Trifon Ivanov, cuestión de carácter

Ya hemos visto en varias ocasiones en Manquepierda historias relacionadas con Trifon Ivanov, aquel jugador búlgaro de comienzos de la década de los 90 que destacó tanto por su calidad técnica como por su comportamiento errático, lo que le ocasionó diversos problemas tanto con los diferentes entrenadores como con las directivas del momento.
En esta ocasión nos vamos a trasladar a los inicios de la temporada 1993-94. Durante los primeros entrenamientos en Sevilla Ivanov ya tuvo problemas con el técnico Sergio Kresic por llegar reiteradamente tarde , y en la concentración de pretemporada en Cazalla de la Sierra alegó tener problemas físicos para no entrenar, lo que motivó que fuera enviado de retorno a Sevilla donde el médico del club, Ramón Cansino, no le encontró nada.
Con estos precedentes es obvio que Sergio Kresic no contase con Ivanov en estos inicios de temporada. Le dio una oportunidad en el amistoso que se disputó el 15 de septiembre en el Villamarín ante Japón, en el que destacó incluso marcando 2 goles.
Este buen rendimiento, unido a las dudas de Kresic ante el inicio titubeante del equipo en la competición liguera, le llevaron a la titularidad frente el Villarreal el 19 de septiembre y posteriormente en Santiago el día 26 frente al Compostela. Pero en este partido Ivanov se salió del tiesto, al ser expulsado en el minuto 69 y salir del terreno de juego insultando gravemente al árbitro, lo que le acarreó una sanción de 3 partidos. Ya sólo volvería a jugar 45 minutos en San Mamés a finales de octubre contra el Bilbao Athletic, donde un grave error suyo de suficiencia provocaría el primer gol del equipo rival.
En este artículo de Juan Luis De las Peñas en Diario 16 de finales de septiembre de 1993 se analizaba su caso, comparado con el de otros jugadores búlgaros presentes en la Liga española y que también presentaban un carácter difícil y conflictivo.
En los ambientes futbolísticos europeos circula desde hace tiempo una especie de rumor que cada vez parece más cercano a la realidad: los futbolistas búlgaros pertenecen a una categoría que hasta ahora parecía reservada a los porteros. O sea, que están locos. Ejemplos los hay en abundancia, y uno bien significativo es la trayectoria de una selección que, con una pléyade de excelentes futbolistas, ha encadenado fracasos—el penúltimo ante la modesta Israel—y depende ya de los fallos de sus rivales para estar en el Mundial.
Más aún: el seleccionador tiene problemas por exceso para elegir a sus delanteros y centrocampistas de ataque, con gente como Penev, Stoichkov, Kostadinov, Balakov, Iordanov o Sirakov, mientras que se ve forzado a colocar a un pulmón como Kiriakov en el lateral derecho ante la falta de defensas de calidad. Otra muestra: en un reciente partido oficial, el presunto libre Ivanov estaba en el área visitante en la jugada del gol búlgaro, mientras que en un tanto del rival el último hombre en defensa era…Stoichkov. Y lo peor es que no trata de un hecho aislado.
En España, en concreto, raro es el jugador búlgaro que no se ha destacado por sus locuras dentro o fuera de la cancha. Ahí está Hristo Stoichkov, protagonista de continuas polémicas con árbitros, rivales y hasta con su presidente; ahí está, también, Luboslav Penev, enfrentado durante más de un año con la Prensa valenciana y cuestionado no por su rendimiento sino por su conocimiento exhaustivo de la noche valenciana; ahí está, en fin, Trifon Marinov Ivanov, el defensa búlgaro que no ha dejado de vivir en el ojo del huracán, por una u otra razón, desde que llegó al Betis con la temporada 90-91 ya iniciada.
Y eso que en sus primeros días como verdiblanco llegó a ilusionar como pocos a la hinchada bética. Cuajó dos excelentes partidos en Valencia y Burgos—en esta ciudad marcó, además, el gol que abrió el camino del triunfo del Betis—y remató la faena con un fenomenal encuentro y un no menos fenomenal gol ante el Athletic de Bilbao, lo que sirvió para que algunos empezaran a denominarle como el sucesor de un Gordillo que aún corría la banda en el Bernabéu. Ivanov jugaba y, lo que es más importante, contagiaba al equipo con su carácter. Todo un hallazgo.
Pero, con el tiempo, todo cambió. Ivanov fue bajando su rendimiento y, a la par, perdiendo su carisma hasta convertirse en un caso sin arreglo. Titular indiscutible en la selección de su país y señalado casi unánimamente como uno de los mejores jugadores de la Segunda División, posee las suficientes dosis de calidad y nervio como para destacar un domingo tras otro. Sin embargo, no sólo no es así, sino que su nombre no ha dejado de estar vinculado a la polémica.
A saber. Nadie en el Betis ha podido conseguir que Ivanov se centre en su papel de defensa en lugar de subir alegremente al ataque, algo para lo que, por su calidad, parece capacitado pero que presenta la contrapartida de que la retaguardia bética suele quedar desguarnecida. Lo intentó José Luis Romero, y fracasó; lo intentaron Esnaola, D´Alessandro, y de nuevo Esnaola, pero no fue posible. Lo intenta, ahora, Sergio Kresic, y cuando parecía que iba bien encaminado, todo se va de nuevo al traste por la expulsión, acompañada de insultos al árbitro, que el búlgaro sufrió en Santiago.
Y es que ésa es otra: las expulsiones. En el recuerdo está la tarjeta roja que se ganó en la pretemporada de la Liga pasada por darle una patada sin balón a un jugador del Dinamo de Bucarest. También las trece tarjetas amarillas y una roja con que fue castigado en veintinueve partidos de la Liga 92-93 y, el domingo, su salida del San Lázaro compostelano entre insultos al árbitro Vico Díaz.
Sólo había pasado una semana desde que Kresic, tras meditarlo largamente, había decidido otorgarle la titularidad, y a Trifon Ivanov de perdió de nuevo su carácter.