Entrevista Tomás Muruaga 1943
En septiembre de 1942 el Betis se hizo con el fichaje de Tomás Muruaga, un joven delantero vasco de 24 años que llegaba procedente del Sabadell.
La misión que traía encomendada desde luego no era nada fácil: suplir a Francisco González «Paquirri» como delantero centro del club verdiblanco en su vuelta a la Primera División. Ese verano Paquirri había sido traspasado al Deportivo de La Coruña a cambio de 90 mil pesetas. Desde luego deportivamente el negocio no fue rentable para el Betis, que se deshacía de su principal goleador tras la guerra civil.
Y no es que Muruaga lo hiciera mal, ya que marcó 11 goles en la Liga y 1 en Copa, un promedio goleador destacado a lo largo de la temporada. Pero el equipo fue dando tumbos a lo largo de la campaña, sólo ganó 2 partidos, y antes de acabar la temporada el equipo ya estaba condenado al descenso.
La entrevista que hoy traemos se publicó en el diario deportivo el 31 de enero de 1943 con motivo de la visita del equipo bético a Chamartín para enfrentarse al Real Madrid, en la jornada 17. Un partido que se saldó con victoria local por 3-1
Muruaga es, en sus veinticuatro robustos años, un chiquillón grande. Con su buena estatura—1,75 según mis cálculos—y su rostro franco, noble, de auténtico vasco, en el que resplandece constantemente una simpática sonrisa, ingenua, y resulta grato conversar con él. En la habitación número 123 del hotel donde se hospeda el Betis hemos hablado largo rato, prestándose gustoso a hacerme sus confidencias deportivas y hasta alguna que otra íntima.
– Vamos a ver Muruaga, ¿a qué atribuyes tú la baja forma del equipo a lo largo del torneo de Primera División y, por consiguiente, su mala clasificación en la tabla?
El delantero centro bético vacila un poco, como temeroso de cometer alguna indiscreción, y al fin se decide a contestar:
– A las lesiones en primer lugar, porque el equipo tiene elementos de suficiente valía para haber realizado una labor mucho más eficaz y estar mejor clasificado
– Pues esa precisamente es la incógnita, porque, indudablemente, las lesiones influyen mucho en la marcha de un conjunto; pero habiendo clase en el mismo, ésa no es causa suficiente para la situación actual del Betis
– Es que también hemos tenido mala suerte
– Mala suerte se puede tener en uno, en dos o tres encuentros, pero en tantos…
– Bueno, bueno; lo diré. Porque hay falta de algo. Empezamos con muy buena moral, pero después de la derrota que sufrimos con el Sevilla por cinco a cero se desfondó por completo
– ¿Crees que en esa falta de moral haya influido la labor del ex entrenador del equipo?
Muruaga guarda un discreto silencio que ilustra con una sonrisa, entre cauta e irónica, de tan clara elocuencia, que me creo en el caso de decirle:
– No digas nada muchacho. Tu sonrisa es tan elocuente que dice mucho más que cuanto pudieran expresar tus palabras
– Es que debes de tener en cuenta—arguye mi interlocutor, poniéndose serio de pronto, como si quisiera desvirtuar el efecto anterior—que a estas alturas de la Liga todavía no sabemos cuál es nuestro equipo titular
No quiero forzar más la noble franqueza del vasco, y así doy un nuevo giro a nuestra charla.
– ¿Cuál es la jugada que más te gusta realizar y que ejecutas con mayor facilidad?
– El pase de la muerte, que inventó aquel casi paisano mío que se llamaba nada menos que Patricio Arabolaza. El que nace en un pase del interior, perpendicular sobre el marco, con el delantero centro adelantado, teniendo éste que ganar el balón por pies, filtrándose entre los dos defensas
– Es una jugada a la que hay que echar mucho valor
– En efecto. Es, acaso, la que necesita más coraje en el jugador que la realiza; pero si se logra empalmar el esférico, el tanto es imparable.
– ¿Qué juego te gusta más, el del delantero centro tanque o el del que actúa a base de desmarcarse con habilidad?
– El de éste último. Y no porque crea que el primero es de más peligro para el jugador que lo realiza, sino porque entiendo que es de rendimiento más eficaz. El delantero centro que juega a desmarcarse, acaso sea menos vistoso en su actuación, pero acaba por agotar a la defensa adversaria y, por regla general, si es buen rematador, acabará por marcar más tantos
– ¿Recuerdas, Tomás, cuál ha sido el mejor tanto que has marcado en tu vida?
Concentra sus recuerdos para traer a la memoria los goles que ha rematado y, al cabo de algunos momentos, explica:
– El primero que marqué en Vigo, al Celta, cuando el tanteador estaba cuatro dos en favor de los vigueses
– Supongo yo que para ti no todos los medios centros serán iguales. ¿Puedes decirme cuál de ellos te resulta más difícil de jugar?
Ahora no se detiene ni vacila y tan rápido como seguro contesta:
– Cuqui Bienzobas
– ¿Y la pareja defensiva?
– La del Atlético de Bilbao
– Te referirás a la línea atlética norteña cuando juega completa
– ¡Naturalmente¡ La de ahora dista mucho de su verdadero valor
– ¿En qué guardavallas has encontrado más dificultades para batirle?
– En Acuña. Tiene una maravillosa colocación, que lo hace poco menos que imbatible
– Dime ahora cuándo sentiste la mayor satisfacción de tu vida deportiva
– El día que jugando en el Sestao de Vizcaya conquistamos con nuestro triunfo el Campeonato amateur regional. Jamás he vuelto a experimentar una alegría tan intensa como entonces
– ¿Has satisfecho hasta el día todas tus aspiraciones deportivas?
– Ni mucho menos. Aspiro a mucho más que lo conseguido hasta el momento
– Ya comprendo. A vestir la camiseta de internacional, que es la natural aspiración de todo profesional del balompié que se estime an algo
– Nada de eso. No aspiro a ser internacional
– ¡Hombre, me asombras¡ ¿Cómo es eso?
– Muy sencillo. Porque creo que no reúno las necesarias condiciones para ello. Hay—agrega un poco triste—otros delanteros centros mucho mejores que yo. Pero conste que, desde luego, no es por falta de ganas
– ¿Has tenido muchas lesiones’
– Ninguna. Los pequeños percances naturales en todo el que practica el balompié, pero lesiones graves, ninguna
– ¿Quieres que abandonemos el campo deportivo y entremos en el de las intimidades?
– Venga; pregunta, que estoy entero a tu disposición
– Si no fueras futbolista ¿qué otras cosa te gustaría ser?
– Comerciante. Aquí donde me ves, con esta cara de “maqueto”—dice, enseñando al reír su blanca dentadura—alienta en mí un cálido espíritu comercial
– Entonces no tengo necesidad de preguntarte a qué te dedicarás cuando dejes de pegarle al cuero
– No me lo preguntes, que yo te contestaré, sin necesidad de que te molestes. Cuando me despida del balón, que ojalá sea muy tarde, montaré un negocio comercial
– ¿De qué género?
– Todavía no lo sé, pero puedo asegurarte que con tal de que sea comercio, lo mismo me da uno que otro. Cualquiera—aclara presuroso—menos estraperlo, ¿eh?
– ¿En donde radican tus afectos íntimos?
– En mis padres
– ¿No hay amores por medio?
– Por ahora no. Cuando sea un señor comerciante, ya veremos
– Si cambiaras de clima deportivo, ¿a cuál te gustaría ir?
– Al vasco. No abandonaré Sevilla si no es por Vizcaya
– ¿Recuerdas alguna anécdota salerosa?
– A ver qué te parece ésta. Yendo el Betis a Barcelona a jugar contra el Español, nos encontramos en el tren con un viajero que era tuerto. Todo el mundo sabe que los andaluces son muy supersticiosos y, como uno de los directivos bético se topara en el corredor del coche de cara con el mutilado compañero de viaje, se acercó a nosotros y nos anunció, muy serio, que jugaríamos un gran partido, pero perderíamos. Y el gafe tuvo su efecto. Perdimos por tres a cero
El propio Tomás Muruaga nos dice que su vida deportiva es breve. Nació en Sestao (Vizcaya) el 10 de abril de 1918. Empezó a jugar de interior a los diecisiete años, en el equipo titular de su pueblo natal, con el que el mismo año quedó campeón amateur de Vizcaya. Después de la liberación de Bilbao, y prestando el servicio militar, jugó de delantero centro ya con el Sabadell hasta el principio de la presente temporada, que pasó al Betis.
Eso es todo, y nos despedimos del jugador vascoandaluz, deseándole que ninguno de sus directivos se encuentre con un tuerto antes del partido con el Madrid.