Para morir hay que estar vivos
Resulta curioso leer o escuchar las declaraciones que los jugadores, el entrenador o el presidente del Betis hacen tras los partidos. Curioso por no decir bochornoso.
De todas las que se han dicho tras el encuentro en Granada, me quedo con las de Gabriel Humberto Calderón. Debo aclarar que no voy a atizar al argentino. No es mi propósito. No creo que el actual entrenador tenga la más mínima responsabilidad en lo que le está pasando al Betis. Le contrataron para que hiciera un milagro imposible y así va a ser: imposible. Pero volviendo a lo de las declaraciones, le tengo que hacer una corrección al técnico argentino. Él ha dicho que mientras existan posibilidades matemáticas van a morir en cada partido. Error. Para morir es imprescindible estar vivo, y el Betis está muerto desde hace tiempo. Enfermó en verano; Mel lo dejó muy tocado; Garrido moribundo; y Calderón debe certificar su muerte. Pero debe hacerlo ya.
Tiene que ser consiente de que el club verdiblanco está muerto. Lo debe hacer porque, de lo contrario, estaríamos perdiendo tiempo en el objetivo más inmediato de la entidad de Heliópolis: el ascenso a Primera de la próxima temporada.