicarlo de una manera, al menos discreta, se necesitan condiciones nada vulgares, difícilmente reunibles en un individuo. No está bien, ni sus preguntas van encaminadas a este objetivo, que yo explique ahora prolijamente las razones en las que fundamento mi opinión de que el arte de torear a pie y a caballo, además de ser un arte con valores indiscutibles como tal, es el primero y más emocionante de los deportes, aunque otra cosa opinen los que en la lidia de toros solo ven su parte grosera, brutal y sangrienta. El toreo…
Angelito Villagrán, el entrenador del Sevilla FC, que asiste a la entrevista, interrumpe a Juan, diciénole:
– Mister Belmonte, ¿Quiere osté dejar el toreo y decirnos algo de los deportes exóticos?
Juan Belmonte ríe la interrupción de su amigo, y fingiendo una seriedad británica, responde:
– ¡Yes¡
– ¿Qué deporte exótico, como ha dicho Villagrán, le gusta a usted más?
– El fútbol, porque se pone más pasión, más amor propio que en los restantes, porque es el que más cuadra con nuestro temperamento exaltado
– ¿Asiste usted a todos los partidos?
– En Sevilla a casi todos, durante la temporada que paso en mi casa de “La Capitana”. También he visto partidos en otros campos españoles y extranjeros; pero confieso que los que más me divierten son aquellos en que juega el Sevilla o el Betis. El fútbol por ahí será más eficaz, más duro, más a propósito para ganar encuentros de empeño; pero la gracia, la espontaneidad, la belleza sugestiva que imprimen los sevillanos al fútbol, eso no lo tiene ningún otro equipo de por ahí, se llame como se llame y sea campeón de donde sea. A propósito del juego sevillano, recuerdo que una vez vine a ver un encuentro en el que el Sevilla contendía con un famoso equipo del Norte, acompañado de un amigo bilbaíno, gran aficionado que reside la mayor parte del año en Inglaterra, donde no se pierde partido de importancia. Mi amigo se mostraba maravillado de la agilidad, de la ligereza, del dominio del balón, de los malabarismos de nuestros jugadores, y lleno de sorpresa me dijo:
– Yo no sé si esta clase de juego será o no eficaz; pero el fútbol que practican los sevillanos es una cosa distinta en absoluto al que yo conozco. Es esta una manera de jugar llena de alegría, de vistosidad, de arte, que yo hasta ahora no vi, y confieso que gane o pierda un equipo que juegue como el Sevilla causaría en otras latitudes profunda sorpresa y gran admiración.
– ¿Practica usted algún deporte?
– Juego al “tennis”, que me gusta como excelente ejercicio físico; pero confieso que mi gran afición es el fútbol, que también practico
– ¿Ha jugado usted en algún equipo?
– En mi finca de Utrera formamos hace algún tiempo dos equipos bastante aceptables; pero me convencí de que aquello era ruinoso para mis intereses y disolví el “negocio”
– ¿Ruinoso para sus intereses?
– Ruinoso, amigo mío. Figúrese usted cómo andaríamos de entusiasmados en “La Capitana” con el fútbol que uno de los años no se pudieron hacer las faenas de siembra. Los obreros de la finca, entusiasmados con el entrenamiento, abandonaban el trabajo, y como yo era el primero en lanzarme a aquella “locura”, pues las tierras se quedaron sin arar ni sembrar. ¡Si sigo con la “afición” tengo que liquidar la finca¡
– ¿En qué puesto jugaba usted?
– De centro delantero. A mí eso de irme con el balón entre los pies “cara feroce” del portero me entusiasma
– ¿Tira usted bien a gol?
– ¡Imponente¡–interrumpe Villagrán. Con las dos piernas y con la cabeza. Es un hacha delante de la puerta. ¡Palabra¡. Yo—continuó Villagrán—me hice cargo de su entrenamiento en “La Capitana”, y no he visto mejor discípulo. Sólo un defecto no pude corregirle: su individualismo. Cada vez que cogía el balón se moría con él entre las piernas y se olvidaba de los compañeros de línea.
– ¡Es que los demás eran muy malos¡–exclamó Belmonte
– ¿No tiene usted ninguna anécdota que contarnos de su “vida futbolística”?
– Como es tan corta poco puedo contar
– ¿Y lo de Los Palacios?—interrumpió Manolo Belmonte. ¿No te acuerdas ya?
– Aquello no tuvo nada de particular—añadió Juan. Fue lo siguiente: En Los Palacios se formó un equipo que traía de cabeza a los de los pueblos vecinos, sobre todo a los de Utrera, que perdían por gran diferencia cada vez que jugaban con ellos. Como mi finca “La Capitana” está en término de Utrera, aquellas derrotas las sentíamos como propias y decidimos quitarle el tipo a Los Palacios. Le propusimos un encuentro en su propio campo con mi equipo, el Capitana FC, que ellos aceptaron enseguida, creyendo que éramos una birria. Nos presentamos en el pueblo con un equipo imponente, en el que figuraban Kinké, Herminio, Villagrán, Ocaña, Avilés y otros notables jugadores y cuando nos apeamos de los automóviles a la puerta del terreno de juego se corrieron las voces y los jugadores de Los Palacios empezaron a escabullirse, encontrándonos con que nuestro enemigo se había dispersado sin atreverse a presentarnos batalla. A todo trance comenzamos a “cazar” a nuestros enemigos, y uno a uno los fuimos convenciendo y llevando al campo, jugándose al fin el partido. Les dimos una paliza tremenda. ¡Yo solo hice cuatro tantos! La fama del Capitana FC corrió como la pólvora; nadie quería jugar con nosotros. ¡Era mucho equipo el nuestro!
– ¿Es usted sevillista o balompédico?
– Ni lo uno ni lo otro. Me gustan los dos equipos mucho y confieso que los encuentros entre el Sevilla y el Balompié son los que más me entusiasman. Cuando no puedo asistir a alguno de ellos paso un mal día
– ¿Se emociona usted en los partidos?
– Mucho, más que viendo una corrida de toros. Hay veces que me pongo de pie en el asiento, y en mi afán de seguir la jugada emocionante me bailan las piernas; más de una vez se me han ido sin querer para la espinilla del amigo más próximo…
– ¿Cree usted que el fútbol quita algo a los toros?
– Absolutamente nada. Son dos cosas distintas que en nada se parecen, ni se perjudican
– Una última pregunta para terminar. ¿Qué jugador le gusta más?
– De los que yo conozco, Kinké. Comprendo que está muy agotado, pero tiene una ciencia y un dominio… Yo de jugador le hubiera imitado, escogiéndole como tipo ideal de futbolista
– ¿A pesar del miedo?
– No soy partidario del valor ciego en fútbol ni en cualquier otro deporte. La ciencia, el dominio, la jugada limpia y justa y el arte son las condiciones que yo más aprecio. El valor, sólo el valor, es bien poca cosa para sobresalir y dominar en cualquier empeño.
Y dando por terminada nuestra entrevista, dejamos a Belmonte, el ídolo de las multitudes taurinas, siguiendo con interés y emoción la trayectoria de una pelota de cuero, en un campo de fútbol, impelida por las potentes extremidades de veintidós muchachos pletóricos de entusiasmo…
Fuente: El Liberal 12 de diciembre de 1926