Los malditos, de Manolo Rodríguez.

Vimos el domingo pasado aquí las dramáticas circunstancias en que se encontraba el Betis en los compases finales de la temporada 1984-85, hace ahora justamente 40 años.
Del 26 de marzo de 1985 es este artículo que el periodista Manolo Rodríguez publicó en su sección El balón cuadrado dentro de las páginas de Diario 16 Andalucía. En él se repasaba la secuencia de enfrentamientos históricos del Betis con los equipos con los que se dilucidaba el descenso, ya que a falta de sólo 4 jornadas el Betis estaba en posición de bajar a Segunda División, pues era 16ª con 23 puntos, uno por encima del Elche y 5 por encima del Murcia, y con Hércules con 24 por delante, junto a Málaga y Valladolid con 26.
El calendario pendiente bético registraba recibir a Zaragoza y Osasuna y viajar a Sarriá contra el Español y La Rosaleda contra el Málaga.
Hay nombres que se repiten como maldiciones en la historia reciente del Real Betis. Escuadras que siempre se cruzaron en su camino en las situaciones límites, en las horas más encarnizadas, y que fueron, a la larga, partícipes involuntarios de sus momentos más tristes y de sus respiros más agónicos.
Fue un crudo marzo del 65 cuando el Betis volvió derrotado de Elche. Aquel revés no pudo soportarlo el corazón desbocado de un bético llamado Andrés Aranda. Los verdiblancos entonces peleaban, como ahora, por una permanencia que semanas más tarde volvió a complicar hasta lo dramático el Real Zaragoza. Aquel año, sin embargo, como también ocurrió a la temporada siguiente, el Betis le ganó a los maños los “rounds” decisivos. En Heliópolis siempre se ha dado bien el Zaragoza cuando apretaba la necesidad.
Español y Osasuna, rivales fronterizos entre el éxito y el fracaso, no son referencias definitivas, pero también abrieron expectativas inciertas en momentos muy concretos. El Español depositó un negativo crítico para confirmar el descenso del 73, y Osasuna se convirtió en el primer responsable de ese bache incalculable que al final no impidió, sin embargo, el ascenso del 79.
Y el Málaga. La Rosaleda es un Gólgota reciente en las enciclopedias del beticismo. Era Domingo de Ramos, era el año de gracia de 1966, cuando los verdiblancos culminaron uno de los descensos más dolorosos de su historia reciente. No hace mucho se bañaba en nostalgia Joaquín Sierra “Quino”, narrándome los estertores de aquel Betis del desarrollismo. Los de Heliópolis tenían que ganar. Faltando un minuto iban ganando. Entonces, con el tiempo vencido, el equipo local hizo una última intentona que terminó en las redes de Vega después de dos faltas consecutivas. Era Plaza el árbitro de entonces. Ríos, Eusebio Ríos, me decía Quino, lloró entonces como ha visto llorar a pocos hombres. Aquel descenso todavía vive en la memoria colectiva de la afición verdiblanca. En el corazón de una hinchada que olvidó muchas historias recientes, pero no esa de Málaga.
Como siempre, como eternamente, el gran enemigo a batir es el Hércules. El mismo equipo que cuestionó el ascenso del 74, y que determinó el descenso del 78. El peor enemigo de los peores momentos. Sólo quedan cuatro semanas pasa saber si volverá a cumplirse la maldición. Carriega sigue preparando sus conjuros.