A hombros hasta el hotel, de Luis Carlos Peris
El 18 de noviembre de 1979, ya en la décima jornada de Liga, el Betis conseguía su primera victoria liguera en un campeonato que comenzó tremendamente torcido con una derrota en casa contra el Rayo Vallecano y una goleada en el Nou Camp. A partir de ahí llegó el cese del técnico León Lasa y su sustitución por Luis Carriega. Todo un reto, dado que en la temporada anterior el técnico gallego había entrenado al eterno rival.
Le costó a Carriega enderezar la marcha del equipo y en sus 7 primeras jornadas no conoció la victoria: 4 empates y 3 derrotas, aunque paulatinamente el equipo fue mejorando su imagen. La falta de gol era la necesidad más acuciante, y la mejora en el juego no se plasmaba en resultados por esa carencia.
En la décima jornada visitaba el Villamarín el sorprendente líder, el Sporting de Gijón de José Manuel Novoa. Sufría además el equipo una racha de lesiones que impidió ese día contar con jugadores como Cardeñosa, Ortega, Oliveira o Alabanda. Y la sorpresa esta vez estuvo en la victoria verdiblanca con un tanto de Hugo Cabezas en el minuto 90, disparando desde la frontal del área una falta sacada en corto por Carlos Peruena.
En las páginas de Suroeste el periodista Luis Carlos Peris celebraba con este artículo el inicio de la escalada verdiblanca.
A la décima fue la vencida y la décima tuvo que ser cuando resurgiera el Betis, cuando venciese por vez primera en este campeonato. Y lo hizo cuando menos se esperaba, con la enfermería llena, ante el líder y en el último minuto. Como decía Pablo Hernández Coronado, sólo que no fue injusto ni de penalti.
El Betis se acordó de su historia y le cortó las orejas al torito áspero de su momento. Que Alabanda y Ortega son los dos hombres llamados a ocupar el centro de la zona ancha, pues no se puede contar con ninguno. Que Cardeñosa tiene como alternativa a Oliveira, los dos en el cemento. Que… para qué vamos a seguir.
“Quiero once legionarios en el campo”, decía Carriega en la nerviosa duermevela de un sábado para ponerle el ánimo de cárdeno oscuro, y fui testigo de la contrariedad que le supuso cuando en un piso de Reina Mercedes visitaba a Cardeñosa, horas antes de marchar a Carmona. El mundialista, en total estado de postración—Vicente y el doctor Benavides, también presentes—y orden a la carrera, “búsquenme a Parra…”
Era un querer agarrarse a cualquier clavo, pero el gallego, trabajador, no dejaba traslucir su estado de ánimo—“si el capitán se pone a llorar…”—y afrontaba la desigual lucha a pecho descubierto, como el Betis. Como siempre hizo el Betis cuando las cosas se le atravesaban y a los verdes se les han atravesado muchísimas veces. Es, fue y seguro que casi será su sino.
En el palco de prensa viví el partido junto a Rogelio; el de Coria se comía de puro nerviosismo—“Pozo, un metro más atrás, que te cae el saque del portero…”, “Gordi, aguanta ahí que el córner lo rematas tú…”—y no paraba de dar órdenes inútiles por la distancia. El equipo estaba compuesto por lo que pedía Carriega, por once legionarios que se mataban por cada balón, en cada lance y en cada minuto que avanzaba el reloj. Prisas, todas; fútbol, muy poquito. Era lo de menos, pues lo importante, lo vital, se consiguió. Muy a última hora, como en Alicante siete días antes, pero se consiguió. Así es el Betis y así hay que aceptarlo. Al callejón con el boyante y con las dos orejas del fogueado…