Demos una tregua a Dani Ceballos
Tras el cambio de entrenador, los focos empiezan a dirigirse sobre otras presas, sobre otras dianas que conlleven el habitual morbo que rodea al mundo del fútbol, como si fuera un Sálvame deportivo. Poco a poco comienza a aparecer el nombre de Dani Ceballos en todos los medios. Unos le colocan como la solución, otros como la eterna promesa, unos apuestan por que sea pieza clave, otros le llaman pesetero y que se vaya del Betis… Es lo que acompaña al canterano desde que fue pieza clave en el último ascenso del Betis, con cinco goles y cinco asistencias.
Lo cierto es que en la siguiente temporada Ceballos se vio envuelto en la enorme polémica de su renovación. En ese tema hubo casi a partes iguales tema de representantes y mala fe de algunos miembros de la prensa que parecía que cada día se inventaban nuevas ofertas de clubes para ficharle. Lo cierto es que sus círculos más cercanos siempre filtraron que él quería seguir y así fue, pero mucha gente se la guardó. Su temporada fue gris, en parte por él, con un rendimiento pobre y a veces más preocupado de tirarse al suelo y forzar tarjetas y penaltis, y en parte por sus dos entrenadores, Merino y Mel, que se empeñaron durante gran parte de la temporada en ubicarlo fuera de su posición.
Cuestionar la calidad de Ceballos es cuestionar la capacidad de por ejemplo los ojeadores de las selecciones inferiores, o es decir mentirosos a todos aquellos que afirman que los grandes le siguen por sus habilidades, que algunos si le siguen. Ceballos es un muy buen proyecto de jugador, y dada su juventud y algunos vicios adquiridos, necesita de un entrenador que sea hábil en colocarlo en su puesto y con un perfil de psicólogo que le lleve por el camino de la confianza y le saque del exceso. La presente temporada la empezó con un papel secundario, seguramente por una necesidad consensuada con el equipo técnico de ganar confianza y cuerpo para la élite. Al final a Poyet se le fue todo de las manos, y entre otras muchas cosas se le fue el manejo de jugadores como Ceballos, Musonda o Nahuel.
Los béticos no debemos elevarles a los altares, ni mucho menos, pero si debemos tener la suficiente mano izquierda para conducirle por el camino del liderazgo del Betis. Ese camino es criticarle con mesura sus excesos teatrales, pero aplaudirle sus ansias de pedir el balón e intentar su pase entre líneas. No hundamos a un proyecto de jugador que puede, repito, puede ser el buque insignia del Betis. Si no llega, que no sea por una excesiva presión de la grada, sino porque no es tan bueno como apunta. No le consintamos, pero sí cuidémosle.