Aleluyas taurinas. Ignacio Sánchez Mejías. 1920
Un día como hoy de hace 90 años, 11 de agosto de 1934, un toro de nombre Granadino le dio una cornada a Ignacio Sánchez Mejías en la plaza de Manzanares.
Una cornada en el muslo derecho cuando iniciaba la faena de muleta sentado en el estribo de la plaza, una faena arriesgada que solía realizar. Trasladado a Madrid falleció el 13 de agosto con 43 años.
Ignacio Sánchez Mejías, que presidió el Real Betis Balompié entre mayo de 1928 y septiembre de 1929, había nacido en Sevilla el 6 de junio de 1891.
Debutó como novillero en septiembre de 1913 con 22 años, tomando la alternativa como matador en marzo de 1919 con 27.
Siempre fue un torero temerario, lo que le valió fama y notoriedad, en una época en que el toreo estaba dominado por Joselito y Juan Belmonte, las dos grandes figuras históricas de la tauromaquia.
Un ejemplo de esta fama y reconocimiento lo tenemos en esta publicación del mes de abril de 1920 en la páginas de El Correo de Andalucía.
Con letra clara y despacio
Quiero hoy hablaros de Ignacio.
Siendo el hombre leído,
Hay que escribir con sentido,
Pues pudiera suceder
Que este joven bachiller
De idiosincrasia espasmódica,
Recordando la Retórica
Nos haga un juicio satírico
De su propio panegírico.
Tuvo padres señoriales,
Fue envuelto en buenos pañales,
Y las primeras papillas
Eran sabrosas natillas,
Con la obligada secuela
De polvitos de canela.
El chico se relamía
Y–¡más, quiero más¡–decía.
Así aprendió el muy goloso
A ser tan voluntarioso,
Y más, siempre más se arrima,
Mientras más y más encima
Se le echan los morlacos,
No es como otros monicacos,
Que hacen caña de pescar
Del estoque, al alargar
El brazo indecentemente.
Eso hoy en día es lo frecuente,
Esas son las nuevas rutas:
Pescar a bragas enjutas.
Ignacio pesca a la antigua,
Y sin añagaza ambigua,
Se moja las taleguillas
Rozando con las costillas
Ensangrentadas del toro.
El pundonor y el decoro
Son emblemas de su escudo.
¡Torear es arte rudo,
No labor de vieja chueca
Que mueve el huso y la rueca¡
Fue su padre cirujano
Y casi casi decano…
Y viendo al chico operar
Le era el frule familiar.
¡Se comprende su manía
De ir tanto a la enfermería¡
Fue estudiante muy tumbón
Y tuvo gran aversión
A los vocablos latinos;
Pretéritos y supinos
Jamás los pudo tragar;
Del “do, dedi, datum”, dar
Adelante no pasó;
De Aritmética aprendió
Muy bien la raíz cuadrada,
Pues para dar la estocada
Preciso es cuadrar primero,
Según el canon torero.
Hecho bachiller en Artes,
Vagaba por todas partes.
Y derrochó buen parné
En las timbas del café.
Hasta que roto y maltrecho
La emprendió todo derecho
Camino del Nuevo Mundo…
Paseaba meditabundo
Una tarde en la cubierta
Del barco, y he aquí que acierta
Al ver por una escotilla
Al “Templao de Sevilla”
Que iba también para Lima.
Baja la escala, se arrima
A aquel extraño cotarro
Donde, fumando un cigarro,
“Templaíto” refería
Sus lances de torería.
Y hete al nuevo comensal
Departiendo muy formal
Con los otros emigrantes.
Con frases altisonantes,
Propias de un chico instruido,
Ignacio tuvo prendido
De su palabra al concurso
Y, discurso tras discurso,
Antes de llegar al Plata
Ya había hecho la contrata.
Y con aquel novillero
Entró de rehiletero.
Vuelto a España, su maestro
Se empeñó en hacerlo un “diestro”.
Y Sánchez vio la esperanza
Cumplida en la Maestranza.
Mas casi la ve fallida,
Pues tuvo una gran cogida.
Y a poco si entierra el morro
Agotado por el chorro
De sangre que le brotó.
Gracias que le taponó
Su propio padre la brecha.
Que si no, de aquella hecha
La diña el pobre Ignacito.
Su tío, Juan Jacobito
(Que es el “último flamenco”)
Hasta le llamó mostrenco
Porque se dejó coger.
Y—“qué le vamos a hacer”
–Dijo con flema el sobrino—
“Cada cual tiene su sino:
El mío, herir a la fiera
O que la fiera me hiera”.
Repuesto de aquel percance
De nuevo tuvo otro lance
Y otro y otro, hasta llegar
A no poderlos contar.
Joselito “Maravilla”
Lo incorporó a su cuadrilla.
Y casó el peón de brega
Con Lola Gómez Ortega.
Son fruto de sus amores
Tres nenes como tres flores.
El bachiller ya es doctor
Como aquel sabio señor
A quien debe la existencia;
Sólo hay una diferencia:
Que aquél lo es en Medicina
Y éste en la Ciencia Taurina.