Garrincha. El pájaro bobo, el pájaro sabio, de J.A.Martín «Petón»
Garrincha está considerado como uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol mundial, y, sin lugar a dudas, el mejor extremo.
Formó parte de la selección brasileña que ganó los Mundiales de 1958 en Suecia y 1962 en Chile, donde fue elegido el mejor jugador del torneo.
Sus limitaciones físicas, una pierna más larga que otra, la columna vertebral torcida y una grave polimielitis, no le impidieron desarrollar una gran velocidad y un magnífico regate en carrera.
Como tantas otras estrellas su declive tras el fútbol fue brutal. Alcohólico y fumador empedernido falleció a los 50 años. José Antonio Martín «Petón» rememora en esta crónica a La alegría del pueblo, como reza el epitafio de su tumba.
Garrincha. El pájaro bobo, el pájaro sabio
Hay un pájaro selvático en Brasil que se parece al gorrión. Se parece, pero en feo. Es flaco, de vuelo rápido y andar cojitranco cuando camina de miga en miga sostenido por un par de patas como palillos. La llaman Garrincha al pajarito y estuvo inspirada Rose cuando le puso ese mote a su hermano menor, el pequeño Mané.
Manuel Dos Santos, Garrincha, trabajaba en la fábrica cosiendo mangas de seis de la mañana a cuatro de la tarde. Tenía 10 años, un pantalón de tirantes, una pierna 6 centímetros más corta que la otra, una poliomielitis operada, escoliosis en la espalda torcida, el vicio del tabaco, la cachaza y el ron. Eso hubiera bastado para que no hubiera corrido con los demás niños, pero como Mané no sabía que tenía todo eso, corría más que ellos.
En realidad Garrincha no sabía nada de nada. Unos años después, cuando la avanzada selección brasileña le llevó al psicólogo como a los demás jugadores antes del Mundial de Suecia, el test de Garrincha dio 38 sobre una media de 130. El doctor aseguró que tenía una edad mental de 8 años. Claro que también diagnosticó que Pelé tenía graves problemas de inseguridad. Lo que sucedía era que Garrincha vivía en la despreocupación, en la total despreocupación: “Yo vivo la vida, la vida no me vive a mí”, decía.
Cuando cayó sobre Brasil el maracanazo, el país entero lo sintió como una tragedia. Pelé aún recuerda el llanto familiar por la derrota. Garrincha jamás lo sufrió. Aquel día decidió ir a pescar.
Episodios así se repitieron constantemente en su vida. Cuando Didí y Nilton Santos exigieron al Gordo Feola que le pusiera de titular en Suecia, el entrenador accedió. Unas horas después pasó por la habitación de Garrincha, temeroso de que la responsabilidad le tuviera con exceso de preocupación y, al abrir la puerta, se lo encontró en calzoncillos, abrazado a una percha y bailando samba con ella.
Se cuenta que en aquel campeonato compró una radio preciosa por 100 coronas y cuando se la enseñó al masajista del equipo, este le dijo: “Enchúfala, no ves, esta radio sólo habla sueco; anda, te la compro por 50 que a mí el sueco me gusta mucho”. Garrincha salió muy contento de haber engañado al masajista.
Estaba en otro mundo. Tras el final de ese campeonato, mientras todos se abrazaban, Mané preguntaba. “¿Y la segunda fase?”.
No tengáis la impresión de que era tonto. Tonto no era. Despreocupado es la palabra; despreocupado hasta de sí mismo, pero con detalles de agudeza capaces de sorprender. Durante la vuelta olímpica en Estocolmo, un reportero que corría con ellos le puso el micro y le pidió dos palabras; sin dejar de correr, Garrincha contestó: “¿Dos palabras? Hola, micrófono”.
Entonces tenía 20 años, había llegado a Botafogo tras intentarlo en Fluminense (donde un técnico dijo que el club no quería tullidos) y en Vasco de Gama, del que abandonó la prueba porque le apetecía coger el primer autobús para su pueblo. Cuando probó para el Botafogo le marcó el lateral de la selección, Nilton Santos, que corrió a las oficinas en cuanto acabó el entrenamiento. Le había vuelto tan loco que en lugar de mosquearse con el garoto, exigió que lo ficharan para tenerlo a su lado. Fue desde ese día una estrella más en el escudo de Botafogo, fue la risa amagando hacia la izquierda y saliendo por su derecha, fue el samba cojo y más armónico tras un balón. Fue la alegría del pueblo.
Salió de Botafogo con las rodillas destrozadas por las operaciones de menisco y las patadas de los defensores, jugó en Colombia, más tarde en Flamengo y en Olaria. Nada después.
Le vieron vagabundear, perdido, sin el apoyo de nadie, y eso que tuvo tres esposas y 34 hijos, 14 reconocidos. Tampoco estuvo a su lado su amante, la gran Elza Soares, la cantante de la voz desgarrada. A ella le preguntaron cuál era el secreto de Garrincha con la mujeres y contestó con un número, alto, seguido de la palabra centímetros.
A Garrincha eso no le valió para que le recordaran en vida; no le valió que su Escola de Samba, Mangueira, le hiciera una carroza y reinara en ella, porque eso fue una sola noche de carnaval, en 1980, y quien desde lo alto contemplaba la fiesta ya no era él sino un polichinela empastillado, de mirada quieta, que movía las manos como un anciano. No le valió su récord, más de 50 triunfos con Brasil, 7 empates y una sola derrota, porque ese día no jugó Pelé. No le valieron sus campeonatos, sus regates ni sus goles.
El último año de su vida acabó durmiendo, tapado con cartones, bajo la arquibancada del estadio de Botafogo. Un día le encontraron delirando, rotos sus 49 años en la agonía, y llamando a su capitán Nilton Santos a gritos: “Nilton, llévame al entrenamiento, Nilton, llévame”.
Los más grandes poetas de Brasil, los poetas de la bossa nova, los cantantes populares, se rindieron a su historia. Y el fútbol. Y la vida de la fama que querían los renacentistas, también se ha rendido ya. Dentro de siglos se habrá olvidado cómo vivió Garrincha y cómo murió, quizá nadie reconozca la pequeña tumba de Raíz de Serra que tan poca gente visita hoy, pero cada vez que una imagen del fútbol quiera demostrar cómo se llega al arte por el regate, pondrá en movimiento los de Manoel Dos Santos, Mané Garrincha, la alegría del pueblo.
Precioso artículo Alfonso!! Lo leí en su libro «El Fútbol tiene música», muy recomendable por cierto.. 1 abrazo!!
Alberto, la verdad es que el libro es una delicia. Ya iré poniendo algunos de los artículos que más me han gustado. Este domingo uno relacionado con la Real Sociedad. Saludos¡¡¡