Bailes, Rebujito y Betis por Clara Sanz
Dado que mi primer relato narraba mi bautismo como bética en un encuentro en el Benito Villamarín, en esta ocasión me apetece contar cómo fue la primera vez que visité una de las citas que llevan toda la vida marcadas en el calendario: la Feria de Abril de Sevilla.
Para contextualizar un evento de tal importancia informo de que aunque llevaba deseando ir desde que tengo uso de razón, los calendarios tanto académicos como laborales nunca me lo habían permitido. Actual y desgraciadamente, me encuentro en estos momentos en búsqueda (desesperada) de empleo pero si he de ser positiva reconozco que fue gracias a ello y a las ganas que también tenía mi acompañante del viaje por lo que finalmente pude conocer estas fiestas tan populares.
Siempre había oído que si vas a la Feria de Sevilla debes conocer a alguien autóctono que además tenga acceso a alguna caseta ya que si no quedas relegado a visitar las municipales o abiertas al público general que tienen fama de acoger, lógicamente, a enormes aglomeraciones de visitantes convirtiendo la frecuente tarea de acercarte hasta la barra en una gymkana digna de prueba del Grand Prix.
Afortunadamente, este no era nuestro caso dado que tenemos amigos en la ciudad y pudimos disfrutar de la fiesta de la mano de los mejores expertos a los que, desde aquí, les agradezco todo lo que hicieron por nosotras.
La mayoría de los que lean esta crónica tendrán ya un máster en la Feria de Abril pero para una pamplonica que acude por primera vez es algo bastante impresionante. Se trata de un revuelo de personas que caminan a paso rápido por las cuatro o cinco calles que componen el recinto ferial y que van, además, ataviadas con trajes preciosos que me obnubilaron nada más poner un pie en el “albero”. No hay nada más típico que un traje de flamenca pero contemplar ese desfile de trajes y complementos y a eso sumarle el desfile de coches de caballos y los fragmentos de sevillanas que se escapaban de cada una de las casetas fue una combinación que me absorbió desde un primer momento.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue el color de los toldos que se encuentran a la entrada de cada caseta y es que la cosa no es para menos. Cada uno de ellos, todos rayados, podían ser o rojiblancos o verdiblancos. Obviamente y dado que en cuanto visito la ciudad del Guadalquivir se me activa el modo de `bética exaltada´, deduje que se trataba de un modo de identificar de qué equipo te sientes más simpatizante, ya fueras bético o sevillista. Más tarde pude comentar esta observación con un amigo bético que me desmintió esta teoría aunque estuvo de acuerdo conmigo en que las peñas que fueran oficialmente de alguna asociación o peña relacionada con alguno de los dos equipos optaría por los colores propios.
Aunque sé que suena infantil, siendo fiel a la verdad confieso que me fue inevitable mirar con ojos de incomprensión a todas esas personas que se encontraban dentro de las casetas sevillistas un poco al estilo de “Perdónales porque no saben lo que hacen”.
El resto de la Feria os lo podéis imaginar: gente increíble, probar por primera vez el rebujito y repetir inevitablemente, tratar de aprender los pasos para bailar lo más decentemente posible una sevillana para perderse siempre al llegar la cuarta y vivir esta fiesta de una forma intensa e inolvidable.
Creo que ya he comentado que disponíamos de los mejores acompañantes posibles pero como se suele decir “para muestra, un botón”. Siendo conocedores de lo duro que es vivir el Beticismo alejado del epicentro sevillano, quisieron obsequiarme con nada menos que tres pulseras que me identifiquen allá adonde vaya y me hagan sentirme orgullosa de todo lo que conlleva ser seguidora del Real Betis Balompié.
Por detalles como estos y la hospitalidad que recibimos, la Feria de Abril continuará apuntada en mi agenda vital como una cita a la que acudir las veces que me sea posible. Porque cosas como estas son las que hacen afición y fortalecen aún más el sentimiento verdiblanco que me acompaña desde hace 24 años.
La acompañante, q tuvo el honor d compartir la mayoria d esos sentimientos exaltados en esa estupenda Feria, fui yo. Aunque, como aún estoy en proceso d convertirme en una bética convencida, no me vine con 3 pulseras sino con 2. Os esperamos en San Fermín!!