Al escudo se le cae una barra
En la tarde ayer, a través de las redes sociales; esa especie de ventana al mundo inmediata que se ha colado en nuestras vidas en los últimos meses, conociamos la noticia del fallecimiento de uno de los nuestros, de Miki Roqué. En ese momento los pulsos se detenían, la placidez de un fin de semana de éxitos deportivos, daba paso bruscamente, a la desolación, a la búsqueda de la razón dentro de la sinrazón. Nos preguntábamos por qué, quién ha diseñado este maquiavélico guión que deja nuestros sentimientos a flor de piel. la respuesta es sencilla; la muerte es elitista, ella sabe muy bien a quién tiene que reclutar para sus filas. por eso nosotros en nuestro dolor, cuando sufrimos una perdida que sabemos irreparable usamos siempre el tópico de «siempre se van los mejores», y aunque sea un senequismo que sale de nuestros corazones lacerados, la realidad es que esconde esa tremenda verdad. Miquel o Miguel Roqué, simplemente Miki Roqué representaba esos valores que tanto se identifican en el viejo Heliópolis, persona sencilla y humilde que había probado mieles como escuchar el «yuor never walk alone» desde el césped de Anfield, haber paseado su nombre por la jet set futbolera que es la champions league, llega al vestuario del Betis B siendo uno más, jugando una temporada entera en la siempre ruda segunda B y algunos partidos de la siguiente, hasta que como decía su técnico de entonces Oli, era de los llamaban a cabezazos a la puerta del primer equipo . Doce partidos y dos goles bastaron para que la afición, ésta sabia donde las haya, lo tomara como uno más para la causa. Pero llega una fatídica mañana de marzo y el más de millón de béticos que pueblan el orbe sienten un desgarro en el corazón al conocer la maldita enfermedad, el resto de la historia ya la sabemos.
Muere el hombre, nace la leyenda, el mito. Se ha caído una barra del escudo, pero ésta pronto volverá a su sitio en modo de recuerdo; cuando en el minuto 26 del próximo partido todo el mundo coree al mito, porque el corazón de un ser humano está cubierto de un pericardio, el de bético lo está de acero, su Historia se ha encargado que así fuese porque son 105 años de sinsabores onerosos, pero de alegrías que ninguno es capaz de igualar. Siempre con nosotros, siempre nuestro.
Miguel Cejudo.
Siempre nuestro Siempre con nosotros