Esnaola: memoria histórica, de Manuel Fernández de Córdoba
El 30 de junio de 1985, el mismo día que cumplía 39 años, finalizaba el contrato de José Ramón Esnaola con el Real Betis Balompié. Eran 12 las temporadas de Esnaola en el Betis desde que en 1973 llegara desde la Real Sociedad.
Esa campaña había disputado todos los encuentros de Liga, 10 de Copa, 4 de Copa de la Liga, 2 de Copa de la Uefa y 8 amistosos. Era el guardameta titular indiscutible y se encontraba en plena forma. Sorprendentemente el club decidió no renovar a José Ramón, poniendo punto final a la actividad del guardameta más importante de la historia del Real Betis Balompié.
En las páginas de ABC el periodista Manuel Fernández de Córdoba publicó este artículo el 3 de julio de 1985, poniendo de relieve dos cosas: la mala gestión del club en la despedida de José Ramón, al que no se comunicó nada sobre la finalización de su vínculo con la entidad, y la importancia de Esnaola en los años anteriores.
Afortunadamente esta mala gestión fue enmendada y en enero de 1986 José Ramón Esnaola volvió a vincularse al club como formador de porteros en los escalafones inferiores de la cantera. Posteriormente desempeñaría el mismo puesto en el Betis Deportivo y en el primer equipo, además de entrenador de juveniles, Betis Deportivo y del Real Betis Balompié durante una larga y fructífera carrera.
Hablas con José Ramón al filo mismo de sus vacaciones. “He esperado unos días y nadie, nadie me ha dicho nada, ni he recibido una carta ni se me ha comunicado nada, ni se me ha citado para ninguna conversación, ni nada de nada. Esto es todo lo que hay; no hay más. ¿Qué si me he ido ya del Betis? Ahora mismo tengo, podríamos decir, la libertad, pero no sé si es que esperan a que se resuelva lo de Gordillo, algún problema económico o lo que sea para que ya se dé por cierto que cause baja. Pero eso sí, el día que me vaya del Betis—y ahí se le quebró un poco la voz a Gorriti—será como vine: de puntillas, en silencio, como siempre fui”.
Y uno recuerda aquel verano de hace mucho tiempo, cuando llegó al hotel Alcázar y paseó—lejísimo de su playa donostiarra—por los jardines de Murillo y se asfixió de calor, y pensó en volverse cuando entonces quizás no sabría que se quedaba para siempre. Se amontonan los recuerdos y más ahora, cuando a mucho Betis—a muchos de los que mandan en el Betis, que parece lo mismo, pero no es igual—les está fallando la memoria histórica, los gestos y hasta las maneras. Ciertamente el vendaval Gordillo lo tiene todo dislocado, pero pienso que hay nombres y hombres que merecen, siquiera, las buenas maneras y las decisiones prontas, aunque sean difíciles. Lo que no es de recibo es que José Ramón Esnaola esté como está: esperando que alguien le diga algo, esperando que, siquiera, si es que es eso lo que quieren decirle, le digan adiós, aunque él después se vaya en silencio, como llegó.
Repasen cifras y datos de su trayectoria verdiblanca y entran escalofríos. Repasen los concretos de la temporada que pasó: todos los partidos jugados, jamás un “cero” en ninguna puntuación de los medios de comunicación, toda la primera vuelta de la Liga con el equipo imbatido fuera, dos semifinales coperas y—ahí la memoria histórica de un club histórico—el recuerdo.
Pasado de oro. Presente que sólo admite un pero: Que el Betis necesita preparar un futuro. Me parece muy bien. Que fichen a quien quieran y que éste—si puede—lo quite. Quien se ganó partido a partido y temporada a temporada la palabra indiscutible en la titularidad no puede ni debe ser quitado en un despacho. Ni mucho menos con silencio. Porque su propio historial en verdiblanco le hace acreedor a los mayores clamores.