Hablemos de Yanko, ahora que no está presente.

Yanko Daucik llegó al Betis desde el Atlético de Madrid, quien lo había cedido al Salamanca, Rayo y Oporto, en el año 1960. A sus 19 años era una apuesta por un futbolista con una importante planta, gran altura y buen remate.
También en ese mismo año su padre, Fernando Daucik, se hizo cargo de la dirección técnica del primer plantel bético, lo que marcaría su devenir en los 2 años en que Yanko estuvo en el Betis. La polémica estaba servida, pues un sector de la afición achacaba al joven jugador su lentitud y torpeza con el balón en los pies, pero también el que su padre le protegiera en exceso y le alineara en detrimento de otros futbolistas de la plantilla.
A pesar de ello en los 46 partidos oficiales en que se alineó en las 2 temporadas que estuvo Yanko en el Betis marcó 20 goles, un promedio bastante bueno. Con lo que el jugador tenía un cartel en el fútbol que hizo que en junio de 1962 fichase por el Real Madrid. Antes, como ya vimos aquí, estuvo en tratos para fichar por la Fiorentina.
Esta publicación es de la revista Verde y Blanco de octubre de 1962 a cargo del periodista Juan Carlos Yáñez, y es un fiel reflejo del paso polémico de Yanko Daucik por el Betis.
Yanko Daucik es, y seguirá siendo, por sus características de juego, la polémica viviente. Se le seguirá tildando de lento en la resolución de las jugadas, se le discutirá en los círculos deportivos con pasión, con desenfado; se le reclamará siempre más vehemencia sobre los terrenos de juego, más eficacia rematadora, pero lo que no se podrá hacer, al menos por ahora, es admitirlo en la legión de jugadores que pasan sin pena ni gloria por esos campos de Dios. Y esto tiene una razón lógica y sencilla. Yanko pertenece a esa clase de hombres con clara predisposición para interpretar el fútbol desde un plano fiel a las exigencias de cada encuentro. Es esto lo que le hace acreedor a los comentarios más dispares.
Aquí en Sevilla, mientras su permanencia en el Real Betis, la misma afición que le vio triunfar muchas veces, convenía, unos días más tarde, la falta de madurez, agregándole mil cosas que se desdecía entre sí, formando con ello una divisoria que cobraba cuerpo de leyenda en las reuniones de aficionados. Sucedía lo de siempre. La discusión recorría el velo de la incertidumbre, que corría emparejada con otras opiniones que defendían su corpulenta anatomía, su estilo, su valentía y esa intuición con que se nace para ser jugador de fútbol.
No sé si habré dicho alguna vez, creo que sí, que desgraciado el jugador que no goza de la crítica y de la división de opiniones; desgraciado aquel que no tiene motivos para que se le discutan virtudes o defectos. Y estos es lo que le ha sucedido a Yanko Daucik por una serie de motivos, de todos conocidos, en los que la paternidad bien entendida sirvió como base, base de papel, para cimentar cizañas en su derredor, menospreciando su valía.
Me estoy dando cuenta, cuando he leído lo que llevo escrito, que cualquiera que no compartía con este periodista la misma opinión, me va a poner el sambenito de “yankista”, y esto no se ajusta a la realidad. Lo que sucede es que uno tiene ojos en la cara, poca pasión en el fútbol y un poco de sentido común, lo suficiente para permitirme ver y llamar las cosas por su nombre.
Yanko está en el Madrid, ese equipo que es el paño de lágrimas para la inmensa mayoría de los que practican este deporte. Fichar su cartulina es, además de una gran alegría bancaria, la meta de todo jugador. En el Madrid, Yanko es uno de tantos (me lo ha dicho él), un hombre más que auna su esfuerzo al de sus compañeros para dar la victoria a su equipo. Y esto lo hemos visto en el primer partido de Liga en el Villamarín, en el que la labor de Yanko, desapercibida para muchos, tenía para el rendimiento general un valor positivo en sus aperturas hacia las alas, descolocando a Ríos y permitiendo con ello dejar una amplia zona por donde deambular a Puskas y compañía, sin grandes agobios defensivos.
Miguel Muñoz, después del encuentro, me había dicho: “Yanko es un jugador muy aprovechable y útil para el Real Madrid”. Si lo va a poner o no todos los domingos es cosa que incumbe a él, a las exigencias que todo encuentro lleva consigo, pero lo que no cabe duda es que Yanko, con los consejos de su padre o sin ellos, sigue siendo un delantero centro a la española, y que, de no estropearse entre los divos, ocupará un destacado lugar en el fútbol español.
Seguirá, eso sí, siendo el vértice de muchas disputas por sus cualidades. Aquí hemos oído elogiarlo en un sector y criticarlo en otro cercano. Puede que los dos, ahora que su concurso queda un poco lejos por la distancia que nos separa de Madrid, hayan pensado en que lo vamos a echar de menos. Será ahora, precisamente, cuando el papel de Yanko, en Sevilla, cobre muchos enteros. No hay nada mejor que la ausencia para hacer a una persona buena. El fútbol no iba a ser una excepción, y a Yanko se le echará de menos en más de una ocasión, bien sea para meter goles o para abrir ese camino abrupto para que los demás los marquen.