Ojalá sirva el cese de Chaparro, de Luis Carlos Peris.

Ayer vimos aquí, dentro de nuestro apartado dedicado a las efemérides, que se han cumplido 15 años del cese de Paco Chaparro como entrenador de la primera plantilla bética.
Al día siguiente en las páginas de Diario de Sevilla, en su sección Desde mi córner, el periodista Luis Carlos Peris analizaba las circunstancias que concurrían en el cese del trianero, fundamentadas en dos poderosas razones en el mundo del fútbol: la primera que el entrenador que no gana no sigue, y el equipo con Chaparro llevaba 2 meses sin ganar, y la segunda la falta de confianza que tenía en él el máximo accionista.
Como se dejaba claro en el título del artículo el deseo de que ojalá sirviese para algo el cese de Chaparro, se vio totalmente desmentido por la realidad en los dos meses, 9 partidos, que faltaban y el equipo se despeñó en la Segunda División, después de haberse salvado los dos años anteriores precisamente con Paco Chaparro al frente.
Está por inventar la vacuna que inmunice al entrenador que no gana, y Paco Chaparro no ganaba desde que le ganó al Sevilla. Dos meses de aquello y quizá lo sabroso de aquella victoria sirviera como minidosis de esa vacuna por inventar, pues de otra forma no se comprende su prolongada continuidad. Y yendo a un calendario de acontecimientos hay que aclarar que desde este rinconcito se animó a que fuese el trianero quien condujese una nave a la que en dos ocasiones había salvado del naufragio. Era lo adecuado, por mucho que el que manda nunca tuviese fe en un hombre que había sido providencial a pesar de su corto carisma.
Una vuelta completa sin ganar en casa no hay entrenador que la resista y Chaparro la ha resistido. La ha resistido porque la grada tardó en tomarle como el causante de este viaje al despeñadero que lleva el Betis, que es como una especie de cuesta abajo irremediable en la rodada. La grada estaba con él más que con Lopera, pero el curso de los acontecimientos ha provocado que ahora no esté con ninguno de los dos, por lo que lo lógico es que se vaya el único de los dos que no tiene nada que ver con la toma de decisiones. En condiciones de normalidad, Chaparro hubiese durado menos aún, pero es que la normalidad ha tiempo que dejó de visitar Heliópolis.
Lopera no creyó nunca en él, pero la presión mediática le indujo a comulgar con esas ruedas de molino. Según iba fraguándose la trayectoria del equipo, me imagino que creería aún menos, pero quizá prevaleciese en el mando lo de cargarse de razones para darle en la cara a todos con un yo tenía razón, Chaparro no puede entrenar al Betis. Claro que por encima de todo está el Betis y este Betis de Chaparro se había vuelto loco, según se desprendió de casos como el de Mallorca o como el del tramo final con el Numancia. Ojalá esto de anoche solucione los problemas del Betis, pero se lleva tanto tiempo jugando a la ruleta rusa que esa bala que resta puede saltar cualquier día.