Recuerdo para Seve Goiburu, de Manuel Sarmiento.

El 31 de julio de 1982 fallecía Severiano Goiburu, uno de los grandes componentes del fútbol español anterior a la guerra civil. Jugador de Osasuna, Barcelona y Valencia y destacado integrante de la selección española de su época, y que tras su retirada se dedicó a la pelota vasca, llegando a ser campeón de España en la modalidad de pala en 1945.
Este es el artículo que en las páginas de AS le dedicó el periodista Manuel Sarmiento, triste y apenado porque el día anterior había fallecido otro de los grandes futbolistas de esa generación, el irunés Patxi Gamborena.
Ha sido un fin de semana doloroso para el fútbol español. Y, por supuesto, para mí. El viernes por la mañana me llamaron desde Irún para decirme lo de Gamborena. Ayer le dediqué una plana. Ese mismo día, por la tarde, Barber me comunicaba desde Pamplona el óbito de Severiano Goiburu. No supe qué decir. Daba la impresión de que dos glorias de tanta magnitud se habían puesto de acuerdo para decir adiós a la tierra que les vio nacer y a la que tanto quisieron. Ha sido un fin de semana de tristeza. Uno comienza a sentirse desfallecer al ver cómo dejan la vida hombres que hicieron grande nuestro fútbol. Ese fútbol que ha llenado mi vida, que ellos hicieron famoso y grande y que unos cuantos ahora han dejado en puros cueros.
Hace unos meses estuve en Pamplona, en Navarra, ¡Dios, qué tierra más hermosa y más noble¡, y me pasé un largo rato hablando con Seve Goiburu. Mi memoria le llevó a una tarde de alegría continuada. Se le iluminaron los ojos cuando le pedí que me contase el golazo que marcó a los ingleses en Madrid y que supuso la victoria española (4-3) y la primera derrota de Inglaterra en su historia internacional. Y cómo los españolitos de entonces, en plena isidrada, saltaron al campo para izar a hombros a Severiano. Tierra bendita esta nuestra, que demuestra lo mucho bueno que lleva dentro cuando surge una oportunidad. Y el gol de Goiburu fue de los que dejan recuerdo para siempre.
Severiano Goiburu ha fallecido a los setenta y seis años. Había nacido en Pamplona, en 1906, y ha muerto en Javier, allí donde el espíritu reposa, donde el navarro cree y donde los cielos parecen más limpios. Seve no empezó en Osasuna. Lo hizo en Madrid, en la Gimnástica. Se encumbró con los pamplonicas y se consolidó con el Barcelona. Acabó en el Valencia, a cuyo club le llevó aquel lince del fútbol que fue José Luis Colina. Jugó doce partidos internacionales por España. Doce partidos de los de antes. Ahora la internacionalidad es poca cosa. Así, como suena. Lo digo con todas las consecuencias, porque he vivido estos Mundiales últimos, y uno, por mucho que quiera al fútbol, siempre llega al límite. Yo, desgraciadamente, he llegado.
Goiburu cuando se retiró hizo de entrenador, pero lo mejor que realizó fue dedicarse a la pelota vasca. Años y más años practicó este deporte para acabar siendo un gran campeón de España. Dio lecciones en toda nuestra tierra sobre la materia. Gijón, Pamplona…
Goiburu fue un interior de cuerpo entero. Con un remate, con un disparo sensacional. Un jugador, como me dijo un día Santiago Bernabéu, que “te la hacía en cuanto de descuidabas, porque no avisaba para tirar al marco”. Nuestro fútbol sabe de su gran aportación, de su hombría de bien.
En Javier reposa eternamente Seve. En Pamplona su amigo Julián Vergara le echará de menos. Sus enseñanzas, su saber estar, se recordarán siempre.
Tengo prometido ir a Pamplona este año. Iré a un partido de fútbol y a ver, por supuesto, a mis amigos, los hermanos Glaría, Pello Egaña, Zabalza, Zoco, Sabino; vamos, lo que se dice osasunismo puro. Pero trataré de ir hasta Javier para visitar la tumba de este Severiano Goiburu, que tanto hizo por el fútbol de España, que se ha muerto casi a la par que Gamborena y que se ha enquistado para siempre en su tierra madre.
Hasta él llegarán los cantos de los peregrinos, la alegría de los mozos navarros, mientras el viento que viene de la montaña cercana limpiará, aún más, el cielo de esa tierra noble que tuvo en Seve Goiburu a un legítimo adalid del fútbol. Está visto que me voy quedando cada día más solo. Descansa en paz, caballero Goiburu.