El bético nace con este sentimiento dentro, por Francisco Sánchez
Hay quien dice que los recién nacidos cuando nacen traen un pan debajo del brazo, pero los béticos sabemos que lo que verdaderamente trae a este mundo un recién nacido son sus sentimientos por los colores verdiblancos, un sentimiento que une a todos los que acuden cada domingo a las gradas del Benito Villamarín y a los que nunca abandonan al equipo de las trece barras verdiblancas le ocurra lo que le ocurra a su equipo o se encuentre en la situación que se encuentre.
Pero este sentimiento quedan aún más latente y demostrado con hechos como el que tuvo lugar en la ciudad deportiva Luis del Sol, cuando el segundo equipo verdiblanco se jugaba su permanencia en 2ªB y todos los jugadores o mejor dicho chavales que componen dicha plantilla algunos de ellos sin llegar ni siquiera a la mayoría de edad dieron todo lo que podían para defender ese sentimientos por sus colores, unos colores que inundaban las gradas de este lugar demostrando como los béticos vienen al mundo con una pasión por su equipo que les hace apoyarlo y defenderlo como y donde haga falta.
Y es que el bético desde que nace da muestras de que lleva este sentimiento en sus venas, pidiendo a los Magos de Orientes que le dejen en su casa la camiseta de su jugador favorita del Betis, celebrando cuando marca un gol jugando al fútbol con sus amigos como si fuera el goleador del equipo de la Avenida de la Palmera o diciéndole a su padre una y otra vez que lo lleve a las gradas de su estadio para disfrutar de los partidos de su equipo, y una vez que va por primera vez al estadio no puede dejar de ir cada domingo hasta que termina sacándose el carnet de socio junto a tu padre y le pide a este que si no estudia o no se comporta correctamente lo castigue con lo que quiera pero que no lo deje sin ir al Betis que lleva una semana contando las horas que faltan para volver a pisar las gradas de ese maravilloso estadio.
Sin duda un sentimiento bético con el que se nace y se muere, que se enseña de abuelos a padres de los padres a los hijos y de los hijos a los sobrinos y así se sigue transmitiendo de generación en generación, dejando siempre claro que el amor por los colores van a estar siempre presente y latente en miles de corazones que han nacido con algo muy especial dentro de sí y que tiene un único nombre y ese nombre no es otro que Bético.