El Betis, un soñador anticrisis
El que les escribe siempre ha defendido que el deporte es el mejor reflejo de la vida cotidiana, un microcosmos donde se repiten actuaciones y comportamientos del día a día que nos permite conocer mejor la realidad en que vivimos.
Y siguiendo con esta idea, el Betis no sólo consiguió el jueves ponerse líder de la Primera División, sino que mostró al mundo del deporte y, sobre todo, a los ciudadanos de a pie que a través de unos valores se pueden superar dificultades y alcanzar retos a priori imposibles.
En una España azotada por una crisis económica mundial y unas tasas de paro espeluznantes, cualquier ejemplo de superación siempre es bienvenido. Y salvando las evidentes distancias entre estos dramáticos problemas de un mundo y otro, creo que el conjunto verdiblanco podría ser ese ejemplo. Un Betis olvidado institucional y deportivamente, al borde de la quiebra con una situación económica desesperada y plagado de profesionales de “perfil bajo” ha conseguido renacer de sus cenizas y colocarse en lo más alto.
Y nada de lo conseguido es fruto de la casualidad. Directivos, técnicos y jugadores a través de valores como el esfuerzo, la humildad, la confianza, la constancia y la creencia en un determinado modelo han obrado el “milagro”.
Los directivos desde un trabajo serio, profesional y centrando los esfuerzos en sus trabajadores (jugadores y técnicos) y clientes (aficionados) lograron cuadrar el presupuesto (consiguieron pagar las nóminas hasta final de temporada a pesar de las dificultades) y cumplir los objetivos (subir a Primera División). Los jefes de sección (los técnicos con Pepe Mel como referencia y los responsables de cada área) optimizaron sus recursos al máximo y consiguieron múltiples beneficios (patrocinios, mejora de relaciones institucionales y con los medios de comunicación, aumento del número de abonados o el incremento del valor de los jugadores). Los empleados (especialmente los jugadores) percibieron el aumento de la exigencia y la difícil situación de la empresa y a través del esfuerzo y la productividad alcanzaron sus objetivos personales. Los más experimentados aportaron su veteranía (¿les suenan nombres como Iriney o Dorado?) ayudando a los empleados más prometedores y con ganas de triunfar en la profesión tras años en un segundo plano (¿Rubén Castro, Jorge Molina, Casto, Isidoro, etc.?). Por su parte, los becarios o empleados en prácticas, esos profesionales bien formados y con ganas de comerse el mundo encontraron su oportunidad en una empresa que apostaba y apuesta por el talento y un modelo I+D (¿Beñat, Ezequiel, Sergio Rodríguez, Álex Martínez, Palancar, Vadillo, etc.?). Y, por último, los clientes (béticos en todos los lugares del mundo) se sintieron orgullosos de consumir productos de la empresa y celebraron el aumento de calidad de los mismos.
Como vemos el fútbol, a pesar de la locura especulativa y comercial en que se ha convertido, es una vía de escape emocional a los efectos de la crisis, pero también un ámbito donde encontrar referentes donde apoyarse. Como dijo ayer Carlos Herrera, “el mundo es para los soñadores” y el Betis y los béticos soñaron, trabajaron y creyeron. Verde esperanza para todos.