Especial derbi: «Mis derbis escolares», por Alfonso del Castillo

Imagen: kioscomacarena.es.tl
Yo he jugado el derbi. Y muchas veces. Creo que habré participado en unos 1000 derbis a lo largo de 8 años aproximadamente.
¿Cuándo? De lunes a viernes a las 11 de la mañana entre 1970 y 1978.
¿Dónde? En el patio del colegio, en el recreo
De eso han pasado ya más de 30 años, pero aún tengo frescos en la memoria muchos recuerdos de los Sevilla-Betis que disputábamos con verdadera pasión. Eran la verdadera razón por la que ibas al colegio, todo un ritual por el que la clase se dividía en 2 bandos para dirimir en el campo de juego, un patio de cemento cercado por paredes por 3 lados, las contiendas dialécticas que nos enfrentaban a diario.
Aún recuerdo perfectamente la adscripción futbolística de todos y cada uno de mis compañeros de clase, y mira que ha llovido desde entonces. Que lloviera era el único impedimento para disputar el derbi diario, porque si llovía no nos dejaban salir al patio. Había que permanecer en la galería cubierta, donde se jugaba con una pelota pequeña de goma verde, propaganda de los zapatos Gorila, pero no era lo mismo.
El partido de verdad era el que se disputaba en el patio, con sus múltiples triquiñuelas, como “hacer la pared” con las paredes fijas que cerraban el patio por 3 lados. El gol directo del portero no valía (“de portería a portería guarrería”) y podéis imaginar en qué consistía el partido: 3 clases jugando 3 partidos a la vez en un mismo recinto, 3 porteros fijos en cada portería, y 3 masas de chavales que corrían desaforadamente detrás de una pelota de plástico de colores y con pentágonos negros, lo que propiciaba frecuentes choques entre los participantes en los diversos partidos que se jugaban a la vez. Mi responsabilidad no acababa con el partido. Después de los partidos, en la clase de las 11.30, y en la clandestinidad, era el encargado de registrar el resultado del partido, goleadores y la calificación de cada jugador (de 0 a 3) en un cuaderno que tenía expresamente para ello. Mi ilusión, por aquel entonces, era ser periodista deportivo y me entrenaba para ello; esa vocación la perdí con el paso del tiempo, pero me quedó la afición por la estadística deportiva.
Y luego estaba el otro gran derbi escolar: el dialéctico. Aquel con el que disputábamos permanentemente con los compañeros de clase sevillistas y en el que poníamos el mismo ardor, o más, que en el derbi físico. Los resultados del fin de semana eran celebrados con pasión por los vencedores y minimizados por el bando perdedor. Que tu equipo ganase y que el rival perdiese provocaba llegar al colegio media hora antes del comienzo de las clases, mientras que en el caso contrario se llegaba a la hora límite. Eso no te salvaba de las chanzas y mofas a lo largo de la semana, pero el lunes era el día cumbre. Podía ser un Lunes Negro ó un Lunes Radiante en función de cómo hubiera ido la jornada dominical. Aún conscientes de los resultados a lo largo de la historia los béticos nos defendíamos con uñas y dientes, y contraatacábamos con éxito. En los años que comento (los 70) la superioridad del Betis sobre el Sevilla se puso de manifiesto en muchas ocasiones, aunque también hubo otros en que tuvimos que agachar las orejas. Este entrenamiento constante dialéctico y argumental lo mantuve ya para siempre.
Desde hace más de 20 años vivo en Madrid y por motivos laborales también conozco Barcelona. Me sorprendió al llegar aquí la desproporción entre el Madrid y el Atlético, y la indiferencia, salvo contadas excepciones, con la que los aficionados atléticos aceptaban el predominio del equipo contrario, además de que la “rivalidad” sólo se ponía de manifiesto cuando se acercaba el derbi, mientras que en Sevilla se palpa en el día a día durante todo el año.
También reconozco que he evolucionado con el paso del tiempo y con la distancia. De un primitivo antisevillismo básico he pasado a una coexistencia interior. Deseo que el Betis venza siempre a su eterno rival, y que éste pierda hasta a las canicas, pero veo también que esa forma de entender y concebir el fútbol es común a las dos aficiones, tanto a la bética como a la sevillista. Y aprecio valores en el club sevillista y en su afición que antes no veía, además de reconocer y admirar su historia.
Lógicamente espero que el derbi de este sábado sea una fiesta para la mitad verdiblanca de la ciudad, pero sobre todo que sea una fiesta del fútbol tal y como se entiende en la ciudad de Sevilla.
Y termino con 3 últimos apuntes: un recuerdo, una confesión y un deseo:
Un recuerdo particular para un derbi: el del partido de vuelta de la Copa del 85 cuando en una noche lluviosa de miércoles ganamos 3-0; veníamos de perder en Nervión 1-0 y en Heliópolis disfruté con la remontada como nunca.
Una confesión: cuando nos gana el eterno rival es cuando me siento más bético.
Un deseo: ser un poquito menos bético este sábado a las 12 menos cuarto.
Cuidaros y ¡¡¡ Aupa Betis ¡¡¡

Joder que recuerdos. Tuve la suerte de pertenecer a ese equipo, los integrantes de la fotos son de izquierda a derecha; Israel (gato), Manolito (Alcalá Guadaira), Gregorio (Paterna), Pepe (Triana) y Antonio (Alcalá Guadaira, de este algo de duda). En nuestro entrenador erá Mani y todos creíamos que llegaríamos a ser futbolistas. Me consta que tanto Pepe como Israel, siguen al Betis y he vuelto a tener relación con ellos. Te doy las gracias Alfonso por traerme estos recuerdos añejos. Saludo a mis compañeros de aquella época por tengo la suerte de que también vean la foto.
Y también soy más bético cuando perdemos, pero cuando ganamos lo disfruto más. TE QUIERO BETIS.
Emocionante, sabes que por estas cosas existe Manquepierda! Por eso luchamos, por esto pagamos los gastos todos los meses, por esto no cobramos un duro.
Porque los títulos, el dinero y la fama te pueden dar muchas cosas, pero el recuerdo de marcar en un derbi chico, y fomentar con un gol de chupaposte en el último minuto del recreo, el beticismo que hoy es nuestro orgullo y nuestro motor. NO TIENE PRECIO.