Los que le ganaron a Villar, de Francisco Correal

En abril y mayo de 2005 Athetic y Betis se enfrentaban en las semifinales de Copa por una plaza en la final. Era presidente de la Federación Española de Fútbol Angel María Villar, que había sido jugador rojiblanco.
Al buen hombre no se le ocurrió nada más que expresar publicamente su deseo de que el Athletic venciese al Betis. Un sentimiento lógico y natural, siempre y cuando se lo guarde para sí mismo y no lo exprese publicamente, lo que es contrario a la responsabilidad del cargo que desempeña.
El periodista Francisco Correal escribió en Diario de Sevilla el 10 de mayo el siguiente artículo, rememorando a los que le ganaron a Villar la final de la Copa de 1977.
Los que le ganaron a Villar
Angel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol por cuarto mandato consecutivo, expresó públicamente su deseo de que el Athletic de Bilbao gane esta edición de la Copa del Rey..Una desconsideración hacia su rival, el Real Betis Balompié, que también es federado, español y juega al fútbol.
Hay que entender a Villar. El hombre que tantas elecciones ganó en los despachos, perdió como futbolista el partido más importante de su vida.
Y los que le vencieron aquel 25 de junio de 1977 llevan 28 años reuniéndose todos los viernes últimos de cada mes para celebrarlo. Agapes festivos en Cambados, restaurante de Heliópolis, a dos pasos del estadio, que abrió en 1972 Manuel Padín Pereira.
Encuentros mensuales que les han permitido mantener muy frescos los recuerdos de aquel día histórico. Historia con mayúsculas: un día antes, se producía el primer encuentro oficial entre el Rey Juan Carlos I y Santiago Carrillo, entonces secretario general del Partido Comunista de España. El día del partido, Felipe González, recién salido de su cápsula clandestina de “Isidoro”, visitaba a sus paisanos en el vestuario.
Fue el partido del siglo. Metáfora de su duración. El mejor recuerdo que los béticos del 25-J guardan de Villar es que fue uno de los que falló en la tanda de penaltis.
Un partido de fútbol es un permanente cruce de caminos. Un juego muy sencillo con guiños oblicuos, como la misma vida. ¿Qué recuerdan de Angel María Villar los béticos a los que entrenaba paradójicamente un mito de San Mamés llamado Rafael Iriondo?
“A mí me tocó la banda de Churruca”, recuerda Javier López, autor de los dos goles béticos en aquel partido. Cántabro de Laredo, ese año nació su hijo Roberto, de madre trianera. Tal vez para conjurar el influjo de las traineras bilbaínas. Churruca y Rojo formaban una zurda exquisita en el equipo favorito, el rey de Copas que se quedó sin la primera Copa del Rey.
Villar e Irureta eran los encargados de “cocinar” el juego que desplegaba el equipo entrenado por Koldo Aguirre. “Decían que físicamente los jugadores del norte eran muco más fuertes”, recuerda Juan Antonio García Soriano, “pero es día estaban reventados y nosotros llegamos a la prórroga como si tal cosa. Irureta echaba baba por la boca y vomitó en varias ocasiones”. García Soriano, uno de los héroes de aquella jornada, tuvo una curiosa relación con el equipo rival. “Gaínza mandó a preguntar por si mis padres o mis abuelos eran vascos, porque el apellido Soriano es de allí. Pero nosotros somos de Jaén”. Este jugador al final del partido entró en el vestuario del Athletic de Bilbao para darle su camiseta a Chechu Rojo. “Aquello era un cementerio, todos llorando”.
El que más recuerdos acumula de Villar en aquel partido interminable es un vallisoletano llamado Julio Cardeñosa. “Me dejó varios recadillos, me dio unas cuantas patadas al principio como carta de presentación”. Al meno no le ocurrió como a Johan Cruyff, al que Villar noqueó de un puñetazo en un Athletic-Barcelona televisado. En la España del Partido Unico y del único partido televisado.
Cardeñosa bromea con la aportación de Villar a aquel equipo paradójicamente asociado a la furia española. “Villar era el mejor futbolista de España jugando para atrás”.
José Ramón Esnaola, hombre decisivo aquel día, le detuvo el penalti a Dani, que llevaba años sin fallarlos, y batió a Iríbar en el lanzamiento decisivo, y corrobora el comentario de su compañero: “No subía ni a los córners”, dice el de Andoain.
Biosca, Bizcocho y Alabanda, tres mosqueteros de aquella hazaña balompédica, coinciden en ese retrato del que jugaba para atrás, como aquellos medos que peleaban huyendo, tal como los retrataba Don Quijote en la batalla imaginaria entre los ejércitos de Pentapolín y Alifanfarón.
Añaden el nombre de Bakero a esa nómina de los que juegan hacia atrás. “Pero Bakero era goleador”, apunta Alabanda. “Lo que tiene que hacer Villar es dejar en paz a todo el mundo”, dice Alabanda, “que se entere de que al fútbol sólo juegan los futbolistas y el árbitro. Los demás sobran: presidentes, vicepresidentes, periodistas”.
Casi tres décadas después, los ganadores del 77 forman una de las tertulias más sólidas. En ese sentido, el penalti de Esnaola a Iríbar es el más largo del mundo, porque lo siguen tirando cada vez que se dan cita en Cambados, donde a Cardeñosa no le puede faltar el café irlandés, y Alabanda se acredita como el mejor barman haciendo gintonics. Y Bizcocho, coriano como Rogelio, cuenta que todavía sueña con que falla el que marcó.
El último viernes de abril, antes del derbi, estos amigos venían de enterrar a José María de la Concha, el secretario técnico que los fichó a todos salvo Bizcocho y Alabanda, y eran invitados por Esnaola a la boda de su hija María, nacida precisamente en febrero de aquel mágico 77. La vida misma.
Fuente: Francisco Correal en Diario de Sevilla 10 de mayo de 2005
que grande era mi equipo cuando le ganamos a villar la primera copa de su magestad el rey