Sabino Barinaga, de Manuel Sarmiento
Hoy recibimos en Heliópolis al Real Madrid en uno de los partidos más clásicos de nuestro campeonato. Con ello vamos a aprovechar para recordar la figura de Sabino Barinaga desde el punto de vista madridista, ya que desde la óptica bética está más que analizada, tanto en su vertiente de jugador (ver aquí) como en la de entrenador (ver aquí).
Para conocer y recordar lo que supuso Barinaga en el club blanco nos vamos a valer de este artículo escrito por el periodista Manuel Sarmiento Birba en las páginas de AS el 22 de mayo de 1988, tres días después del fallecimiento del inglés de Durango.
Fue el pasado jueves por la tarde. Hacia las ocho y media. Me llamó Pepe, nuestro telefonista, para decirme: “Jefe, le llama Casimiro Benavente”. Inmediatamente lo presentí. Y acerté. El bueno de Benavente, servicial, amable como siempre, me dijo con voz entrecortada por la emoción: ”Manolo, acaba de fallecer Barinaga”.
Di la noticia de urgencia en AS del viernes, pero yo le tenía que hacer una necrológica a mi gran amigo Sabino Barinaga Alberdi. Que, aparte su importancia como hombre del fútbol español, era un habitual en nuestros despachos de redacción. Una hija de Sabino vive en el edificio contiguo al periódico. Sabino venía muchos días a visitar a su hija y a sus nietos. Antes, invariablemente, se pasaba una hora charlando conmigo mientras yo despachaba páginas y más páginas a talleres. La última vez que estuvo aquí me contó todo lo relacionado con la operación a que había sometido. Estaba entusiasmado por el éxito. Pero tuvo complicaciones posteriores al margen de la intervención. Y poco a poco se nos ha ido para siempre.
Los aficionados jóvenes no pueden saber mucho de Barinaga. Es necesario que yo lo diga. Había nacido en Durango hace sesenta y seis años. De niño vivió en Inglaterra, en la ciudad portuaria de Southampton, en el Hampshire.
Por eso, cuando vino al Madrid en 1940, llamado por Bernabéu a instancias de nuestro inolvidable Sturrup, cónsul madridista en Inglaterra, se le denominó como “El inglés de Durango”. Era alto, fuerte, rubio. Jugó años y más años en el Madrid, hasta que en 1950 se fue a la Real Sociedad. Luego, ya en plan veterano, sacó al Betis del pozo de la Tercera División, siendo un hombre popularísimo en Sevilla. Retirado, se hizo entrenador. Lo ha sido de muchísimos equipos nacionales y en 1966 fue asistente de Villalonga como entrenador en el Mundial de Inglaterra.
Ha sido un gran hombre del fútbol español y este deporte es injusto muchas veces a más no poder. Barinaga, que quería intensamente a España, nunca tuvo la oportunidad de ser internacional. La sobraba clase y condiciones, pero unas veces Campos (Atlético de Madrid), Herrerita (Oviedo), Escolá (Barcelona), Chus Alonso (Madrid), Panizo (Athletic Bilbao), César (Barcelona), etc, le habían cerrado el paso. Fue un interior colosal en el Madrid. Formó con Belmar, su gran amigo fallecido hace tiempo, un dueto excepcional. Formó en el Madrid en la delantera de las letras “A” y “B”. Se decía esto porque el Real de aquel entonces llegó a tener en ataque a una serie de jugadores cuyos apellidos comenzaban por dichas letras: Alsúa, Alonso, Alday, Arbiza, Belmar, Botella, Barinaga…
Yo recuerdo cuando en 1968 Barinaga estuvo en Nigeria como entrenador-seleccionador de dicho país. Entonces yo era redactor jefe de AS. Sabino se carteaba conmigo y me hacía cqsi de corresponsal. Hoy reproduzco una parte de una carta que me mandó desde Lagos, la capital nigeriana, dándome cuenta del fútbol de aquella nación. Era la amabilidad personificada y sabía de fútbol más que el señor Montague Sherman, que fue su inventor. Ahora bien, echo de menos no haber grabado las largas parrafadas que él y yo sosteníamos en AS, en estos veinte años en que fuimos amigos constantes. La vida…
Fue un futbolista de tranco largo, con un soberbio remate de cabeza. Tenía un buen disparo y entre sus hazañas, que le harán ya eterno para el fútbol, están dos hechos. Uno, que en 1943, en partido de Copa, en el viejo y desaparecido Chamartín, le marcó nada menos que seis goles al Barcelona. El Madrid había caído en la Ciudad Condal por tres a cero. En el partido de vuelta, el Madrid barrió a un gran Barcelona por 11 goles a uno. De esos 11 goles Barinaga hizo seis, lo que no deja de ser una marca histórica. Y aparte recuerdo estrictamente del juego, queda su gol en el Bernabéu. En la inauguración del actual estadio madridista, 1947, ente el Belenenses de Lisboa, con victoria madridista por tres a uno, Sabino marcó el primer gol blanco y del partido. La historia ya le ha reservado un sitio para siempre: el hombre que marcó el primer gol en el estadio Bernabéu.
Reflejo estos dos casos porque yo le decía a Sabino que ambos le harían inolvidable por el hecho histórico en sí. Y cuando le decía esto me replicaba: “Hubiera deseado más haber jugado un partido con la camiseta de España que todo eso”. Contestación, esta última, que dice por sí sola el talante de aquellos jugadores de antes con relación a los de ahora. Es de dominio público porqué muchos desean jugar actualmente con la selección. No creo que me invente nada.
Jugador de pelota, con visitas diarias al frontón, Sabino se ha ido relativamente joven. El fútbol ha perdido un maestro; España, un ciudadano de los pies a la cabeza. Nosotros, los de AS, un amigo y visitante asiduo. Yo, un amigo del alma que compartíamos un mismo cariño por el fútbol y un afecto indeclinable. Seguro estoy que ya está entre las estrellas del cielo contento por lo que ha hecho y demostrado en esta vida terrena. La misma que le dio una esposa ejemplar, unos hijos admirables y unos nietos que eran su debilidad. Ahora sí que ya no tendrá problemas de ausencia con Belmar. Después de unos años de espera, ambos han vuelto a reunirse. Dos hombres altos con camisetas blancas, con letras “B” en sus apellidos, andan a chutazos por los pasillos del cielo. Los que quieran ser guardametas ante ellos que se echen a temblar. Son Barinaga y Belmar, que fueron casi hermanos siameses en el Madrid. Hoy, en Chamartín, en el alirón del Real ante el Valladolid—donde también jugó cedido Barinaga una temporada—habrá luto en los dos equipos. Sabino lo agradecerá.