Un triunfo fundamental en la historia del Real Betis, de Manolo Rodríguez.

Estamos próximos a conmemorar la efeméride más importante de la ya más que centenaria historia del Real Betis Balompié. El próximo 28 de abril se cumplirán 90 años de la victoria en el Campeonato de Liga de la temporada 1934-35.
Buen momento, por lo tanto, para traer a Manquepierda un artículo que el periodista Manolo Rodríguez publicó hace ya 40 años. El 4 de mayo de 1985, coincidiendo con los actos que el Real Betis Balompié celebró ese día para conmemorar el 50 aniversario del título de Liga, en las páginas de Diario 16 Andalucía se insertaba este texto para realzar la importancia de la fecha.
El Campeonato de Liga obtenido por los verdiblancos en los umbrales de la guerra civil fue un motivo de orgullo que se sigue transmitiendo de generación en generación, pero, al mismo tiempo, supuso, y supone, una razón fundamental para hacer compleja y extraordinaria la vida y la leyenda del Real Betis.
Se ha dicho tantas veces, y con tanta razón, que toda la historia verdiblanca es una larga lucha contra la adversidad, que la celebración de esta victoria merece caracteres estelares a la hora de analizar su profundidad.
Parece claro que no caben términos medios en torno a lo verdiblanco.
Cuando Martínez de León dibujó en cómics la vida de la entidad sentenció que el Betis “había sido alanceado, pero nunca muerto”, y quizá esa sea la grandeza de un club que, en muchas ocasiones, vivió tan cerca de la expiración que sus incondicionales tejieron en su entorno toda una filosofía del pesimismo.
El manquepierda no es más que una reafirmación del sentimiento verdiblanco a pesar de las derrotas. Un grito al que seguirían otros como el “así es y así hay que quererlo”, o el más reciente del Currobetis. Pero en contra de lo que pueda pensarse, a la afición verdiblanca le gusta ganar. Porque hasta ganando es especial el Betis.
Ya lo fue en aquella Liga que hoy cumple su cincuentenario. Y no soy yo quien lo dice. Lo escribió un editorial del fenecido diario Sevilla: “Lo que hizo el Betis en su tercer año en Primera División fue una hazaña que no ha igualado todavía ningún otro club español. Porque su victoria no fue ganar la Liga, sino que lo que causó admiración, lo que tuvo mérito y levantó un clamor de simpatías hacia el Betis fue la forma en que se proclamó campeón, luchando, no contra equipos potentes, sino también contra ciertas campañas hostiles que desencadenaron algunos “históricos” para hundir al club sevillano, sin que lo consiguieran”.
Un triunfo especial que se forjó ante el asombro del país deportivo. Un éxito que amaneció en Madrid una tarde de diciembre y que concluyó en Santander cuando Sevilla vivía la Feria del 35. Una página dorada en la que míster O´Connell escribió la letra y catorce bravos luchadores le pusieron la música. Una historia jalonada de anécdotas heroicas como la primera victoria ante el Athletic de Bilbao; el marcaje de Gómez a Lángara; el bache de la segunda vuelta; o la indignación del seleccionador nacional de la época, Amadeo García Salazar, al escuchar los insultos que profería contra el Betis el público de Las Corts.
Una Liga de llenazos históricos, de goles raciales, y de primas a terceros, como la que decía “El Heraldo de Madrid” que iba a pagarle el Real a los hombres del Santander si conseguían vencer a los del Patronato en el último partido.
Aquella tarde en que la mítica Flecha Verde llegó a Sevilla rebosante de victoria y de felicidad, el Betis concitó a su alrededor el fervor de la hinchada y la satisfacción protocolaria de los poderes públicos. Quizá aquel día, don Antonio Moreno Sevillano, el presidente del campeón de Liga, fuera el hombre más importante de la ciudad.
Sólo unos años más tarde, sin embargo, el beticismo se vio reducido a las catacumbas de la historia. El oropel se perdió en las crepitantes llamas de la guerra, y comenzó una travesía del desierto que salvó la vida del club. Es por ello que en esta hora de legítima evocación del triunfo sea urgente y necesario tener un recuerdo emocionado para aquellos guías de las horas difíciles, aquellos visionarios de corazón verdiblanco que hicieron posible, entre otras cosas, que el Betis pueda celebrar hoy sus grandezas.
También ahora, mirando ya al futuro de los años 90, en otra encrucijada histórica, el beticismo de base y sus dirigentes deberían aprovechar la lección de este quincuagésimo aniversario para mirarse en el espejo de las raíces, para aprender de aquellos que dieron tanto a cambio de tan poco. Para que no se apague ese espíritu sobre el que, una vez, escribió el crítico madrileño Rafael Rienzi diciendo que el Betis es lo más sevillano que hay en Sevilla.