Verde esperanza. Santo y seña del color bético.

Desde la temporada 1998-99 el Real Betis Balompié comenzó a introducir en sus camisetas colores que no fueran los tradicionales verde y blanco con que el equipo se venía equipando desde 1910.
En unas ocasiones se recuperó el color azul originario con el que desde 1908 el Sevilla Balompié inició su andadura; en otras fueron experimentos con colores totalmente ajenos a la historia e idiosincracia del club.
Así hemos visto al Betis en los últimos 25 años vestir de rosa, naranja, marrón, morado o amarillo, en una serie de desafortunados experimentos que duran poco, una única temporada, ya que el fútbol moderno exige un cambio continuo año tras año para seguir fomentando el consumismo camiseteril y el rendimiento económico para las marcas deportivas que visten al equipo, y también el del club que obtiene un beneficio económico de ello.
La moda de cambiar constantemente los diseños, e incluso los colores, también afecta a la primera equipación del Real Betis Balompié. No vamos a entrar en mucho detalle en este último apartado, sólo comentar la desafortunada elección, desde mi punto de vista particular, en la camiseta elegida para la temporada 2023-24, donde el blanco predomina sobre el verde en determinadas partes de la camiseta, como en las mangas o en la espalda, incluso en unas medias blancas con un ligero ribete verde.
Para contrarrestar esta tendencia nada mejor que refugiarse en la historia del club y en lo que nuestros mayores escribieron hace ya décadas. El texto que hoy traemos a Manquepierda es un buen ejemplo de ello. Publicado en el año 1958 con motivo de las Bodas de Oro que el club celebró ese año, es una clara reivindicación del color verde, tan necesario en estos tiempos.
En la meta lograda y curtida para la nunca arriada bandera del histórico y asolerado BETIS Balompié, cual supone el arribo cronológico y por ende del feliz suceso de sus BODAS DE ORO, cabe hacer un pequeño descanso en el correr de tantos años para meditar sobre la gran lección que nos da todo el bloque bético representado en ese opulento verde esperanza, que, primero en sus albores cuando la fusión con el Balompié, marcó definitivamente su personalidad deportiva, luego en días y partidos de noble rivalidad y pasión balompédica notablemente informada.
Así mismo, cuando hubo de ceder ante la impropicia suerte que acompañó al abnegado BETIS durante bastantes temporadas, caben las amarguras y reveses propios de aquellas frecuentes jornadas que fueron al cabo superadas, cuando no por el aliento de muchos, sino por la fe incansable de unos cuantos incondicionales que, llevados siempre a impulsos y seducidos del verde victorioso de muchas tardes inolvidables, en que como bandera esperanzadora realizaba el milagro de su resurrección, manteniendo siempre la línea del BETIS—del verde esperanza—sus vanguardias menores o mayores como exponente de una llama emotiva que no habría de extinguirse nunca totalmente de los caminos del fútbol español, sino surgiendo nuevamente potenciado cual ave fénix de sus propias cenizas.
Hay símbolos auténticos y honrosos que salvan a sociedades y colectividades. Al BETIS y a sus glorias pasadas le salvó siempre de mayores males su verde bandera que, plena de esperanzas, nunca decayó, llevándole a situaciones prestigio y respeto dentro del fútbol nacional.
Hoy el BETIS todo alborozado entra por la puerta grande a hombros de cuantos supieron mantener en alto aquella bandera, con su Bodas de Oro en el corazón, Bodas bien repletas de recuerdos para reunirse con sus leales de todos los tiempos bajo el dosel reverdecido de laureles de verde esperanza, preludio feliz de renovadas glorias deportivas que ofrecer a Sevilla y a su ferviente afición bética.