Al enemigo, ni el parque
Aunque ambos clubs ya tenían sus ciudades deportivas en funcionamiento, en la década de los años 80 del pasado siglo era habitual que los dos equipos sevillanos fuesen al Parque de María Luisa a realizar sesiones de trabajo físico.
Curiosamente el 14 de enero de 1987 los dos clubs coincidieron en esa sesión física en el Parque de María Luisa. Era miércoles y mientras que el Betis preparaba su próximo partido en el Villamarín contra el equipo revelación de la temporada, el RCD Espanyol de Javier Clemente, el Sevilla lo hacía para trasladarse a los campos de Sport de El Sardinero para medirse a un Racing de Santander dirigido por José María Maguregui y en zona de descenso.
Era la temporada del llamado play-off, y en ese momento el Betis era sexto en la clasificación, por lo que estaba entre los equipos llamados a disputar el título liguero al final de la competición habitual, mientras que el Sevilla era séptimo, un punto por debajo, y quedaba de momento en el grupo intermedio.
En las páginas de Diario 16 Andalucía Antonio Gallardo relataba al día siguiente las circunstancias de este encuentro en el Parque de los grupos comandados por Luis Del Sol y Jock Wallace.
Fue pura coincidencia, pero ocurrió, Sevilla y Betis se fueron al parque juntos, aunque no revueltos. Wallace y Del Sol designaron el día de ayer como el más idóneo para reponer los volúmenes de oxígeno cara a los combates ligueros que han de venir, y, separados por decenas de metros, se dieron al sadomasoquismo de los “fartleks”, las series de velocidad y la velocidad-resistencia.
Era un espectáculo digno de verse, porque ni siquiera la proximidad física recortaba la lejanía ideológica; existía ayer de mañana en el parque una “tierra de nadie”, un “no man’s land” estepario, imaginaria frontera, todo un invisible telón de acero que ninguno osaba traspasar. Aquí terminaba una serie el jugador del Sevilla, o del Sevilla Atlético, y 20 metros más allá, en la misma recta, frenaba en seco Cervantes, Rincón o Calderón, y se daba media vuelta en el umbral del adversario.
Wallace, crono en mano—“go,go”, “venga”—azuzaba a sus cachorros; Del Sol observaba impertérrito las órdenes de Diego Soto. En los termómetros ocho grados sobre cero (cincuenta bajo cero en Moscú, vaya invierno), y en los relojes las once en punto de la mañana. Silencio en la fronda, el músculo estallaba y la ambición no dormía, al contrario, estaba bien despierta a la vista del eterno enemigo. Recuerdos de viejas batallas se cernían amenazadores sobre una arboleda desolada sobre el temporal, pero alegre por el sol, no por Del Sol, que ni siquiera cuando terminó la tarea consintió en fotografiarse junto a Wallace, componiendo una instantánea que hubiese sido histórica, el abrazo del parque, la imposible cohabitación.
Y ahora, lo serio: es cuestión de enseñar a los chicos a correr. Ahí no hay quien tenga ni más remota idea (¿se lo ha enseñado alguien?) de una cosa llamada técnica de carrera. Se podrá argumentar que lo que se necesita es manejar bien el balón, pero en contra de tal aserto, hay un ejemplo supremo: ¿por qué es líder el Barcelona? ¿por jugar bien, o por correr más que nadie?
Hombres como Ramón, Choya, Rincón, Calderón, Gabino, Alvarez y todos, prácticamente—quizá el de mejor estilo atlético sea Rafa Paz—no tienen aprovechadas sus posibilidades físicas ni en un 50 por 100, y que ni Tosato ni Soto, ni Wallace ni Del Sol, vean crítica en esto, porque el problema, evidentemente, está en la base, y no es tarea de ellos decirle al jugador que levante las rodillas, apoye de planta, impulse por detrás, no se agarrote y complete la zancada. Se trata, por ahora, de mantener un buen tono físico general y ganar partidos. Lo otro, es comprensible, pueden parecer sutilezas mientras que lo principal, los goles, funcionen.
Las palancas y la potencia que se adivinan en Ramón y Choya, por ejemplo, trabajadas a tope, educadas para bien correr, serían de marca en un Europeo de atletismo. Tal y como están, agarrotándose, sin fuerza de impulsión—porque les falla la técnica en semejante especialidad—la velocidad punta se les queda limitada.
Eso, y otras muchas cosas más, se pudieron ver ayer de mañana en un parque bombardeado por la galerna, zona bética según se miraba a Heliópolis, zona Sevilla FC en dirección a Nervión. Las ramas y las irregularidades del piso provocaron lesiones (Tirado, Ito…), unos y otros repusieron oxígeno. Del Sol se cuidó muy mucho de posar junto a Wallace, y entre miradas de reojo, esto es un parque, aquello un futbolín, dále Ramón, vámonos a Villamarín, la isleta de los Patos y la plaza de España despidieron a los héroes, Los termómetros marcaban nueve grados; ya con el sol algo más alto, y algo quedó muy claro: al enemigo, ni el parque.