Crónica sentimental de un derbi, por Santiago Sánchez Traver
CRÓNICA SENTIMENTAL DE UN DERBI
Por Santiago Sánchez Traver, periodista

Recorte de prensa (ABC, 22-04-80)
En la época en la que ejercía el periodismo deportivo, para mí los derbies –ahora han puesto de moda lo de decir clásicos, no sé por qué -significaba que pasaba el fin de semana en casa, sin viajar. En todos los años –décadas de los setenta y ochenta- en que fui enviado especial de la Hoja del Lunes, me tocaba desplazarme, una semana con el Betis y otra con el Sevilla, a todos los puntos de la geografía futbolística española. Incluso en agosto viajábamos a los torneos más prestigiosos -Carranza, Costa del Sol, Teresa Herrera, Concepción Arenal…- por lo que los únicos findes en que me quedaba en Sevilla, con mis hijos mayores ya nacidos, eran los de los derbies. Entonces los viajes duraban dos días y, a veces, te tocaba estar fuera en Fin de año, en Reyes, en Semana Santa y en Feria
Y la memoria sentimental –esa que no está en el disco duro, ni hay que consultarla en Internet, sino que la tienes ahí presente- me lleva a recordar algún derby que otro. Por ejemplo, el de la vuelta de la liga del 78, una mañana de domingo de Ramos en Heliópolis. Semana Santa muy temprana, pues era dia de San José, con huelga de hostelería en los bares. El Betis ganó el partido – pitaba Guruceta- tres a dos, con aquellos dos goles de falta directa de Cardeñosa, cada uno a un ángulo de la portería que defendía Gustavo Fernández. Cosa rara, porque el bueno del paraguayo –famoso, a nivel mundial, por el mismo detalle anatómico que Del Bosque, a nivel nacional, a buen entendedor…- jugó muy poco, siempre suplente del “cañailla” Paco Ruiz Brenes…
El segundo derby de mi recuerdo tiene que ver, precisamente con éste –SuperPaco, como lo rebautizó Fernando Gelán- . Y no fue otro que el del 20 de abril de 1980, domingo de preferia. Antes del inicio de la segunda parte, desde Gol Sur le tiraron a Paco dos enormes cuernos que, inocentemente, fue a enseñar al árbitro, ganándose una foto histórica. Ya le habían caído tres –López, Morán, de penalti, y Biosca- en el primer tiempo, y después lo remató, de nuevo Morán, en una tarde aciaga para el gaditano. Esa vez Luis Cid Carriega, el gallego de Allariz, le ganó la partida a un mister en todos los sentidos de la palabra, Miguel Muñoz. Sigue siendo la mayor goleada de la historia por parte verdiblanca.
Aunque en mi memoria sentimental la fecha de derby que más recuerdo es la del 24 de enero del 82. La tarde antes había muerto mi padre, bético hasta la médula. Y esa mañana fue el entierro, en la Iglesia del Claret, a la que Betis y Sevilla mandaron una corona de flores y asistieron miembros de ambas directivas y todos los compañeros de profesión, a los que convocó Araujo en mi nombre.
Tras el entierro en el cementerio de San Fernando, mi redactor jefe –el incombustible Mariano Martín Benito- me dijo que estaba exento de hacer la crónica del derby, que ya veríamos quién la hacía. Yo le dije que no, que estaría en Nervión, que mi padre así lo habría deseado y después me iría para Suroeste, donde entonces se tiraba La Hoja. Durante el partido me acordé más de mi padre que de otra cosa –él se perdió un Mundial del 82 que soñaba con ver en vivo- y, después de un sufrido y merecido empate a uno –empató Cardeñosa y pudo marcar López el de la victoria- se me escapó una lágrima por él.
Este del 2012 ya tiene historia antes de empezar, porque es del 2011. Y eso nunca ha pasado. Y porque pudo ser el primer partido del Betis en su vuelta a Primera y no lo fue. Tampoco ha habido ningún derby en ley concursal. Del partido y del resultado, será lo que sea, hablaremos después, pero para los béticos es un partido más contra los blancos, con el MANQUEPIERDA por lema y bandera.
Crónica muy bonita si señor, me encanta