Un bético de la 9ª provincia: Hay que quitarse la mentalidad de equipo pequeño
Penúltimo partido en el Villamarín esta temporada frente al probable campeón de liga. Con un equipo bético casi salvado, repito, casi salvado y con poca cosa que jugarse, era un partido ideal para recuperar autoestima y brindar por una vez un buen partido a la afición.
Pues bien, aunque no se puede negar que esta vez el equipo corrió y peleó, a esto que juegan se llama fútbol, y si no sales con un mínimo de idea de como se juega por parte de los jugadores, y sobre todo, por parte de quien los coloca en el campo, el resultado es un partido como el de hoy, jugar al cero a cero, y gracias.
El equipo salió al campo con poco castigo de los aficionados para lo mal que dejaron el pabellón la semana pasada. Pese a ello salieron a correr y a pelear, y eso es innegable. Pero, aparte de correr, ¿el entrenador que les dice? Si las cartas bajo la manga de Merino contra el Barcelona eran volver a poner a Bruno de lateral, dejando a un Westermann fuera de forma en el centro, y poner a Cejudo por Musonda, para cubrir las espaldas de Bruno, lo menos malo que puede pasar es lo que pasó.
Tema de expulsión de Westermann aparte, que si, que es posible que al revés no le expulsen, el equipo salió con una disposición al campo con la única idea de poner el autobús y a verlas venir. La gigantesca torpeza de Westermann, imperdonable para un hombre de su experiencia, le quitó hasta las opciones de ese poco probable empate. Lo cierto es que, una vez más, se vio a un Betis en su templo del Villamarín, con un esquema que parecía un equipo de segunda B o tercera. Eso no se puede ni se debe ver más en nuestro campo. El Betis juega con mentalidad de equipo pequeño, porque entre otras cosas es el estilo que se le inculca desde el banquillo. Equipos con plantillas parecidas o inferiores, como Las Palmas o Eibar, juegan, dentro de su estilo, un nivel inmensamente superior, tanto competitivamente, como futbolísticamente. Tenemos que quitarnos este estigma de equipo triste y sin fútbol que invade al Betis demasiadas temporadas, esa mentalidad de equipo pequeño.
En un partido donde el Betis ya no se jugaba gran cosa, aunque la permanencia aún no sea matemática, y ante un rival que se jugaba la vida, que mejor marco para intentar ofrecer a su afición de una vez un buen espectáculo, algo de lo que sentirse orgullosos de su equipo. A cambio, Merino nos volvió a ofrecer una defensa incomible, un centro del campo poblado de jugadores destructivos, donde hasta Ceballos y Joaquín tenían que correr como locos para cerrar huecos, y adelante un Rubén Castro que puede tocar menos balón que yo desde casa.
Esta temporada llena de disputas, vulgaridades, y palabrerías está a punto de terminar, y esa es la mejor noticia de todas. Espero que a partir del año que viene el Real Betis vuelva a ser protagonista de este campeonato, no por pasar desapercibido, o por su juego gris, si no por volver a ser un equipo respetable y admirable por su buen fútbol. Para ello no pueden seguir ni Merino, ni algunos jugadores de la actual plantilla. Esperemos que al menos en el último encuentro liguero frente al Getafe, se le dé una despedida a Jorge Molina por lo mucho que nos ha dado estas temporadas. Él ha sido de los pocos que ha estado a la altura en estas últimas temporadas, aunque el paso del tiempo arrasa con todos.